Cambiando la Rutina

6 1 0
                                    

Al día siguiente mi mamá recibió una llamada, cuando le dijeron que era por mi, presionó el botón de altavoz para que yo escuchará, le comentaron que los taxistas ya no querían que yo fuera su pasajera,  dijeron que siempre les causaba inconvenientes, que dejaba sucia la tapicería,  el haber dejado algunas manchas de sangre de cuando mi espalda se lastimó fue lo último, y hasta le contaron que habían hecho una reunión y todos decidieron ya no llevarme. 

Estaba furiosa, solo veía la reacción de su rostro y ya mi cuerpo temblaba, cuando la llamada termino, me vio y señaló con su dedo un lugar, obedecí y me fui al lugar indicado, mis lágrimas ya salían y aún ella no había expresado palabras, que yo empezara a llorar desde antes, la enojaba aún más.

Así que una vez más, fui su saco de boxeo, sentía que últimamente hasta se ejercitaba, porque sus golpes me dolían cada vez más. El pedir que parara era como decir que siguiera

Cuando por fin se cansó, me dijo ya no sé qué hacer, tienes todo y no aprovechas,  yo no pienso llevarte, así que hoy no irás, porque yo no tengo tiempo de llevarte y desde mañana caminarás, no me importa que debas caminar kilómetros.

No dije ni una sola palabra, pero con mi cuerpo adolorido sabía que me tomaría muchísimo tiempo llegar.

Me levanté y me fui a la habitación, a llorar porque era lo único que hacía bien, mi mamá no salió y me dijo que no tenía tiempo, pero me daba lo mismo estar en "casa" que estar en el colegio, el sufrimiento era el mismo.

Al día siguiente, mi mamá  me despertó con sus buenos días tradicionales, me dijo que debía apurarme o llegaría tarde, me regaño por ser muy lenta según ella, pero cuando salí, aún estaba aclarando y me distraje viendo el amanecer, tenía mucho tiempo sin apreciar las maravillas de Dios.  Le agradecí por lo que observaba y empecé a caminar, no sabía cuánto tiempo me tardaria en llegar, cargar la mochila era un sacrificio, porque lastimaba mi espalda, pero era el modo más sencillo de hacerlo.

Cuando llegue al colegio, mi sorpresa fue que era día de deportes, era media jornada de clases y luego ellos estaban libres para ver los partidos programados, yo tenía prohibido participar y asistir a ver, así que ese día pase más caminando que lo que pase en el colegio.

Pasaron semanas y nadie había notado que yo caminaba y eso me hacía sentir bien, un día de regreso al departamento, encontré un perro, estaba hambriento y tenía sed, yo llevaba un poco de comida, porque desde que empecé a caminar, me preparaba algo para comer,  y comía cuando era el turno de la doble clase, en lo que cambiaba de salón aprovechaba de comer lo más rápido posible, si no lo hacía así, en el tiempo del receso era imposible, porque la dañaban o me la tiraban.
Así que le di al perro, el empezó a acompañarme luego lo tuve que alejar, porque no podía llevarlo conmigo.

Era un perro muy juguetón, así que las semanas siguientes le pasaba dejando comida y agua. Ya no parecía perro callejero, y el sabía que yo llegaría. Empecé a caminar más rápido con tal de pasar un tiempo jugando con el.

Ese perro me hacia bien, mis días pasaban  muy rápido y si me pasaba algo negativo al estar con el perro lo olvidaba.

Cuando  ya se acercaba navidad, tenía un poco de dinero le mandé a hacer una plaquita con el nombre, Doggy se la coloque al perrito y ahora sí ya era parte de mi familia.

Se acercaban los días fríos y no quería que se quedara en la calle, hablé con la dueña de una veterinaria y ella ofreció cuidarlo, confiando en mi palabra de pagarle después, yo lo podría llegar a ver ahí, así ya no sería un perro de la calle, era mi mascota y a pesar de muchas cosas negativas, estaba Feliz.

La felicidad se nota! Debí ser más precavida, las chicas que me molestaban estuvieron investigando, me siguieron y descubrieron mi secreto.

Sonia y sus dos amigas Odeth y Verónica habían estado sin molestarme en el colegio, porque planeaban algo peor.

El día veintitrés de diciembre, al salir del colegio a nuestro descanso por las fiestas de fin de año, llevaba el dinero para pagar el hospedaje de Doggy, pague lo que habíamos acordado y  pasaría un tiempo en el parque, luego lo dejaría en la veterinaria. Todo iba bien, hasta que unos policías se acercaron a mi y  de repente salió Sonia llorando y diciendo que era yo quien le había robado a su perro, la evidencia era el perro que yo tenía, yo le decía al policía que no, que ese perro era mío, pero no me creyó, le dieron el perro a ella y a mí me llevaron a la cárcel, estaba llorando por la injusticia y Sonia y sus amigas se reían de mi, solo me preguntaba que iban a hacer con Doggy.

Uno de los policías estaba furioso conmigo y no me dejó hablar, el otro solo observaba y no pronunciaba palabra.

Tenía derecho a una llamada, llamé al lobby y le pedí al encargado comunicarse con mi mamá, porque ella no contestaba números desconocidos.

Ya era de noche y yo seguía en la cárcel, el policía encargado de la delegación llegó y cuando me vio le pregunto a su compañero que hacía yo ahí, el le dijo que era una ladrona, el no creyó esa versión pero parecía apurado, solo ordenó algunas cosas de su escritorio y le dijo, dejala ir es temporada navideña y el policía le respondió ya la voy a dejar ir.

El encargado se fue y se llevó a su compañero, el policía no cumplió lo que le dijo al encargado, yo me quedé ahí, no me dejó salir y no sabía si ya se habían comunicado con mi mamá. El sueño me venció ya muy noche y cuando desperté aún no había amanecido, me la pase pensando en Doggy,  ellas no lo iban a cuidar. Ya había pasado la noche en la celda, y en la mañana sonó el teléfono, el policía dijo, por mí está bien y si me paga por eso, yo feliz.

Despues de recibir esa llamada, grito: “Te deseo la mejor temporada navideña" vaya, que regalo el de tu mamá, dijo que para que aprendas la lección debes quedarte. Me ofreció dinero para que aceptara y no se me hizo difícil.

¡Espero que todo Mejore!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora