El Relato de las Tijeras

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El Gran Incendio

Escena 1

Imagino que a estas alturas no hace falta que te lo explique, pero Onigashima se encuentra en la nación insular de Jakoku, y es un lugar único donde viven un gran número de extranjeros.

Como el shogunato de Eto, que gobierna sobre las tierras de Enbizaka, no acepta a los extranjeros y ha adoptado una política de aislamiento nacional, sólo a través de la única excepción, las tierras de Onigashima, pueden tener lugar las conexiones y el comercio con el extranjero en todo el país.

El que creó originalmente Onigashima, el antiguo magistrado de Izami, Okuto Gaou, era de ascendencia extranjera...

¿Eh? Ah, ya veo. No hace falta la lección de historia, ¿eh?

Bien, entonces déjame ir al meollo de la historia.

Sea como fuere, debido a diversas circunstancias había una gran cantidad de extranjeros y descendientes de ellos viviendo en la zona de Enbizaka, situada en el corazón de Onigashima.

En la colina de Enbizaka había muchas empresas comerciales extranjeras. La mayor de ellas era la Casa Comercial Freezis. La casa comercial en la que tú y tus compañeros vivíais hace un año.

El gran incendio que asaltó Enbizaka hace cuatro años... las primeras de sus llamas surgieron justo al lado de la Casa de Comercio Freezis.

En aquel momento, la dueña de la sastrería, Sudou Kayo, tenía dieciséis años. Había tenido un hijo con su marido, con el que se había casado a principios de año, y su negocio de sastrería, que había heredado de su difunta madre, empezaba por fin a funcionar.

... Sí, eran una pareja muy feliz.

Kayo amaba a su marido, y él amaba a Kayo.

Ambos se tenían un afecto tan fuerte que se transmitía con agudeza incluso a mí, que sólo podía observarlos desde las tijeras.

Pero ese día su marido había salido un rato, y Kayo estaba en la sastrería con su hijo.

Estaba haciendo su trabajo, a pesar de que ya había caído la noche.

Oyuka-san, de la tienda de horquillas situada dos edificios más allá, había hecho un pedido urgente.

Mientras vigilaba al bebé de pelo dorado que dormía plácidamente en el futón...

Sí, así es. El bebé que Kayo había dado a luz tenía el pelo dorado.

Era un poco extraño dado que el color de pelo de Kayo era un hermoso negro, y el de su marido era morado, pero como ambos descendían de extranjeros, simplemente habían imaginado que uno de ellos tenía alguien rubio en algún lugar de su linaje.

Al fin y al cabo, había otras personas en Onigashima cuyos niños tenían el pelo de un color diferente al de ellos.

En cualquier caso, sin perder de vista a su bebé, Kayo se puso su monóculo de trabajo y empezó a reparar diligentemente un pequeño agujero que se había abierto en un kimono de color morado claro.

Estaba en ello cuando su marido, que había salido por la noche, entró de repente con una expresión de asombro.

—Eh, Kayo. ¿Qué estás haciendo?

—Oh, cariño. ¿Qué qué hago? Como puedes ver, estoy trabajando.

—Ahora no es el momento para eso. Hay un incendio.

—... Oh, Dios.

—Las llamas que vienen de la casa de comercio en la colina se están extendiendo hacia aquí. Tenemos que salir de aquí o moriremos quemados.

Pecados Capitales del Mal: La Sastre de EnbizakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora