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Conversar con la gente me parece algo tan extraño y añejo ahora. Antes lo hacía y mi madre me reprendía cuando no paraba de hablar.

"Park, también tienes que dejar conversar a los demás."

"Eres como un pequeño loro."

Decía ella entre caricias y mimos.

Pero cuando se fue, me acostumbre a andar con silencio. No solo en casa, después en la escuela y por último en mi mente. Dentro de mí, antes rondaban pensamientos e ideas para escapar de un tormento familiar. Pero con el tiempo, ahí también fui perdiendo el control y deje de ocultarme en mi imaginación. Termine por recorrer un lugar vacío como mi hogar.
La primera vez que lo vi, me invito a jugar. Fue el único que ha hablado conmigo después de mucho tiempo. El segundo encuentro fue simple, pero me lleno de vitalidad.
Tal vez él no lo noto, pero camino a casa, corría y sonreía. Me sentía feliz y no entendía del todo la situación. Las casas y arboles pasaban rápido a un lado mío. Fui consciente de que me faltaba aire, mas no dejaba de seguir corriendo.

Cuando doble la esquina, me detuve de golpe, conocía a aquel auto guindo y me sorprendí al caer en cuenta de cuanto había huido de mi realidad. Que tan inusual fue ese momento para hacerme olvidar a quien me espera ahí adentro.
El cielo ya estaba oscuro y las luces en cada esquina de la puerta de mi casa solo hacían que se viera más tenebrosa. Me veía a mí mismo entrando por ahí día tras día, y aun así, jamás me acostumbraría.
Como si de un ente oscuro se tratara, sentí como unas manos invisibles e inexistentes me jalaban para cruzar la calle y entrar.

-Ojala no este de mal humor.

La cerradura se abre, mis pies flaquean y siento como mi voz se ha ido junto con el sol de esta mañana. Y ahí estaba, el monstro de mis realidades; mi padre.

-Llegas tarde -no respondí. Él estaba en el sofá de la esquina y como de costumbre, con un cigarrillo en mano y un periódico en otra -¿Dónde estabas?

-En el parque -conteste aun alejado de él.

-No me mientas.

-No lo hago, estuve ahí hace un rato.

-Acércate -no, no quiero -¡Que vengas aquí! Con un carajo.

Ninguna lámpara estaba encendida y eso solo hacía que me sintiera más asustado. La luz del poste a mitad de calle le alumbraba la mitad del rostro, era la única que entraba. Dejo su periódico en el respaldo y le dio una calada al cigarrillo. Con cada paso que daba, los nervios y el terror me provocaban dolor de estómago, tenía la piel de gallina y podría decir que me sentía hasta mareado.
Llegue frente a él, el olor a sudor y tabaco me provoco nauseas.

-Sabes que no me gusta que salgas, bebe -estiro su brazo y paso su mano por mi mejilla -. Las calles son muy peligrosas y no me gusta pensar que te la pasas de aquí para allá.

Una y mil excusas siempre eran dichas, cada una de ellas contribuía a atarme a la casa. No me permitía salir, pero tampoco le gustaba verme en ella.

-Lo sé, pero solo fue un momento, padre -su fría mirada solo me hacía saber que debía callar -. No volveré a salir, ya entendí.

La segunda calada al cigarrillo y hablo con él entre dientes -Ya entendiste... -lo apago en el cenicero a un lado de él -Entonces dime ¡¿Por qué mierda sigues haciéndolo?! Te gusta que miren cuan desdichado eres, esa es la verdad. Te gusta llamar la atención de todos.

Me zafé de su mano y supe que estaba en problemas. Solo corrí hacia mi habitación y tras cerrar la puerta, puse el seguro. Me recargue un segundo en ella, algo alterado, cuando un golpe del otro lado comenzó a sonar.

-No...

-Abre la puerta.

Podía escuchar su puño estopándose una y otra vez en la madera, con aquella mueca de enojo y su cabello pegado a la frente por el sudor.
La golpeo alrededor de ocho veces, cuando entendí que si esperaba más, el resultado sería peor. Entonces mi mano quito el seguro y entre la penumbra, lo vi cansado, mirándome.

-¿Por qué te alejas? ¿Qué no sabes que todo lo que hago, es porque te amo? -era tan alto que su cabeza casi topaba con el margen de mi puerta. Entro con cautela y se puso frente a mí -. Solo trato de cuidarte, mi pequeño.

Conocía ese discurso de sobra. Él lo hacía porque me amaba, porque me protegía. Siempre decía lo mismo y nada era verdad.
Su mano paso por mi hombro y con su dedo quiso tocar mi clavícula. Me aleje asustado.

-No...

-Ven acá -me tomo con fuerza.

-¡No!

-Bien, entonces jodete.

Lo último que sentí, fue su puño en mi rostro.

No pise la escuela en dos días, no lo vi en dos días; solo quería sentarme en mi realidad por un minuto y recordar a donde estoy atado.
Pero cuando de nuevo mi padre bajo su enojo y la ventana fue mi única salida, solo tenía un objetivo para llegar.

Era un miércoles por la tarde y tu camisa era de una banda que jamás había escuchado, ahí estabas y dijiste que me notaste.

Antes hablaba.
Ahora guardo silencio.
Antes peleaba.
Ahora lloro.
Antes pensaba.
Ahora lo ignoro.
Tiempo atrás todo era cotidiano.
Ahora él llego y dijo que me noto.

-Jimin

Daddy Issues {Kookmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora