Enana y gigante.

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Sentía sus pasos detrás de mi, cuando me agarró del brazo giré bruscamente y para darle una bofetada -bien merecida- pero este tiene buenos reflejos. Me intenté zafar de su agarre y este lo hacía más fuerte.

-Déjame- espeté

-No sin antes hablar-

-Mmm,¿qué estamos haciendo ahora? Pues ya tienes lo que querias, todo.- dije remarcando el todo, él sabía a qué me refería

-No, joder. Nunca me has dejado explicarte nada.-

-Es que es eso, que no quiero que me expliques nada. Dejaste todo aclarado, suéltame y déjame si alguna vez me tuviste un poco de aprecio- este se quedó mirando un punto fijo y aproveché el momento para irme.

Mis ojos estaban aguados, no dejaría que ninguna lágrima cayera por él otra vez. No, ya no. Lloré muchas veces por su maldita culpa y no lo volvería a hacer, jamás. Me lo prometí a mi misma hace mucho tiempo.

Malditos recuerdos, lo peor de todo es que los buenos recuerdos duelen más que los malos.

Entré al vestuario y aproveché que ya se habían ido todos a clases para darme una ducha de agua caliente y pensar en cómo haría para esquivar a Ismael en todas las clases. No puedo pedir intercambio de clases después de llevar un mes de curso.. En fin, aprenderé a vivir con ello.

Oí la puerta abrirse y me incliné para ver quién había entrado. Al verlo me dispuse a ponerme la toalla y como tengo tan buena suerte -nótese la ironía- esta cayó al agua. Maldije todo lo que pude. Me puse la toalla aunque estuviera mojada e Ismael se giró, al verme como iba su boca formó una perfecta 'o' y con la poca dignidad que me quedaba pasé por su lado ignorando su presencia haciendome la desentendida aunque por dentro millones de dragones estaban dando vueltas -casi se me veia el trasero porque la toalla era muy pequeña-.

Pasé a un de los servicios individuales y allí me vestí. Al salir estaba sentado en los bancos, nuestras miradas se encontraron. Sus ojos no expresaban nada. Quería irme de aquí, no me gusta estar a solas con él y menos en este silencio tan incómodo. Cuando iba a decir algo pasó Irene -una de sus putas-

-Hola amor, ¿qué haces aquí? ¿Me estabas esperando?- esta se acercó a su cara y comenzaron a comerse las bocas literalmente.

Una vez más estaba esperando demasiado de él. Mis ojos volvían a picar. Necesito alejarme de él. Salté la valla del patio, no quería aguantar a tres horas de clases más porque no me encontraba bien..

Entré a una cafetería, un café caliente me vendría muy bien. Estaba sumida en mis pensamientos y noté que alguien tocaba mi hombro. Giré y vi a una chica de mi edad más o menos, con una niña en un carro.

-Perdona,¿puedo sentarme contigo? Es que no hay mesas libres y vengo a desayunar con mi hija- no lo podía creer, ¡tan jóven y con una hija!

-Sí. Sentaos- mostré mi mejor sonrisa y me fijé en la niña era castaña y con unos negros preciosos, tendría un año o así.

-Me llamo Elena y esta es mi hija Claudia, un gusto.-

-Oh, me llamo Leyre, perdona mi pregunta pero,¿no eres muy jóven para ser madre?- sí soy un poco chismosa lo admito pero es que tenía la pregunta revoloteando por mi cabeza.

Esta rió por lo bajo -sí soy jóven para ser madre pero es el mejor regalo que me ha dado la vida-

-Es muy bonita se parece a ti- ella sonrió mostrando su dentadura blanca y perfecta. Esta chica me recordaba a alguien pero no sabia de qué - oye,¿nos conocemos?

-No no creo que nos conozcamos he llegado recién de otra ciudad-aún así seguia pensando que la habia visto en algún lugar

-Oh bueno, perdona.-

Triste y cruda realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora