Capítulo 1: El Paseo del Rey Jimin
El reino de Corea estaba sumido en una calma peculiar, un respiro en medio de la tensión constante que siempre acompañaba al reinado de Jimin. El sol brillaba alto sobre las montañas, pero en el palacio, las sombras no podían ser ignoradas. Era un día de paseo, un momento raro en la vida del monarca. Jimin, vestido con su capa real, de color negro como la noche, con bordes dorados que reflejaban la luz del sol, caminaba por los jardines del palacio, su rostro impasible, como siempre.
El aire fresco de la tarde movía suavemente los árboles, y el murmullo del viento parecía un canto lejano, casi hipnótico. Las aves cantaban en las ramas, y los colores vibrantes de las flores adornaban el paisaje, pero para Jimin, nada de esto le interesaba realmente. Sus pensamientos, como siempre, estaban sumidos en las preocupaciones de gobernar. Sin embargo, el paseo era necesario: una distracción que su cuerpo demandaba, aunque su mente permaneciera atrapada en las sombras de su trono.
Mientras paseaba por los jardines, su mirada se desvió hacia un rincón apartado del palacio, donde los criados no se atrevían a caminar y donde las sombras caían pesadamente sobre las piedras cubiertas de musgo. Allí, de pie, una figura llamaba su atención. Era un joven de cabellera oscura, pero con unos ojos tan azules como el cielo de medianoche. Jungkook.
El doncel estaba de pie entre las ruinas de un viejo colonnado, sus ojos fijos en el horizonte, como si estuviera esperando a alguien o quizás nada en absoluto. La suavidad de su rostro, casi angelical, contrastaba con la intensidad en su mirada. Jimin lo observó desde lejos por un momento. El joven, ajeno a su presencia, se inclinó ligeramente hacia el viento, y su cabello se movió con la elegancia de una pluma que caía en un río tranquilo.
Era inusual ver a alguien fuera de lugar en los jardines reales, sobre todo alguien tan... peculiar. No era
Jungkook no emitió una palabra mientras los guardias lo conducían por los pasillos de mármol del palacio. Su mirada, aunque desafiante, estaba ahora oculta bajo una capa de serenidad, como si ya hubiera anticipado el giro que tomarían los acontecimientos. Los guardias, robustos y firmes, lo arrastraron a través de los pasillos sin mucha delicadeza, pero el doncel no luchó. Al contrario, sus pasos, aunque forzados, seguían el ritmo de la marcha, como si se entregara al destino que el rey le había trazado.
La corte de Jimin era un lugar vasto y opulento, decorado con tapices que narraban historias de antiguos reyes y batallas, con columnas de mármol blanco que se elevaban hasta el techo dorado. Cada rincón del palacio parecía brillar con una riqueza que aplastaba el espíritu, y aunque las paredes estaban llenas de lujo, había una frialdad inconfundible en el aire. Aquí, las reglas eran claras: la voluntad de Jimin era ley.
Cuando finalmente llegaron ante el trono, Jimin ya estaba sentado, su figura imponente sobre el asiento de oro, su capa extendida como las alas de un ave rapaz. Con una leve inclinación de cabeza, hizo que los guardias lo dejaran. La mirada del rey, penetrante y fría, no dejaba de escrutar cada detalle de Jungkook, como si tratara de leerlo como un libro abierto. El joven doncel, que al principio había sido un simple desconocido en los jardines, ahora estaba ante él como un prisionero en el escenario de su propia historia.
Jimin observó por un momento, sin hablar, cómo el doncel era colocado ante él, su postura erguida a pesar de la situación. Había algo intrigante en la forma en que Jungkook no mostraba signos de desesperación ni miedo. En la mayoría de los casos, quienes se veían atrapados en su corte caían a sus pies, rogando por misericordia o intentado manipularlo para ganarse su favor. Pero este joven, tan callado y misterioso, era diferente.
"¿Sabes quién soy?" preguntó Jimin, su voz grave y medida.
"El rey de Corea", respondió Jungkook, sin titubeos, mirando fijamente al monarca sin temor. "No necesito que me lo repitas."
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Obsesión Real
FanfictionEn un reino distante, en el corazón de Corea, existió un monarca cuyo nombre se susurraba con temor y respeto: Rey Jimin. Lejos de la imagen del líder amable y compasivo que muchos esperaban, Jimin gobernaba con mano de hierro, implacable y frío com...