El tiempo, como un río lento, avanzó en la quietud de la mañana. Aunque la tensión entre Jungkook y Jimin se había aliviado momentáneamente con aquel beso, la fragilidad de lo que estaban construyendo seguía presente, siempre al borde de desmoronarse. Jungkook no podía evitar preguntarse cuánto duraría esa paz, esa sensación de entendimiento mutuo. Las emociones que se desbordaron entre ellos eran nuevas, inexploradas, y, por encima de todo, aterradoras.Mientras Jimin permanecía cerca, con una calma que Jungkook envidiaba, él no podía dejar de sentir el peso de las expectativas, tanto propias como ajenas. El reino, las intrigas palaciegas, las personas que siempre observaban desde las sombras… Todo eso seguía siendo una amenaza latente. El amor, si eso era lo que podía llamar a lo que sentía por Jimin, no era algo que se pudiera permitir en un mundo como ese. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorarlo. Y lo peor era que no sabía si siquiera quería.
"Vamos a caminar," dijo Jimin de repente, rompiendo el silencio que había caído entre ellos. Su voz, serena, parecía sugerir que ya había tomado una decisión, pero Jungkook no sabía cuál.
Jungkook lo miró con cierta sorpresa, pero no protestó. Algo en la manera en que Jimin lo observaba, como si le estuviera ofreciendo algo más que una simple salida al jardín, lo hizo seguirlo sin pensarlo demasiado. Caminaban juntos por los pasillos del palacio, pero en cada paso, Jungkook sentía que el aire se volvía más denso, como si todo estuviera a punto de desbordarse. Los ecos de su conversación pasada resonaban en su mente. "Esto no es solo sobre mí. Ni sobre ti. Es sobre nosotros."
Jimin lo llevaba por un camino diferente, más apartado de las áreas comunes del palacio. Un lugar que Jungkook no conocía bien, lleno de pasillos ocultos y escaleras empedradas. La atmósfera se sentía distinta aquí, como si estuvieran en un rincón apartado del mundo, lejos de las miradas curiosas de los sirvientes y cortesanos.
Finalmente, llegaron a una terraza que se extendía sobre los jardines del palacio. Era un lugar más pequeño que el jardín principal, pero con una vista impresionante del paisaje: un mar de colores vivos y flores en plena floración, bañado por la luz dorada del sol. El aire era fresco, pero con un tinte de calidez que hacía que la atmósfera fuera más íntima.
Jungkook se detuvo junto a la barandilla de piedra, mirando el horizonte. No sabía por qué, pero en ese momento, se sintió increíblemente pequeño. Como si el mundo hubiera crecido en tamaño, mientras él permanecía anclado en un único punto. A su lado, Jimin se apoyó contra la baranda también, en silencio. Era como si esperara que Jungkook hablara primero.
"¿Por qué me trajiste aquí?" preguntó Jungkook finalmente, aunque no sabía si estaba buscando una respuesta real o simplemente algo para distraer su mente de la tormenta que se desataba dentro de él.
Jimin se quedó en silencio por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras. "Porque aquí, fuera de todo el ruido del palacio, fuera de todas las expectativas… podemos ser solo nosotros," respondió con calma. "Quiero que entiendas que, aunque hay muchas cosas que no puedo cambiar, lo que pasa entre nosotros es algo que puedo elegir. Y no me arrepiento de nada, Jungkook."
Jungkook lo miró, sus ojos buscando algo más en su rostro, algo que le diera un sentido de seguridad. Pero Jimin no estaba buscando tranquilizarlo. Al contrario, le estaba dando algo mucho más poderoso: la libertad de elegir. La libertad de aceptar lo que sentía, sin las cadenas de las expectativas ajenas.
"Lo que siento por ti no tiene sentido," admitió Jungkook, sus palabras fluyendo con una sinceridad brutal. "Es... es peligroso. No sé ni cómo explicarlo. Es como si estuviera caminando en la cuerda floja, y en cualquier momento, todo podría caerse."
Jimin lo miró fijamente, sin una pizca de duda en su rostro. "A veces, caminar en la cuerda floja es lo único que podemos hacer. Porque si no lo hacemos, ¿qué nos queda? Vivir una vida vacía, con miedo de todo lo que podríamos perder?"
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Obsesión Real
FanfictionEn un reino distante, en el corazón de Corea, existió un monarca cuyo nombre se susurraba con temor y respeto: Rey Jimin. Lejos de la imagen del líder amable y compasivo que muchos esperaban, Jimin gobernaba con mano de hierro, implacable y frío com...