El cuaderno quedó en la mesa, sus páginas llenas de lo que Jungkook había confesado sin querer. El peso de la revelación no desaparecía, pero, por primera vez, sentía que había tomado una decisión que no lo dejaba atrapado en las sombras. Aunque la batalla interna aún rugía en su mente, se sentía más fuerte, más consciente de su propio ser. Aun así, no podía relajarse. El juego de Jimin, aunque aparentemente victorioso en algunos momentos, todavía estaba lejos de concluir.El rey no mostró ningún tipo de emoción, ni aprobación ni rechazo. Solo observaba, como si cada paso de Jungkook fuera una pieza más de un complejo rompecabezas. Seokjin y Namjoon no dijeron palabra, pero sus ojos permanecían atentos, evaluando cada movimiento, cada respiración. La atmósfera era densa, como si algo estuviera a punto de estallar.
"Has enfrentado una parte de ti mismo, Jungkook," dijo Jimin, finalmente rompiendo el silencio. Su voz suave y cálida contrastaba con el frío que emanaba de sus ojos. "Pero esta prueba no es solo sobre mirar al interior. Es sobre cómo vives con lo que ves. Cómo actúas cuando el mundo te obliga a elegir."
Jungkook no respondía, no porque estuviera desconcertado, sino porque sabía que cualquier palabra que dijera podría ser utilizada en su contra. Estaba aprendiendo a medir sus respuestas, a no caer en la trampa de las provocaciones de Jimin. Pero el rey parecía disfrutar de ese silencio, como si jugara a ver hasta dónde llegaba la paciencia de Jungkook.
"No te equivoques, Jungkook," continuó Jimin, esta vez levantándose lentamente de su trono. Su figura oscura proyectaba una sombra larga sobre el suelo, como si la misma oscuridad lo envolviera. "Las sombras que has enfrentado en tu mente no son lo único que te aguarda aquí. Lo que viene ahora, no es algo que puedas escribir o pensar. Es algo que solo puedes hacer."
En ese momento, algo cambió en el aire. Jungkook sintió cómo una presión invisible comenzaba a acumularse a su alrededor, como si el salón mismo estuviera tomando vida. Un leve temblor recorrió el suelo, y el sonido de las puertas del salón cerrándose con un golpe sordo lo hizo tensarse. No estaba solo en este lugar, y algo o alguien lo estaba observando con ojos invisibles.
"¿Qué quieres decir?" preguntó, su voz algo más grave. "¿Qué viene ahora?"
Jimin levantó la mano, y de inmediato, un guardia se adelantó, trayendo consigo una cadena pesada que arrastraba por el suelo. Cuando el sirviente la dejó frente a Jungkook, la mirada de él se endureció.
"Esto," dijo Jimin con una sonrisa sutil, "es la última prueba. Te enfrentarás a tus deseos más profundos, no en un cuaderno, ni en una bebida. Lo harás en el mundo real, donde no puedes escapar."
Jungkook observó la cadena. Era enorme, hecha de un metal oscuro, como si fuera una prisión forjada para un ser más grande que él. Pero lo más inquietante era lo que colgaba al final de la cadena: una espada. La empuñadura estaba adornada con símbolos extraños y brillaba con un resplandor que no parecía de este mundo. La hoja parecía desmaterializarse ligeramente, como si estuviera hecha de sombras y luz, una combinación imposible de lo físico y lo etéreo.
"Es una espada," dijo Seokjin, como si fuera una explicación suficiente. "Y tiene la capacidad de cortarte, no solo físicamente, sino también espiritualmente. La pregunta es: ¿estás dispuesto a usarla?"
Jungkook se acercó lentamente a la espada, sintiendo su presencia como una amenaza latente. No había nada en ella que le ofreciera consuelo. La veía como una extensión de la oscuridad que había enfrentado, algo que podría destruirlo si no tenía el control.
"No entiendo," murmuró, tomando la empuñadura con cautela. "¿Usarla para qué? ¿Para pelear contra ustedes?"
"No," respondió Jimin, su voz tranquila y llena de autoridad. "Usa la espada para cortar lo que te limita. Esta es la verdadera prueba. Tú mismo serás el objetivo. Tienes que cortar las cadenas que te atan a tu miedo, a tus inseguridades. Esta espada puede liberarte, pero no te confundas: solo tú puedes decidir si lo haces."
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Obsesión Real
FanfictionEn un reino distante, en el corazón de Corea, existió un monarca cuyo nombre se susurraba con temor y respeto: Rey Jimin. Lejos de la imagen del líder amable y compasivo que muchos esperaban, Jimin gobernaba con mano de hierro, implacable y frío com...