Dorian, vestido totalmente de blanco, observa con profundo asco, desde el otro lado de la sala, el espantoso espectáculo. La fiesta había sido un desfile de lo grotesco; pero, ver a su ancho anfitrión vomitar litros de espesa materia rojo amarillenta en un recipiente similar a un orinal, era demasiado repulsivo hasta para él. En la guerra había visto úlceras putrefactas hartas de gusanos que ennegrecían a veces un miembro entero de los soldados; sin embargo, el festín era la cosa más inmunda que había presenciado. Lejos de tentarlo, se sentía abstemio a probar cualquier cosa.
Cuando su examinador terminó de expulsar fluidos por su enorme boca, le pidió a Dorian que lo esperara en el comedor. Ahora, sentado en el asiento de honor, el invitado observa las campanas que cubren varios platos servidos sobre la mesa, imaginando que cosas horribles deben yacer allí. Al fin entra el gordo en el sillón de ruedas más grande que ha visto nunca. Es un aparato moderno y robusto que solo se mueve con un dedo.
―En hora buena, solo te quedan dos pruebas ―dice Baal dirigiéndose a Dorian.
Dorian se pone de pie, hace una reverencia y agradece con solemnidad su invitación; luego se sienta y comienzan a conversar.
―Estoy seguro que un aristócrata como usted prefiere platos finolis ―comenta el ancho vampiro―. Pero bueno, mis bacanales no pueden fallar. El exceso es mi sello, y el de nuestra especie.
―Con todo respeto, pero los vampiros ni siquiera necesitan un sistema digestivo. La sangre fluye directamente de los colmillos hasta el corazón para ser bombeada al resto del cuerpo. Quiero decir, que no entiendo el punto ―habla Dorian.
El señor de las moscas ríe a carcajadas y señala:
―Ese es uno de los mejores insultos que he oído. Me caes bien, por eso te diré un secreto más adelante.
Al decir esto, Baal levanta una campana y varios esclavos humanos, vestidos solo con máscaras se alinean al final de la estancia. Comienzan a acercarse a la mesa a la misma vez, como si de un baile se tratara, y retiran los cloches para descubrir el banquete. Es un contraste divino, manjares delicadamente presentados reposan sobre vajilla verde oliva. El olor a sangre caliente y fresca inunda el ambiente mezclándose con los perfumes afrodisiacos de la servidumbre humana. La garganta le pica a Dorian, se pasa la mano por el cuello y afloja su corbata de marfil. Las arterias de su cabeza palpitan, sus colmillos piden que los use. Sabe que lo han hecho a propósito, solo para hacer que pierda el control. Baal no es de fiar, eso también es obvio. Detrás de sus kilos de grasa hay un ser muy astuto y calculador. Si lo prueba estará perdido, tal vez si es solo un poco no le hace daño.
―No seas descortés. Al menos prueba el corazón aderezado con sangre de virgen y vino tinto ―incita Baal.
Dorian prefiere rechazarlo a pesar de las peticiones de su cuerpo. Ser moderado es lo único que puede llevarlo a la victoria. El otro vampiro levanta los hombros despreocupado, poniendo las palmas de las manos hacia arriba.
―Ya que te niegas, te contaré mi secreto, aunque es en realidad una teoría ―apunta Baal―. Sabemos del poder de la sangre, nuestra mera existencia es el mejor fundamento que poseo. Los vampiros más antiguos son los más poderosos. Entonces me pregunto: ¿Por qué?
Dorian hace una seña indicando que no sabe. El otro prosigue:
―Creo que eso es porque en realidad su poder se basa en la sangre acumulada. Mientras mayor cantidad consumas, tus conocimientos y habilidades mejorarán. Por eso nuestra sed insaciable, es algo evolutivo.
Dorian reflexiona, no es un mal argumento. Mientras tanto, uno de los esclavos se acerca a llenar su copa de vino. Algo se enciende en él al ver la piel suave del muchacho tan cerca y expuesta. Necesita comprobar si lo que dice el rechoncho es cierto. Cede ante la tentación y encaja sus afilados dientes en el chico, que gime al sentir el dolor del mordisco. Baal sonríe airoso, la droga presente en la sangre del hombre hará efecto pronto y el huésped no podrá parar de chupar. Dorian se encuentra en un frenesí, cuando el chiquillo cae al piso, se dirige hacia los otros, que continúan tranquilos en el mismo lugar, indiferentes a lo que sucede a su alrededor. Muerde a uno de ellos desesperadamente. Gotas de sangre le chorrean por la boca manchando su ropa blanca de carmín. Los mareos se adueñan de su cabeza, comienza a alucinar y entonces, suelta a su presa.
―Bastardo, me drogaste ―protesta Dorian.
―No te detengas, puedo darte los que deseas. El conocimiento infinito está a tu alcance.
―Eres solo un embustero, eso de la supuesta "teoría" es pura bazofia. Existen varias criaturas que se alimentan de sangre y no poseen ni un solo talento antinatural. Este lugar hediondo nubla mis sentidos, me piro ―culmina Dorian levantándose.
―Puedes rechazar mis métodos pero tú también padeces la gula ―grita desde su sillón Baal―. Vives tratando de acumular tanto que no te alcanzará la eternidad para tragar todo el conocimiento que aspiras. La gula no se trata solo de comida y drogas. La abundancia desmesurada también lo es. No te creas tan superior.
Dorian mira atrás el patético espectáculo, piensa que no vale la pena responder y cierra la puerta de un tirón antes de salir. Ya van seis, solo falta uno.
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Las pruebas del vampiro
VampirgeschichtenLa comisión vampiresca te permite formar parte de los altos cargos, ganar territorios y poder si eres capaz de salir airoso de una serie de situaciones. Nuestro protagonista, un vampiro joven, pretende ser el primero de su edad en superarlas. Sus ve...