Soberbia

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  Dorian en el estrado dedica unas palabras de agradecimiento a los presentes. Como profesor y accionista de la universidad es una personalidad que inspira respeto. Va vestido de traje, como siempre; su lacio cabello blanco está recogido por un lazo carmesí en un moño bajo. Dorian se dispone a resumir su investigación, por la cual lo están premiando. Mientras habla no puede evitar sentirse el mejor en la materia, cosa que es cierta. No existe un ser en el mundo que esté más avezado en el tema que él. Advierte que mientras habla su pecho se hincha de orgullo, a cada palabra nota que se eleva sobre los demás. No necesita que reconozcan su trabajo, pero no podía rechazar la oportunidad de compartir sus saberes. Su elocuencia y su elegancia hacen de la conferencia un derroche de gracia. En medio de la exposición, alguien sentado en primera fila capta la atención del maestro; usa ropa negra y accesorios oscuros y finos. El señor permanece formal con las largas piernas cruzadas, en su mano reposa un delgado bastón de caoba, y sus ojos oscuros observan cada gesto de Dorian. La actitud arrogante y la mirada inquisitiva del señor oscuro hacen que se sienta incómodo. *Debe ser uno de ellos* piensa el exponente para sí. Dorian termina la parte que tenía prevista y comienza a revelar los errores de su trabajo. El público se muestra más interesado, aunque la altiva figura no cambia su postura. Al fin termina. El auditorio rebulle de agitación ante una ponencia tan controvertida.

  Poco a poco, los espectadores se alejan del lugar. Solo quedan Dorian y el misterioso vampiro de la primera fila. La soledad lúgubre reina en la inmensa sala. Las gruesas cortinas no le permiten la entrada al sol matutino y el aire acondicionado en el punto perfecto crean condiciones similares a una cripta vampírica.

―No creas que por reconocer las fallas de tu trabajo voy a creer que te volviste humilde mágicamente. Siempre has sido orgulloso ―dice de forma arrogante el líder de la junta de admisión―. Los vicios trabajan juntos bajo mi mando. Me presento: puedes llamarme Pride.

―Creía que no revelaban su identidad explícitamente ―declara Dorian corriendo una silla para estar más cerca de su evaluador.

Pride se ríe burlón y responde:

―No tengo intención de esconderme, menos si eres tan perspicaz. Las pruebas son innecesarias para decidir tu admisión. Mi boto es a tu favor, aunque eres tan altivo como el resto.

Esa comparación había sido como un golpe directo a la cara de Dorian, quien contesta contrariado:

―Estoy orgulloso de ser vampiro y no desprecio al hombre que fui. La mayoría creen que existen dos bandos: los que añoran su parte humana y odian a su propia clase, o los que desprecian a los humanos porque se creen superiores a ellos. No se dan cuenta que tenemos que aceptar nuestros dos lados. Ser vampiro no es una opción, tienes que ser elegido. Eso crea la paradoja.

―Tal vez odian a los humanos porque fueron patéticos en vida o porque al ser arrastrados a la oscuridad se niegan a aceptarlo ―expresa Pride―. De todas formas no soy capaz de entender esos pensamientos mundanos. Yo nunca fui humano. Soy el vampiro original, existía incluso antes que el hombre. Dicen los cristianos que la creación fue manchada desde el inicio con la soberbia, ese era yo.

Dorian pasa a un estado de excitación sin precedentes. Ese que está sentado frente a él podría tener las respuestas a tantos años de investigación.

―Me alegra que opines abiertamente. Estoy demasiado viejo para que me mientan. Creo que he revelado lo suficiente ―señala el guía de los príncipes del infierno―.  Te doy mi voto porque eres un caso especial. Tu padre era un híbrido cazador de vampiros. Nuestra existencia te causó tanta curiosidad que te volviste médico para poder entendernos. Los conocimientos humanos no te bastaron y te convertiste en aquello que tu padre odiaba; no por orgullo o propia vanidad, no para ser superior; lo hiciste por la investigación. Eres un erudito, vives por y para el conocimiento. Me resultas interesante. Te estaré vigilando, procura no decepcionarme.

Pride se levanta de su asiento, recoge su bastón y se aleja haciendo ecos con sus pasos en el lúgubre salón. Dorian lo mira maravillado. Después de lo que pasó con su hermano Bran no creía que admiraría tanto a alguien más. Siente como si todo lo que ha logrado hasta ahora no signifique absolutamente nada. Su modesta existencia está presenciando al pecado original.

Las pruebas del vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora