Lujuria y Tristeza

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Dorian despierta en una pacífica cabaña del bosque. Es bien entrada la madrugada y ella no ha llegado, es raro que se retrase. Sale hacia el convento a buscarla. El aire cambia de dirección y el olor a humo le golpea la nariz. Tiene un mal presentimiento. Se convierte en lobo para llegar más rápido. Llega al pueblo y vuelve a tomar su forma humana. Las gentes están despiertas a pesar de la hora. Camina hacia la plaza donde una pira enorme es el centro de atención. Amarrada a un palo, Iris reza en voz alta. Una lágrima de sangre cae por la mejilla de Dorian. Avanza hacia el frente y un semblante familiar le corta el paso.

Dorian despierta agitado, hace muchos siglos que había dejado de soñar con esa época, la culpa era de esa mujer. Sale de su cripta para fumar en el balcón, necesita relajarse. Cuando llega, Bran se sorprende al verlo aún en piyama. Su hermano le había pedido perdón y se había quedado a vivir con ellos después del incidente.

― ¿Qué pasa? ―pregunta Branley.

―El otro día vi a una mujer que se parecía a Iris.

Bran se impresiona al oírlo decir ese nombre. Iris formaba parte de los recuerdos más oscuros de Dorian, recuerdos de sus inicios como vampiro.

―Solo era lujuria haciéndose pasar por ella. La primera vez que la vi se me hizo familiar, ahora entiendo el porqué.

―Eso cambia de forma según la víctima. No es femenina o masculino, simplemente se adecua a tus deseos más perversos ―explica Bran―. De vez en cuando nos encontramos.

―Conmigo le fue pésimo. Me dio tanta rabia que usara su imagen que casi la mato. Una vampiresa por muy hermosa que sea no puede deshacerse de su aura de mujer fatal. Iris era pura, yo amaba su inocencia, su piedad y su capacidad de perdonar. La asesinaron por hereje, por sentir piedad de un ser de la noche, por amarme. Yo que creía que sus deseos pirómanos habían quedado en la Edad Media. Estúpidos humanos.

En esa época Dorian no pudo salvar a Iris. Ellos se conocían desde niños y siempre habían estado enamorados. Cuando él partió a la guerra, ella se entregó a la iglesia. Por azares del destino se reencontraron. Él era una criatura de la noche y estaba herido; ella cuidó de él y lo escondió para que se recuperara. Su casita escondida en el bosque había sido testigo de la pasión desenfrenada entre un humano y un vampiro. Sus deseos carnales los dominaban. Experimentaron un goce adictivo. Ni una sola noche de su relación dejaron de disfrutar con sus cuerpos desnudos.

Esa fatídica noche, el padre de Dorian los encontró y la denunció a la iglesia. Las noches ya no eran idílicas. El cazador experimentó con su hijo vampiro de varias maneras para devolverle su humanidad. Después de años buscando, Bran dio con su paradero y lo sacó de su prisión. Su padre era tan viejo y frágil que Dorian sintió compasión y lástima por su alma llena de odio, no quería ser como él y le perdonó la vida. Se suicidó al poco tiempo de su escape.

Hoy le daban a Dorian los resultados de la prueba. Con cinco votos a favor y dos en contra había pasado con excelentes resultados. Los premios le serían entregados en breve. Pride había aceptado una entrevista para ayudar en su investigación. Tras tanto esfuerzo y estrés sus aptitudes habían sido reconocidas. Todo salió acorde a lo planeado, excepto por el vacío en su pecho.

Su familia daba una fiesta para celebrar su éxito, pero Dorian está melancólico y apartado de la velada en el balcón de su estudio. Jezebeth se acerca contoneando sus caderas de forma sensual, le da un beso profundo y frota su entrepierna. Solo su esposa podía hacerlo olvidarse de todo, ella siempre tan precisa. Dorian se aparta de sus carnosos labios oscuros y le muerde el moreno cuello desesperadamente. Las hormonas de lujuria se mezclan con la sangre.

―Te amo ―susurra su amada.

Dorian sonríe de felicidad y le besa la mejilla. Rompe el vestido rojo de Jezebeth en un ataque de euforia, ella no lleva ropa interior debajo. Su cuerpo desnudo es un espectáculo digno de admiración. Dorian se detiene y recorre el cuerpo de su mujer con la lengua. Ella gime de placer y su cuerpo se eriza ante el contacto. Ella lo empuja hacia atrás y le quita la ropa despacio, le encanta desesperarlo. Los dos están listos para el sexo. Dorian la sube al escritorio y la hace suya, así como él es de ella. Comienzan a jadear, ella le araña la espalda y él le agarra el cabello oscuro y lacio. Los dos están ardiendo, Jezi le muerde el cuello y estallan juntos de placer. Ella lo vuelve a besar y le dice:

―Iré a vestirme. Si esa hubiese tomado mi forma le habría sido más fácil hacerte caer ―comenta Jezebeth.

Dorian ríe malicioso y señala:

―Es cierto... Pero creo que ellos quieren saber hasta donde somos capaces de llegar por lo que deseamos. Son más peligrosos de lo que creía, es mejor mantenerlos contentos.

―No es momento para eso. La fiesta espera por ti. Por cierto, nuestro hijo viró de su viaje para felicitarte ―refiere su sensual mujer lo besa y sale de la habitación.

Fin

Las pruebas del vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora