Capítulo 2

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Eileen

Me desperté, aturdida. El pitido inicial al despertar fue fuerte, pero todavía podía distinguir el ruido de la carretera. Iba en un coche. El aire denso olía a gasolina y cigarrillo. Tuve que reprimir las ganas de vomitar. Encontraba repugnante la combinación de olores.

Intenté ver las calles por las que me estaban llevando, datos útiles que podría usar si conseguía huir (lo que sería imposible en mi condición actual), pero nada se mostraba ante mí. Las ventanas estaban tintadas. Tampoco podía ver el parabrisas desde el terrible ángulo.

Los dos secuestradores parecían discutir entre ellos, voces elevadas en un idioma que no entendía. Mi cabeza dolía demasiado para entender, incluso si se hubiera tratado de mi propio idioma. Lo que decían no eran más que ecos sin sentido. Y no podría importarme menos en mi situación.

El conductor debía ser el segundo hombre que no había conseguido ver, el desgraciado que había oprimido mis gritos y robado mi conciencia. Tenía un tatuaje en su mano derecha, algo parecido a una estrella.

Intenté incorporarme con esfuerzo, encontrándome con la desesperanza. Mi cuerpo ni siquiera tenía la fuerza para ello. Intuí que me habían drogado con algo más complejo que droga callejera, mis movimientos limitados y mi estado semiconsciente fueron algunas de las pistas clave.

El cuero del asiento sonó, delatando mi estado, por lo que ambos hombres silenciaron su charla.

—¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? —dije, arrastrando cada sílaba entre descontroladas pausas—. ¿Por qué me estáis haciendo esto?

Parpadeé pesadamente, intentando concentrarme.

—No necesitas saberlo —el copiloto dijo. Supe que era el mismo con el que había hablado en un principio, el acento todavía era marcado.

No iban a darme ninguna respuesta. Si quería saber lo que harían conmigo, solo podía averiguarlo por mí misma. Cientos de posibilidades se instalaron en mi mente, la cual difícilmente conseguía procesar la información.

¿Sería violada?, ¿extorsionada...? Mis pensamientos se detuvieron en la palabra clave. Dinero. Seguramente querían eso, todo el mundo lo quería, y yo tenía, mucho. Mis padres se habían encargado de que lo tuviera en mi mayoría de edad.

El coche se detuvo abruptamente, desvaneciendo mis pensamientos y enviándome con un golpe seco al hueco frente a los asientos. Gemí sorprendida, mis brazos y piernas amortiguando la mayor parte del impacto.

—Ten más cuidado. Si la mercancía se daña, será tu parte del dinero la que disminuya —uno advirtió en mi idioma. Quería que pudiera entender lo que era para ellos, lo que iba a ser. Mercancía. Esa palabra se repetiría en mi mente toda mi vida.

Me empujaron fuera del coche y el segundo secuestrador me llevó en sus hombros. No estaba atada, por supuesto, en mi estado no lo necesitaba. Cogí aire y lo solté, lenta y dolorosamente. Para mí no poder luchar era peor que llevar cadenas.

Vi que estábamos en un garaje. Hacía frío comparado con el calor de la calle. El coche que habían usado era el único allí, aunque era lo que menos me sorprendía.

Intenté levantar mis brazos y golpear la espalda de aquel hombre. No para huir, sabía que era imposible en el estado en el que me encontraba, sino como una forma de agresión al hombre que se atrevía a arruinar mis recuerdos. Fue imposible. Mis brazos apenas respondían y mis pensamientos estaban cada vez más desordenados.

—No te molestes chica. La dosis que te hemos dado te dejará así durante el tiempo suficiente.

El tiempo suficiente, ¿para qué? No lo entendía. Esto no parecía un secuestro normal.

Ciudad en llamas [perdizione #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora