Capítulo 7

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Eileen

Una fuerte sensación me incomodó. Mi pecho se retorcía, agitado y encogido. Era una pesadilla. Abrí los ojos de golpe, cerrándolos al momento a causa de la luz del sol. Una lágrima descendió. Había vuelto, el recuerdo de la noche en la que murieron mis padres. El accidente, los gritos, la llamada. Tenía miedo de quedarme dormida y volver a soñar, aunque los párpados me pesaban y el cansancio me ganaba.

Me giré y cambié de postura, acomodándome con una pierna doblada y el brazo estirado. Al contrario de lo que esperé, mi brazo no cayó sobre el colchón mullido, en su lugar se encontró con algo duro y caliente. Me asusté y volví a abrir los ojos. Era el mafioso. Mi brazo estaba sobre el abdomen desnudo del mafioso. Parpadeé varias veces, creyendo que era producto de mi imaginación. No lo fue.

Me alejé de forma brusca y un sonido extraño salió de mi garganta, alertándolo. Dean abrió los ojos inmediatamente después, observándome con precaución.

—¿Qué haces en mi habitación? —Eso me sorprendió.

—¿Por qué me has quitado mi pregunta?

Él analizó el espacio, concluyendo con la voz ronca:

—No es mi habitación.

—No, claro que no lo es. ¿Qué haces aquí?

—No estoy seguro. ¿Cuándo me he quedado dormido? ¿Cómo...? —Parecía hablar para sí mismo en vez de estar respondiéndome.

Él seguía confuso, menos de lo que lo estaba yo, divagando y mirando su móvil. Lo estudié, con tan solo un pantalón gris, el pelo revuelto y sus ojos del mismo azul que el Océano Índico escondidos tras una capa de largas y espesas pestañas. Debía admitirlo, el hombre tenía un atractivo que en otras circunstancias me hubiera cautivado. No en estas que parecían sacadas de un libro de romance cutre y tóxico. Hombre de buena apariencia y jefe de una mafia secuestra a una chica y se terminan enamorando. Ugh, no podría. Lo único que tenía de bueno era su físico... Detuve mis pensamientos en ese punto. No entendía que hacía teniendo insensatas ideas cuando debía estar preocupándome por algo más.

—No habrás intentado aprovecharte de mí, ¿verdad? —Me observó, ofendido.

—No te tocaría ni despierta. —En ese momento, la ofendida era yo.

—Eso no es lo que parecía ayer.

—Por la forma en la que lo dices parece que quieres que lo vuelva a hacer —insinuó.

Hizo un movimiento peligroso, acercando su rostro a centímetros del mío. Con los hechos del día anterior todavía golpeando mis recuerdos, reaccioné con los sentidos alerta y la guardia alta. Lo evité, empujando mi cuerpo hacia atrás y cayendo entre los almohadones. La peor postura si sus intenciones hubieran sido tan peligrosas como quiso hacerme creer. Dean no se movió más allá, dando a entender que se trataba de otro juego.

Él sonrió, una sonrisa ladina y orgullosa. El muy idiota. No iba a permitir que se riera a mi costa. Yo también podía jugar a este juego.

—Tal vez sí quiero.

Abrí las piernas lentamente, incitándolo. Los pantalones cortos permitieron ver una abundante exposición de piel limpia hasta la mitad de mis muslos. Debía ser suficiente para callarle la boca un rato.

—¿No es esto lo que querías? ¿Que me abriera para ti? —añadí, subiendo unos centímetros el borde del lado derecho del pantalón.

Su sonrisa se borró en un instante. Le oí tragar saliva con fuerza. Sus pupilas se dilataron, consumiendo el azul cristalino que poco a poco se iba oscureciendo. Dios, él me estaba mirando de arriba abajo, contemplándome como si fuera una presa, un trofeo de caza que colgar en las paredes de su casa. Empecé a arrepentirme de mi decisión de provocarle.

Ciudad en llamas [perdizione #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora