Dos

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Habían pasado ya dos semanas en las que ____ había marcado su distancia con número Cinco, aún con él miedo de lo que había pasado el primer día, no se atrevía a tocarlo o entablar palabra con él; si les tocaba competir en los entrenamientos, siempre utilizaba su poder para causarle dolores que pudieran inmovilizarlo.

Pero a número Cinco nada de eso le parecía, una pizca de curiosidad había quedado en él desde aquel momento y desde que sorprendió a la chica lavando su blusa blanca manchada de sangre justo del lugar donde él la había tocado.

- Número ocho - hablo Cinco viendo a la chica bajar las escaleras de manera apresurada, ella apretó sus labios y aceleró el paso - ¡_____! Puedes dejar de evitarme - se teletransporto frente a ella causando que sus pies se cruzarán y tropezará, el alcanzo a tomarla y la misma chispa apareció, entre sus manos y la cintura de la chica; está solo cerro los ojos esperando la punzada que segundo más tarde llegó.

- Cinco, me lastimas - jadeo empujando al chico y cayendo al suelo sentada, levantó su blusa descubriendo las marcas de sus dedos en su cintura - ¿Pero cómo haces eso? - lo miró horrorizada y él retrocedió si entender que había pasado.

- ¡No lo sé! Yo solo intente ayudarte - jadeo mirando su cintura y se alejo por instinto - Iré a buscar a Pogo y mamá, no te muevas - ____ solo asintió mirando al suelo mientras aguantaba el dolor y ardor de su piel.

- ¡Número Ocho! ¿Que haces ahí tirada? - la voz demandante y seca de Reginald se hizo presente en la enorme habitación, en ese momento deseo que Cinco estuviera ahí para su rescate.

- Me he caído - Murmuró temerosa y el la miró incrédulo.

- ¿Y que te ha pasado en la cintura? - estaba más cerca de ella, mirando con detenimiento las marcas rojas de su piel.

- Es alérgica a mi tacto, al parecer - Cinco apareció de la nada, miró a Reginald y este pareció bastante interesado en lo que Cinco decía.

- ¿Cómo llegaste a esa deducción Cinco? - acomodo su monóculo mirando fijamente a ambos jóvenes.

- Siempre que la tocó le causó dolor y algún herida que posiblemente sea grave - torció el gesto mientras hablaba, _____ tocó las marcas haciendo una mueca.

- ¿Causa el mismo efecto si ella es la que te toca a ti? - Cinco pareció dudar, pero es que en realidad no tenía idea.

- No lo sé - hablo sin más y Reginald sonrió de una manera que podía intimidar a cualquiera.

- Averigualo, no la toques, deja que ella te toque - _____ abrió los ojos alarmada y negó asustada.

- No no, ¿Qué tal si me hago daño sola? Es horrible el dolor - jadeo asustada y Cinco la miró por primera vez con algo de empatía.

- Hay experimentos que merecen el dolor, número ocho - ella mordió su labio y el aura de Reginald frente a ella la hizo ceder, acercó su mano con cautela a Cinco, queriendo apenas rozar sus dedos, cuando finalmente lo tocó, cerro sus ojos con fuerza esperando el dolor, pero nada paso.

Cinco en cambio miraba con asombro la luz que se extendía entre sus manos, parecía una explosión de colores, hasta que ella alejo su mano, asustada y confundida.

- ¿Y bien número Cinco? ¿Qué sentiste? - Cinco la miró, con un brillo en los ojos que ella podía entender, su interior explotaba en emociones después de ese tacto, pero a diferencia de ella, el no sentía dolor.

- Nada - murmuró sin más mirando a su padre, aunque sus dedos hormigueaban por sentir el tacto de la chica nuevamente.

- Pogo y yo haremos unos estudios hasta saber que pasa.

Camino sin mirar atrás, dejando a número Ocho confundida y a Cinco con un ligero disgusto dentro de él.

- ¿De verdad estás bien? - ____ hablo apenada y Cinco la miró, al fin ella podía apreciar el color de sus ojos, tan verdes y profundos, llenos de emociones y un destello dentro de ellos.

- Lo estoy, mira - le mostró su mano, intacta ante el toque, ella miró su mano de igual manera preguntándose porque si ella lo tocaba ninguno de los dos sufría daño.

- Es muy extraño - hablo estirando su mano hacia él y el asintió dejando que ella lo tocará.

- El destino nos está jugando una mala broma - los dedos de ____ se pegaron a los suyos, sus manos encajaban a la perfección, era como si el destino hubiera puesto dos almas gemelas, no destinadas a estar juntas.

Sin Tocarte |CINCO HARGREEVES|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora