UN MÉDICO SEXY

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EL MÉDICO

HARRY

Si una clínica privada es elegida la número uno del estado y una de las cinco mejores del país por enésimo año consecutivo, el premio debería ser la erradicación total de mañanas como la de hoy. Esta ha sido la tercera vez esta semana que me he encontrado cara a cara con una paciente con la que estaba perdiendo el tiempo. Cara a cara con una paciente que quería que yo personalmente examinara su coño.

—Por enésima vez, señora Aberdeen... —Hice clic con el bolígrafo—. No le pasa absolutamente nada. Sus análisis de orina y sangre son sanísimos, y está desperdiciando tanto su tiempo como el mío. Tengo pacientes esperándome para tratar temas realmente serios.

—Lo sé, y yo soy una de ellos. —Sonrió y, con un gesto juguetón, tiró del dobladillo de su vestido de seda por encima de sus muslos—. Siento que me está ocurriendo algo extraño aquí abajo...

—¿Ahí abajo? Estoy seguro de que es capaz de decir «vagina», si se refiere a eso.

—Vale. Me está pasando algo en... la vagina. —Se mordió el labio y sonrió de nuevo.

«Hoy no estoy de humor para estas mierdas».

Dejé su expediente a un lado y comencé a escribir una anotación:

«A la paciente no le pasa nada malo».

Era la cuarta citología que le hacía en cuatro meses, la definición misma de la palabra «innecesario».

—Como ya le he dicho, señora Aberdeen —dije, negando con la cabeza—, no solo debería irse a casa: es necesario que lo haga.

—No estoy convencida. —Se cruzó de brazos—. ¿No puede comprobarlo otra vez?

—No.

—¿No? No puede decirme «no».

—¿Prefiere que le diga «no follaremos»? No me mire boquiabierta, señora Aberdeen. No es no.

—¿No ha hecho el juramento hipocrático? —Movió un dedo delante de mi cara—. ¿No hay algo en él referente a tratar a las personas con amabilidad y simpatía? Estoy segura de que eso significa que tiene que preocuparse de sus pacientes, es decir, de mí, y que debe creerles cuando le dicen que les duele algo.

—En primer lugar, usted es no mi paciente, y esta no es mi especialidad. En segundo lugar, sabe muy bien que su médica de cabecera, la doctora Laurel, siempre está fuera los jueves, así que ni siquiera debería haber venido hoy.

—También sé que usted ha realizado más citologías antes en ausencia de la doctora Laurel. He tratado de reservar una cita con usted en su especialidad, pero la recepcionista siempre me dice que no hay hueco. De todos modos...

—Entrecerró los ojos mirándome—. Me gustaría que pusiera educadamente la cabeza entre mis piernas y me examinara la vagina, doctor Styles. Hágalo ahora, o le dejaré una reseña negativa de dos estrellas.

—¿Por qué no dejar una crítica de una estrella?

—No estoy bromeando. Mi hija trabaja en la sección de local de The New York Times, y haré una crítica feroz tanto a usted como a la clínica; les llevará años recuperar la reputación que tienen.

Puse los ojos en blanco y cogí un par de guantes.

—Súbase a la camilla, por favor.

Sonrió y se acomodó en la camilla, echándose hacia atrás, como si eso fuera lo más maravilloso de su vida. Llamé a una enfermera y esperé a que entrara en la habitación: quería asegurarme de que hubiera alguien presente como testigo de la consulta.

Sexy - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora