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LA RESIDENTE

NATALIE

El viernes me quedé parada en medio del vestíbulo de un brillante edificio de cristal que estaba ubicado entre dos bloques de apartamentos en Park Avenue. Había unos cuantos sofás y sillas negros colocados estratégicamente en el suelo de mármol, y un ascensor en el centro con las puertas plateadas. Las palabras «CENTRO MÉDICO AVANZADO PARK AVENUE» aparecían grabadas en una pared justo enfrente de mí, con una larga lista de nombres de médicos debajo.

«Sin duda no parece una clínica privada...».

—Perdón. —Me acerqué al guardia de seguridad—. Tengo programada una cita. ¿En qué planta está el Centro Médico Avanzado Park Avenue?

El hombre arqueó una ceja, como si no pudiera decidir si estaba gastándole una broma o no. Luego se echó a reír.

—El grupo de salud ocupa todo el edificio, señorita —me informó, presionando el botón superior—. Sin embargo, lo más seguro es que esté citada con Emily. Decimosexta planta.

—Gracias. —Entré en el ascensor y presioné el piso dieciséis cuando las puertas se cerraron.

En el momento en que la cabina se detuvo y abrió las puertas en el decimosexto piso, me quedé boquiabierta. Se parecía más al pasillo de un resort de vacaciones que a una clínica privada. Las ventanas panorámicas de suelo a techo ofrecían una vista perfecta de la lluvia; había lujosas sillas frente a la ciudad, y el enorme escritorio de cristal en el centro de la habitación era el único detalle de que podría ser un lugar donde se dedicaban a la atención médica.

Unas mujeres vestidas con uniforme azul claro comparaban notas y se reían, y una doctora con una bata blanca y un vestido negro hablaba por el teléfono del escritorio.

—¿Eres Natalie? —Una rubia pizpireta se detuvo delante de mí—. ¿Natalie Madison?

—Sí, soy yo.

—¡Genial! ¡Llegas justo a tiempo! Dame el abrigo. No querrás que se llene de polvo cuando te enseñe las secciones en proceso de renovación...

Me quité el abrigo y ella sonrió cuando se lo entregué.

—Supongo que tienes una cita especial justo después... Asentí.

—Entonces haremos un recorrido corto. De todas formas, la mayoría de los médicos se han ido ya.

Observé que las enfermeras me señalaban mientras ella se alejaba, y comencé a arrepentirme de haber ido ya vestida para la cita. Llevaba un vestido negro sin tirantes que me cubría justo hasta la mitad de las piernas. El corte del escote era lo suficientemente bajo como para dejar a la vista la parte superior de mis senos por encima de la tela, y los tacones de aguja, rojos y plateados, estaban muy lejos de ser apropiados para conocer a mis futuros compañeros de trabajo.

Sin embargo, Emily no mencionó mi atuendo cuando regresó. Solo me cogió de la mano y empezó a enseñarme lo que había en la planta dieciséis. Se puso a hablar a mil por hora, abriendo puertas aquí y allá, presentándome a algunos de los médicos que todavía estaban sentados en las consultas. Cuando me di cuenta de que, literalmente, me iba a enseñar los veinticinco pisos del edificio, tomé nota mental de traer zapatos planos a diario.

—A este lo llamamos el pasillo de tratamientos —me informó mientras recorríamos la que debía de ser la quinta planta—. Hay dieciocho salas de tratamientos para los pacientes internos de día y cinco salas para pacientes que pasan la noche. Es raro que tengamos que ocuparnos de alguien durante la noche, pero, si lo hacemos, tú u otro de los otros residentes tendríais que tenerlo en observación hasta la mañana.

—Entiendo... —La seguí de regreso al ascensor—. ¿Cuáles son las reglas para la vestimenta de los residentes?

—¿Reglas para la vestimenta de los residentes? —Se rio—. La proporción de mujeres a hombres aquí es de sesenta y cinco a treinta y cinco, y la proporción de la junta es aún mayor: creo que setenta por ciento de mujeres y treinta por ciento de hombres. Eso quiere decir que no hay reglas para la vestimenta... La mayoría de las enfermeras y residentes usan sus uniformes médicos favoritos, y los médicos visten como quieren debajo de las batas blancas.

—¿Qué? —Me sorprendían por completo los números que ella me había revelado—. ¿En la clínica hay entre un sesenta y cinco y un setenta por ciento de mujeres?

—Claro. —Sonrió y me indicó con un gesto que volvíamos al piso dieciséis—. ¿Por qué crees que somos la mejor clínica privada del estado?

—Ahhh...

—Pues eso. —Me guiñó un ojo—. Creo que los dos únicos médicos de la junta que aún no has conocido son la doctora Laurel y el dueño de la clínica, el doctor Styles... —Chasqueó la lengua—. La doctora Laurel hace más trabajo externo que cualquier otro médico del personal, por lo que probablemente solo la verás durante las reuniones mensuales del personal, y el doctor Styles...

—¿Qué pasa con el doctor Styles? —dijo desde atrás una voz profunda que nos sorprendió a los dos.

Lentamente me di vuelta, y jadeé cuando vi al hombre que acababa de hablar. Sin duda, era el hombre más sexy que había visto en mi vida, y me hizo pensar en el sexo en el acto. Sus brillantes ojos azules resplandecían bajo las luces fluorescentes del vestíbulo, y se estaba pasando una mano por el corto cabello negro con expresión divertida, como si me estuviera leyendo la mente. Llevaba la bata blanca por encima de una camiseta gris con el cuello en V, lo que dejaba en evidencia a todos los médicos que la hubieran usado alguna vez por la forma en la que la tela se pegaba ligeramente a sus músculos.

—Estaba diciéndole a la nueva residente, la doctora Natalie Madison, que usted y la doctora Laurel son los únicos médicos que le quedaban por conocer —explicó Emily—. Me alegro de que ahora solo nos quede uno, pero no creo que veamos a la doctora Laurel en breve. —Me miró—. Gracias por venir, Natalie. Iré a buscar tu abrigo.

Y, dejándome a solas con el doctor Styles, se alejó.

«Se supone que los médicos no pueden resultar tan sexys... No es posible que este hombre sea médico de verdad...».

—Encantado de conocerla, doctora Madison —dijo, tendiéndome la mano.

—Igualmente, doctor Styles. —No podía dejar de mirarlo aunque lo intentara, y por la forma en que curvó los labios en una sonrisa pecaminosa, estaba segura de que él también lo sabía.

—¿Emily le ha enseñado mi consulta? —Sus dedos me acariciaron ligeramente la palma de la mano y prendieron fuego en mi piel con el simple contacto.

—No, creo que su puerta estaba cerrada cuando pasamos.

—No debería haberlo estado. —Soltó mi mano lentamente—. Por favor, acepte mis disculpas.

Asentí. La forma en que me estaba mirando en ese momento me hizo desear estar usando bragas.

—¿Quiere que le enseñe mi consulta ahora mismo?¿Personalmente?

«Demonios, sí...».

—No. Mmm... en realidad tengo que marcharme. Tengo una cita.

Me miró de arriba abajo mientras separaba los labios lentamente, observándome el vestido.

—¿Eso quiere decir que tiene novio?

Iba a ponerme a explicarle que en realidad era un tipo del que me había hecho amiga online hacía meses, pero me detuve. Realmente no le importaba a dónde estaba a punto de ir, y necesitaba poner fin a la típica fantasía del jefe y la empleada antes de que empezara siquiera.

—Sí. Tengo novio, llevamos mucho tiempo juntos.

—Vaya, lamento mucho escucharlo. —Sonrió de nuevo cuando Emily regresó con mi abrigo—. Tengo muchas ganas de trabajar con usted, doctora Madison.

—También ardo en deseos de trabajar con usted, doctor Styles.

Sexy - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora