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LA RESIDENTE

NATALIE

—Entonces, ¿estás afirmando que nunca vas a decirle que fuiste tú quien lo plantó? —Shannon estaba sentada frente a mí en nuestra cafetería favorita—. En serio, no creo que sea tan importante, y tal vez se reiría, ¿sabes?

—A mí no me parece divertido. —Tomé un sorbo del café con leche—. Tenemos una muy buena relación laboral en este momento, y, para mi sorpresa, me gusta trabajar en una clínica privada mucho más de lo que pensé nunca. Es genial.

—Bien, me alegro por ti. ¿Es un buen jefe?

—Sí, lo es. Ha sido muy amable y paciente conmigo enseñándome todos los gráficos que tengo que hacer, y no quiero estropear el buen rollo. No puedo permitirme echar eso a perder.

—Ya veo... Entonces, al trabajar con él, ¿te atrae menos?

«¡Joder, no...»!.

—Sí, un poco. —Mentí porque no podía admitir la verdad sobre el doctor Styles. Básicamente era sexo en movimiento, y todos en esa clínica lo sabían. Demonios, incluso lo sabían sus pacientes. De hecho, estaba casi segura de que el veinte por ciento de sus pacientes estaban perfectamente y de que reservaban aquellas sesiones de terapia a trescientos dólares la hora para poder mirarlo y coquetear con él.

Al principio pensaba que podría manejarlo. Sinceramente, pensaba que aquellos sencillos gestos de traerme un café por la mañana, ofrecerse a traerme el almuerzo o permitirme estar presente en las sesiones finalmente harían que lo viera como algo normal, pero por las noches, cuando me acostaba sola en la cama, mis dedos se colaban por debajo de las bragas y lo único en lo que podía pensar era en él.

Estaba haciendo todo lo posible para evitar estar cerca de él a solas, porque no le costaba nada ponerme caliente, pero con cada mirada que me lanzaba y cada bocado que daba a sus preciados regalices, me recordaba que realmente, si quisiera, podría sentirlo profundamente dentro de mí.

—Guau... —Shannon se levantó de la mesa cuando comenzó a sonar el busca—. Es uno de mis internos. Tengo que irme.

—Nos vemos en casa más tarde —le dije—. Pero espera un momento... Dime, ¿hacer la residencia en el Manhattan Medical es como pensaba que sería? ¿Tan genial como imaginábamos?

—En absoluto. —Sonrió, mintiendo como la buena amiga que era—. Es absolutamente horrible, y creo que lo odiarías.

—Gracias.

Me dio un abrazo y salió de la cafetería.

Me tomé mi tiempo para tomarme el resto del café con leche, pues había decidido ir al trabajo una hora antes para hacer un trabajo extra para el doctor Styles.

En el momento en el que entré en «nuestro» despacho, noté que la distribución era diferente. Había movido mi escritorio a una esquina y había colocado dos estanterías llenas de archivos al lado, y no solo eso, sino que había instalado un biombo plegable que separaba mi lado de la oficina del área donde los pacientes se tumbaban en el diván. Ah, y se había llevado los dos jarrones llenos de regalices que me había regalado el día anterior por ser una gran residente. Los tenía en su escritorio, donde había cuatro más. Él tenía seis y yo cero.

«¿Qué coño está pasando?».

—Buenos días, doctora Madison. —Apagó las luces cuando entró en el despacho, unos segundos después—. Ha venido muy temprano esta mañana.

—Sí, quería trabajar en la ficha de Letterman antes de que tengamos la sesión de hoy.

—No «vamos» a tener ninguna sesión con él —dijo en tono seco—. Solo estaré yo presente. Tendrá que salir de mi despacho cuando venga él y hacer su trabajo en la sala de descanso hasta que termine la sesión. Durante el resto de la semana tendrá que salir de mi consulta cada vez que vea a un paciente. —Parpadeé, completamente confusa—. Además —dijo, señalando las estanterías—. ¿Ve esos archivos que he puesto ahí? —No respondí, solo asentí—. Necesito que todos estén clasificados para finales de semana, por lo que le sugiero que comience con las sesiones más actuales de los pacientes. Eso facilitará mucho su trabajo. ¿Alguna pregunta? Parece que tiene algo que decir.

«¿Eres bipolar?».

—Mmm... ¿Por casualidad ha olvidado la medicación para...? —No continué cuando noté que me miraba con los ojos entrecerrados, retándome a que completara esa frase—. Con el debido respeto, doctor Styles, necesito hacer prácticas. Ese es el objetivo de la residencia. No puedo pasarme todo el día archivando papeles.

—Pues eso es exactamente lo que va a hacer durante todo el día.

—No... —Me crucé de brazos; odiaba que incluso cuando estaba comportándose como un completo imbécil conservara todavía la capacidad de excitarme—. El programa que crearon su equipo y usted tan cuidadosamente indicaba que durante los tres primeros meses estaría trabajando directamente con usted, aprendiendo las mejores formas de manejar la terapia cognitiva. No decía nada sobre archivar historiales todo el día.

—¿Me está desafiando?

—Solo se lo recuerdo. —No iba a dejar que me pisoteara, por muy húmedas que tuviera las bragas en ese momento—. No me importa ordenar los archivos, y no me importa trabajar horas extra para hacerlo.

—No le pagaré horas extra.

—En cualquier caso —dije, entrecerrando los ojos mientras lo miraba—, no me importa poner esos archivos en el orden de importancia que quiera, pero si cree que va a obstaculizar mi carrera de alguna manera porque está teniendo un mal día y no ha tomado su medicación, va a tener que esperar sentado, doctor Styles.

—¿En serio, doctora Madison?

—Sí, en serio. —Miré directamente a sus preciosos ojos azules—. Lo digo totalmente en serio.

—Mmmm... —Una leve sonrisa asomó a sus labios, pero no dejó que se quedara—. Entonces, lo que está diciendo es que le prometieron cierto tipo de procedimientos en su residencia y espera que acate esas órdenes y haga exactamente lo que le han dicho, ¿correcto?

—Sí. Eso es precisamente lo que estoy diciendo.

—¿Entonces, la idea de que alguien cambie de opinión de repente en el último momento y no honre lo que se acordó originalmente sería, cómo podría decirlo..., jodido?

—Mmm, sí... —No estaba segura de a dónde quería llegar con todo eso—. Sí, supongo que se podría decir que sería «jodido». ¿Eso significa que entiende lo que quiero decir?

—No. —Me fulminó con la mirada—. No, joder, no. Significa que usted es residente. Eso significa que me informa sobre esa parte del programa, pero hace exactamente lo que le digo que haga, da igual que considere que es importante para su carrera o no.

Me mordí la lengua antes de que le soltara un «¿Quién demonios crees que eres?».

—Incluso le he hecho un favor —comentó, sacando una hoja de papel del bolsillo y entregándomela—. He anotado cuáles son los archivos más importantes. Los veinte primeros que necesito estarán listos mañana a las nueve de la mañana, en concreto los archivos de la familia Yarbrough. Sin omisiones. ¿Entendido?

No le respondí. Permanecí allí de pie con los dientes apretados, reprimiendo las palabras que realmente quería decir.

—¿Doctora Madison? —Se acercó a mí, cerrando la brecha que había entre nosotros—. Le he preguntado si lo ha entendido.

—Está claro como el agua, doctor Styles. —Forcé una sonrisa—. Lo he entendido perfectamente.

—Vale. —Me miró de arriba abajo y luego se dirigió hacia la puerta—. Y por cierto... —añadió, mirándome por encima del hombro—. Es probable que todo lo que estás sintiendo ahora mismo esté más que justificado. Es exactamente lo que sentí yo cuando me diste plantón, JerseyGirl7.

Quise que me tragara el suelo mientras lo miraba boquiabierta.

—Es una lástima que no pudiera comprobar que podías abrir tanto la boca la noche en que se suponía que nos íbamos a conocer —dijo. Parecía todavía más cabreado que hacía unos minutos—. Si esa expresión de sorpresa es una prueba, tu boca tiene muchas posibilidades.

Sexy - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora