Capítulo XXIII

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- ¿Está todo listo? - le pregunte a Isabella, ella estaba supervisando que todo estuviera preparado en la casa, como lo planee tiempo atrás quería una casa para Gia y para mí, tal era mi suerte que la mujer que contrate consiguió que la casa de en...

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- ¿Está todo listo? - le pregunte a Isabella, ella estaba supervisando que todo estuviera preparado en la casa, como lo planee tiempo atrás quería una casa para Gia y para mí, tal era mi suerte que la mujer que contrate consiguió que la casa de enfrente en el mismo vecindario de mi mejor amigo y su esposo estuviera en venta; tuve que hacer muchas reformas y un mes después estaba acá con toda mi familia preparando la sorpresa para la mujer de mi vida.

- ¿Hablaste con Elena para que la mantuviera ocupada? - me pregunto Reginaldo con Eduardo en sus brazos, asentí nervioso, desde aquella tarde en la que las cosas se arreglaron entre Gia y él, mi amigo volvió a ser el mismo conmigo- Salvatore tienes que tranquilizarte vas a sufrir un infarto. 

-Va matarte- se burló Bartolomeo con una copa de vino en sus manos- va a castrarte por esto- dijo soltando una suave risa, Reginaldo lo regaño con la mirada por las estupideces que estaba diciendo- ¿Qué?, tú casi me dejas sin miembro por comprarte una casa- le recordó ese momento, Reginaldo bufo y se sumergieron en una discusión.

-Deja de prestarle atención a esos dos- dijo mi tía Sara acercándose para arreglar mi traje- estas tan grande y maduro mi niño- exhalo ella pasando un mechón de mi cabello por mi frente- ¿en qué momento creciste tanto? - me cuestionó con sus ojos llenos de lágrimas, sonreí sonrojado acercándome a besar su frente- estoy orgullosa de ti, es momento de que seas feliz.

-Es todo gracias ti tía Sara- dije abrazándola- ¿estarán acá cuando llegue con ella? - le pregunte, ella asintió empinándose para dejar un beso en mi mejilla, salí de mi nuevo hogar subiendo a mi auto deportivo para ir en busca de mi prometida, ella estaba en la academia dando sus clases a los niños, ahora que abrieron las puertas ella estaba obsesionada con ayudar a esos pequeñitos.

Emprendió grandes causas y se asocio con fundaciones que ayudaban a menores de bajos recursos, para darles apoyo desde su campo, por supuesto eso hizo que me enamorara mas de ella y de su enorme corazón. Me detuve en una floristería comprando un ramo de flores de sus favoritas, aparque en el estacionamiento de la academia saludando levemente a los guardias de seguridad que ya me conocían, observe de manera muy superficial las clases de todos los maestros, incluida la de Valerio hasta llegar al aula de mi futura esposa. 

Me recosté en el umbral de la puerta viendo como mi prometida guiaba a todos esos pequeños niños en sus posiciones, estaban en una clase de ballet, sonreí al ver como la dulzura de Gia enamoraba hasta a los más pequeños, con paciencia y amor les ayudo estar en sus posiciones, sin dejar de ser una maestra exigente y dura como lo fueron sus maestros con ella; los padres de los pequeños la miraban con admiración y algunos hasta con deseo.

-Quinta posición y es todo por hoy- dijo ella, los niños alinearon sus pies como su maestra les  enseño y sus manitas llegaron al aire con disciplina- descansen- ordeno Gia con una sonrisa, los pequeños soltaron el aire y se desplomaron agotados- practiquen en casa los espero en su siguiente clase- todos asintieron y muchos corrieron a despedirse de ella con abrazos y besos; ella no se negó a darles ese cariño que a veces la desbordaba.

Vidas Entrelazadas (#2 trilogía distintos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora