primer beso

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- que llegó tarde, por la diosa - decía desesperado mientras tomaba con rapidez su té de hierbas y se metía una tostada con mermelada a la boca, para luego salir corriendo a la puerta con el uniforme y su mochila en la espalda, despidiéndose de mi con la mano y un balbuceó con la boca llena.

- que te vaya bien y la diosa te cuide - dije desde la mesada de la cocina aún disfrutando de mi café y tostadas, con una dulce sonrisa al recordar lo distraído que podía ser mi hermano con sus deberes.

La casa estaba sola a excepción de mi, pero eso no era nuevo, ya que mientras Hide iba al Instituto, Exel y mi padre se marchaban más temprano a trabajar, dejándome sola en casa con los deberes de esta. Quizás con mis 15 años debería de ir al colegio como toda persona común, el tema es que, no soy común.

Vivo en una pequeña aldea de hombres bestia, donde la gran mayoría aquí son lobos majestuosos e imponentes, yo debería ser una de ellos, pero no lo soy, debido a una anomalía que ataca mi sistema algo comun en casos como el mio.

Una vez limpio la vajilla utilizada en el desayuno, lavada la ropa y limpio la sala y mi cuarto, salgo al patio, perdiendome en el extenso bosque que se alza detrás de la casa, aguardando tantas cosas más allá de la imaginación mundana. Soy consciente que a mi padre no le agrada el echo de que me escabulla sola en el, más en mi condición, pero el bosque me llama, me atrae como a todo cachorro curioso, obligándome a internarme como en aquellos días libre donde mi hermano Hide quiere huir de sus responsabilidades y lo acompañó como buena hermana que soy para que no se lastime, aunque en esta vez, voy sola.

No es común desobedecer en mi, eso es más de mis hermanos mayores, yo me abstengo de causar preocupaciones, algo que se me es ciertamente imposible en mi por lo visto, ya que mi simple existencia parece causar preocupaciones a todos. Por esa razón, huyó al bosque últimamente, alejándome de la aldea, de la gente, del mundo, internándome en un planeta ajeno, un universo paralelo al mio, perdiéndome en las aves y animalitos que resguarde el bosque.

- anhelo del viento~ dulce tonada~ aruya mi mente~ absorbeme calma~ mi única amiga~ mi leal guardiana~ - canto mientras mi paso calmo choca contra las hojas y ramas secas que abriga el suelo.

Al cavo de unos minutos hallo el lugar perfecto para reposar, un árbol de gran tamaño y edad que ha crecido sobre una roca, minerla en que me ciento reclinado mi cuerpo contra el tronco, mientras de mi bolsa saco un antiguo libro, regalo de alguien que ya no figura en mi memoria según mi padre. Leo como el protagonista se alza en su aventura en búsqueda de un tesoro añorado para su amada, enfrentándose a bestias y enigmas, me susmerco tanto en las páginas que la pequeña vibración que incrementa en la tierra se vuelve perceptible cuando su pestilencia es próxima a mi.

Mi cuerpo paralizado odcerba a cierta distancia como aquel ser de putrefo olor y pasó marchito y pesado se acerca lentamente a mi. Tiemblo, angustiada, temerosa y paralizada en mi sitio, viendo como aquel Tadkazu, portador de muerte, se acerca.

Un ser enorme, tan grande como un oso nocturno menor, peligroso y salvaje como un jabalí de lava, impredecible como las Pesadillas. Su aspecto de caballo con mezcla de zombie y pesadilla despertina asusta a cualquiera, su galope pesado y moribundo probroca temblor en la tierra, sus cuencas sin vida congelan tu alma, y el aura y esencia putrefa queemana me marea de tal manera que adormece.

Me hallo paralizada, tal como las victimas de Medusa cuando pasa, pero aún consciente de mi posible muerte, pues a pesar de su falta de globos oculares, el Tadkazu me tiene bajo su mirada, impidiendo que huya. A medida que se acerca logró ver su pelaje oscuro y verdoso, su melena musgosa y enmarañada, los orificios sin carné en su cuerpo dejando a la vista sus entrañas y órganos, y como de su osico empiezan a salir filos, largos y chuecos colmillos con el poder de romper huesos y destripar a su presa al punto de dejar tan solo un pastiche debido a la Junta de su saliva y lo molida que deja la carne.

Sudo frío, consciente de que no podré hacer nada, que como lo indefensa que soy, no podré ni dar pelea por mi vida y morir de una manera digna. Deseo llorar, gritar, rogar por alguna salvación divina, pero sería en vano, nadie se encuentra cerca, y de estarlo, nadie se enfrentaría a un portador de muerte en su sano juicio.

Recignada a mi muerte, con aquel ser maloliente a centímetros de mi, sólo espero y ruego por no sentir dolor.

El chillido agonizante y moribundo de la bestia me despierta de mi transe, pero soy pechada hacia atrás antes de percatarme de ello, lo que me deja en el suelo, algo a dolorida, odcerbando como una figura oscura y borosa para mi se lanza contra el animal en descomposición, alzando un hacha de quien sabe donde y cortándole la cabeza al animal, la cual queda sin vida en el suelo, mientras que su cuerpo galopa a la deriva.

Mis ojos lagrimean, el temblor en mis manos y mi respiración agitada son consecuencia de mi llanto, el cual cae inconsciente, aliviada de no ver la muerte por mis ojos.

- patética - llega a mis oídos y me hallo asombrada al reconocer que no es mi propia voz.

Alzó la vista ante mi Salvador, una figura de gran tamaño, quizás una cabeza mas alta que yo, vestida de negro, con su hacha de gran tamaño aún en mano, gotenadole la sangre negra de aquel animal del cual sólo queda la cabeza. Me alzó atemorizada y corro inconsciente a abrazar su figura, derramando mis lágrimas sobre su manto oscuro que esconde su cuerpo, pero su cuerpo helado me empuja de vuelta al suelo.

- patética - volví a oír, obligándome alzar la mirada a mi Salvador, que me miraba desde su pocision con aires de superioridad - patética niña, pudiste haber muerto con ese movimiento tan osado de tu parte - me advirtió su gélida y pesada voz, se inclinó donde estaba, centrando sus brillantes y fríos ojos de un color verde semejante al de una Esmeralda - pero perdonaré tu osadía, tan solo por esta vez y por lo que haré - dijo tan desprecupadamente que mi cuerpo temblo, como si supiera de un próximo ataque a mi persona.

Pero lo que pasó a continuación me dejó tan helada como si otro Tadkazu hubiera sentrado su muribunda mirada en mi, pero los labios fríos de la persona frente a mi chocaban contra los mios, llegando a un momento en que el extraño quiso profundizar el beso. Mi asombro que mantenía helado mi cuerpo fue remplazado por colera ardiente, impulsando mi cuerpo a cometer lo siguiente.

Un sonido sordo adorno el bosque, gobernando el silencio después de aquello. Mi mirada teñida de rojo miraba a la figura frente a mi, con odio y rencor por su acto, dejando más que anonadada a la persona que había sido blanco de mi golpe debido a su osadía de juntar sus labios con los mios. Mis ojos picosos por el llanto, habían dejado de llorar para luego mirar donde se localizaban mis cosas, tomarlas y marcharme de ahí corriendo de aquella persona que lastimosamente se había llevado para siempre mi primer beso.

Ella Me PerteneceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora