Prólogo

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P r ó l o g o

Margot Howell y Brad Simmons no eran exactamente iguales.

La actitud de él le generaba mucha curiosidad, demasiada confusión. Y aunque no era de su incumbencia, sospechaba que no era el tipo de persona que ellos decían.

Ella era muy inocente, un poco insegura en ocasiones, mientras él prefería mantener su distancia con las personas, algo que ella trataba de comprender, pero simplemente no lo lograba.

Se podría decir que eran como dos planetas diferentes, nadie en su sano juicio habría imaginado que de alguna u otra forma podrían encajar, posiblemente ni siquiera ellos mismos lo hubiesen creído.

—¿De verdad crees que eso ayudará? —cuestionó ella al verlo encender su cigarrillo, cruzándose de brazos intentando hacerle ver que sólo se estropeaba aún más.

—¿De verdad crees que, si me dices que no lo haga, simplemente lo dejaré? — respondió un poco molesto. Estaba cansado de que todo el mundo le dijera lo que debería hacer. Como si eso fuese a servirle de algo.

Ella no supo que más contestarle, se dio cuenta de que él estaba aferrado a sus pensamientos. Abrió su boca como si fuese a articular alguna palabra, pero al final volvió a cerrarla y se mantuvo en silencio. Intentaba entender lo que pasaba por su cabeza. ¿Cuál era su problema? Si tan sólo se empeñara en hacer algo que le sirviera en la vida, tal vez sería más fácil de entender cuál era su propósito.

Aún sentado en la acera, con su espalda contra la pared, levantó su cabeza y dejó salir una gran nube de humo, ocasionando que ella se alejara un poco y comenzara a toser, mostrando un gesto de repulsión.

—Vamos, no es gran cosa— se burló él. Para él nunca era la gran cosa. Desde tener un cigarrillo hasta una bolsa de cocaína. ¿Qué más daba? Pensaba que nada podría hacerle más daño.

Margot se mantenía de pie mientras lo miraba dudosa, estaba considerando volver a casa, pero ¿sería correcto abandonarlo en ese lugar tan vacío? De todas maneras, le daba un poco de inseguridad irse en ese momento, había pensado que quizá él podría acompañarla a casa, pero analizando la situación ahora se lo cuestionaba. Aun así, decidió caminar de regreso a él y se paró a su lado, dirigiendo su vista hacia el suelo mientras observaba al castaño seguir disfrutando del tabaco. Haciendo un último intento, relamió sus labios y teniendo en mente lo que estaba por decirle abrió su boca una vez más tratando de disuadirlo, ¿en serio quería hacer eso por el resto de su vida?

—¿Cuánto te durará eso? Creo que existen mejores opciones si realmente quieres perder el tiempo.

—Créeme Howell, a veces uno de estos— alzó su cigarro— puede durar incluso más que algunas promesas.

Ella se mantuvo en silencio durante un momento, hasta que él volvió a hablar.

—¿Te digo algo? No importa cuantas promesas o sueños tengamos, después de todo, terminan viviendo en algún otro planeta, muy lejos de aquí—la miró —, en Saturno.

Y volvió a ponerse de pie, regalándole una pequeña sonrisa. 

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