Me descubrí esperando a que la noche llegara con impaciencia, pero Aleksander no apareció, ni la siguiente noche, ni la siguiente a esa.
Los días se hicieron más largos, pronto comenzaría el festival de Belyanoch en Oz Alta, los cielos nocturnos se iluminarían y a pesar de la guerra y las vicisitudes del Abismo la gente celebraría otra vez.
El único cambio agradable a mi alrededor había sido la interacción entre los Grisha de distintas órdenes, aún no veía que las conversaciones fluyeran con tanta naturalidad y había algún grupo que se mantenía apartado del resto, pero en general las cosas se estaban dando. El Pequeño Palacio se sentía solitario, Mal me evitaba abiertamente, Nikolai estaba ocupado haciendo ajustes a planos, intercambiando visiones con generales y ocupándose de establecer relaciones políticas, y yo cada vez me quedaba más sola.
Ya caía la tarde cuando decidí que prefería saltarme la cena y encerrarme a comer en la habitación, unas horas antes había llegado un decorador, pero lo despaché, ya no quería cambiar nada, ya no sentía miedo en la oscuridad. Le pedí a la sirvienta que dejó mi comida que no volviera por la bandeja y cerré la puerta, destapé la charola deseando que mis órdenes se hubieran acatado y no hubiera ningún arenque ni ahumado, ni frito ni quemado, tuve suerte, me habían preparado algo ligero.
- Estoy tan cansada – dije para mi misma cuando comía el último bocado.
Era un agotamiento en todos los niveles, ni siquiera usar mi poder me complacía, sólo hacia más evidente mi muñeca vacía, me había obsesionado con esa sensación, era cierto, pero estaba demasiado ocupada como para lidiar con ello también.
- Alina.
Su voz me despertó, mi corazón se aceleró un poco antes de voltear para verlo, anhelante, me giré, allí estaba, de pie a unos pasos de mí, aunque esta vez no llevaba puesta la kefta, sólo una túnica ligera de pasadores plateados, los pantalones oscuros y las botas.
- Aleksander.
No sabía si era la soledad, la imprudencia o el cansancio, pero me lancé hacia él, mi reacción pareció descolocarlo completamente, se quedó un momento sin saber que hacer, pero al cabo de un rato cedió, la rigidez de su cuerpo se destensó y sus brazos me abrazaron con fuerza, sosteniéndome contra él, incluso inclinó su rostro para aspirar el perfume de mi cabello.
- No estabas – le dije contra la túnica.
Quería llorar, por muchas cosas, por la pérdida de Mal, por la ira que sentía hacia Vasily y sus consejeros imbéciles, por el cansancio de practicar una y otra vez el corte sin progresos, por la ambición que me consumía de poseer al ave de fuego, mi cuerpo tembló, instándome a dejarlo salir, ¿qué pensaría él de mí? ¿me vería patética? ¿una pobre niña ingenua que no supo que hacer con su poder? Ese pensamiento apretó el nudo en mi garganta todavía más.
- Estás a salvo conmigo.
Fueron cuatro palabras, pero me terminaron de quebrar. Las lágrimas salieron sin que pudiera controlarlas, pero no me soltó. Ahí estaba la verdad expuesta: yo no era tan fuerte como quería que él creyera, y él no era tan inhumano como dejaba que los otros creyeran.
- No quería dañar a Baghra – murmuró después de un rato, cuando mis sollozos se calmaron.
Me separé un poco de él, limpiando mis lágrimas con el dorso de mano, su expresión era triste, pensativa, reticente, como si le costara mucho expresar lo que estaba diciendo.
- Si la dejaba ir sin hacerle nada, hubiera significado que ella tenía razón. Hubiera sido aceptar que me he convertido en un monstruo.
Busqué desesperadamente un pañuelo en los bolsillos de mi kefta y me limpié la nariz lo más rápido posible, él aún miraba al suelo.
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La sombra del deseo Shadow and Bone
FantasíaLa sombra lo oculta bien. El anhelo no es un sentimiento desconocido para Alina, ha anhelado muchas cosas a lo largo de su vida, volver a casa, olvidar que esto sucedió, ser otra persona... Pero hay algo más ahora, un deseo que la corrompe llevándol...