Bri, el bardo

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Saqué mis baquetas y me puse a tocar, la gente comenzó a acercarse, parecía que les gustaba mi música, "magia" decían, pero se equivocaban, no es magia, no es talento, esto es esfuerzo.

—¡Una moneda! —Grité.

La muchedumbre empezó a rebuscar entre sus bolsillos para buscar algo que lanzarme, dinero, caramelos, piedras con formas bonitas dejaban los niños. Hoy no ha sido el día que más he ganado, sin embargo la gente parece habérselo pasado bien, es lo que importa al fin y al cabo, ¿no? Para eso vive un bardo, para contar hazañas, inventar historias, recordar a los caídos y dar a conocer a las nuevas promesas.

—¿No te cansas de todo esto? —Preguntó un joven encapuchado.

—¿Disculpa?

—Tanto esfuerzo, tanto numerito, y solo ganas unas simples monedas. —Contestó el desconocido.

—No trabajo por el dinero. —Guardé mis baquetas junto con mi xilófono. —Yo trabajo porque me gusta lo que hago, me gusta ver la cara que pone la gente al escucharme.

—¿Es eso lo que te dices a ti mismo para convencerte? Mira tus ropajes, bardo, he visto vagabundos más elegantes.

—Ha sido una semana algo difícil, no lo voy a ocultar, sin embargo, tocar es todo lo que se hacer.

—¿No te interesaría otro tipo de trabajo? —Respondió el extraño.

El desconocido se bajó la capucha, dejó ver su cabello azabache, ojos castaño, una cicatriz en la oreja, vestía bien, apuesto para muchas mujeres seguramente. Se acercó lentamente a mi y se presentó, Louis, así es como se llamaba.

—¿Qué tipo de trabajo, Louis? —Volví a preguntar.

—Ven, sígueme. —Hizo un gesto con su diestra.

Caminamos por las calles durante un rato, algunos rostros conocidos me saludaron por el camino, es muy agradable ver que la gente se acuerda de ti incluso cuando no estás tocando. Louis me llevó por un barrio el cuál yo no solía ostentar, las casas eran muy lujosas, las fachadas estaban impolutas, las puertas eran más caras que algunas otras casas de mi vecindario, me quedé asombrado, ¿Qué tipo de trabajo iba a ofrecerme este señor?

—Ya casi llegamos. —Dijo Louis.

Asentí levemente, intentaba recordar el camino de vuelta por si esto era algún tipo de estafa y tendría que acabar saliendo corriendo del lugar, no sería la primera vez que alguien intentaba atracarme, sin embargo, ¿En un barrio tan lujoso? Eso si que sería algo nuevo, incluso, algo por lo que cantar más tarde.
Louis se paró frente a un edificio, no me fijé en lo que ponía el cartel de la puerta, me quedé embobado en las hermosas mujeres del lugar, algunas vestían prendas muy ligeras con tonos rojizos, otras no vestían nada, estas se acercaban a los mozos y se sentaban encima, susurraban algo en sus oídos y luego los cogían de la mano para llevárselos a Dios sabe dónde.

—¿Qué es este lugar? Señor —Pregunté avergonzado.

—Un cabarette, joven, aquí es donde tocarás. —Respondió Louis.

—O donde te tocarán. —Replicó una trabajadora guiñándome un ojo.

Louis fue directo hacia un escenario, se suponía que yo tendría que tocar ahí, era bastante bonito, una madera de gran calidad, telón rojo, un taburete tan elegante como el propio local, ¿De verdad me estaba pasando todo esto a mi?
Louis miró al taburete, luego me dirigió la mirada a mi, sabía lo que tenía que hacer. Caminé hacia el taburete, crují mis dedos y me senté, desaté mi xilófono, saqué ambas baquetas para proceder a tocar, de repente todo se calmó, yo era el centro de atención, los clientes no me quitaban ojo, algunas trabajadoras se pusieron en pie, otras se mordían el labio, no le di importancia, seguí tocando.
Varios clientes se acercaron a Louis susurrándole al oído, él hizo un gesto con su diestra indicando un tres, ¿Qué significaría eso?
Tras acabar de tocar me aplaudieron como si fuera la primera vez que escuchaban música en sus vidas, Louis vino a felicitarme, me colocó la mano en la espalda y me llevó a una habitación, se notaba el lujo, me senté de inmediato en la cama, tan blanda como parecía serlo una nube, cortinas de seda, lámpara de araña, candelabros de oros.

Cuentos de AtnamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora