Noche solitaria

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No todas las historias tienen finales felices, mucho menos cuando se trata de una historia con fantasmas en ella.

Me miré al espejo y ajusté mi capa, me peiné un poco, en el reflejo podía ver a mi compañera apoyada en el marco de la puerta, me estaba esperando con una expresión de indiferencia.

—¿Has terminado ya? —Me preguntó mi compañera.

—Sí, la maestra debe estar esperando, perdona por tardar. —Contesté. Bajé las escaleras poco a poco, estaba algo nervioso, la maestra me llamó esta mañana para que me reuniera con ella al ocaso en la entrada de un edificio antiguo, puedo imaginar lo que ella quiere, pero no creo estar preparado para ello, aún no.

—Te ves más pálido de lo normal, ¿Qué ronda por esa cabecita tuya?

—No es nada... Yanira, es solo que estoy un poco nervioso. Gracias por acompañarme. —Suspiré de alivio. 

La presencia de Yanira siempre me calmaba, ella sabe que hacer en todo momento, desprende confianza, es ágil, rápida, feroz, me encantaría ser como ella. Tras un largo paseo por el oscuro bosque llegamos al lugar, nuestra maestra estaba esperando en la puerta de la casa, parecía abandonada, las paredes de piedras parecían más bien de papel, el tejado estaba falto de tejas, ventanas rotas, sin embargo la puerta parecía nueva.

—Jay, al fin. —Habló mi maestra acercándose a mi. —Lo siento mucho, pero Yanira no podrá acompañarte. —Se agachó levemente para colocar ambas manos sobre mis hombros.

—Lo entiendo, ella solo quería acompañarme por el camino, temía que algún lobo me atacase en el bosque. —Repliqué de forma inocente. Realmente quería que Yanira entrase conmigo, pero en el fondo siempre supe que esto tendría que hacerlo solo.

—Ve con cuidado Jay. —Yanira alzó un pulgar, sonreí al ver el gesto.

—Jay. —Mi maestra se puso en pie. —En esta casa hay un ente, su nombre es Gustavo, ha estado causando problemas y me gustaría que le brindaras "paz" y lo lleves al otro mundo, ¿Traes contigo tu talismán de exorcismos?

Asentí.

—Cuando estés listo, entra, volveré con Yanira al gremio, te esperamos para el desayuno.

—Daré lo mejor. —Dije mientras veía como Yanira se ponía su capucha de espaldas a mi, la maestra le puso la mano en la espalda y caminó junto a ella. Ahora me encontraba solo.

Noté como se me aceleraba el pulso, era como si mi corazón fuese a salirme por la boca. Traté de calmarme llevándome la mano al pecho y respirando profundamente.

Giré el helado pomo para abrir la puerta, mis manos temblaban sin cesar. El pasillo de la casa estaba oscuro, no podía ver nada. Tragué saliva y me adentró en la casa, tenté por las paredes hasta que encontré un candelabro, lo encendí. La casa estaba muy descuidada por dentro, no me extrañaba visto como estaba por fuera, habían un montón de objetos tirados por el suelo, pintadas en las paredes e incluso manchas de sangre por los muebles. Un zumbido comenzó a retumbar por mi cabeza, era una sensación muy desagradable, pero era una señal, él estaba aquí, sin duda había una entidad en esta casa.

—¡Hola! Vengo a hablar. —Dije mientras cogía el candelabro con mi diestra.

Miré las escaleras, negué con la cabeza, aún tenía demasiado miedo como para subir al siguiente piso. Caminé lentamente hasta el salón, estaba decorado con un montón de tenebrosos cuadros, estaban extrañamente intactos, la alfombra parecía manchada por una mezcla de sangre y vino, la chimenea se encontraba repleta de cenizas, no había troncos para encenderla y ver algo más, la mesa estaba tumbada boca a bajo en el suelo junto con las sillas rotas.

Cuentos de AtnamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora