𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 Catorce

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MUY TEMPRANO por la mañana, Harry se despertó por el fuerte ruido de maletas cayendo a su alrededor, y, al abrir los ojos, divisó a su colorado amigo dejando sus bolsos por toda la habitación.

—Algunos queremos dormir, Ron, basta con eso —con una sonrisa somnolienta, se frotó los ojos y se levantó para abrazar al chico.

—Mejor ayúdame con esto. Olvidé cuáles son las mías y cuáles las de Ginny —dijo correspondiendo.

Después de lavarse la cara y platicar de sus vacaciones en la madriguera, dejando las maletas apiladas en un rincón, ambos chicos bajaron para encontrarse con Hermione, que acababa de llegar.

—¡Harry! —lo abrazó. —Ron. —lo miró de arriba abajo — ¿Nunca has pensado en peinarte?

—Ya van a empezar ustedes dos —dijo riendo el azabache mientras se sentaba en la sala común, limpiando sus lentes.

—Cuéntanos, Harry, qué pasadizos encontraste en tus solitarias vacaciones —ante el énfasis tan desolador de Ron sobre las semanas anteriores, Harry no pudo evitar tragar saliva cuando una pila de recuerdos con la cara de Abigail le cayeron al instante. No, definitivamente no había estado solo.

—Eh, bien. La pasé bien.

Ambos amigos lo vieron con una ceja alzada —Qué bueno... Aunque eso no fue lo que pregunté.

—Sí, digo... ¿Qué me habías dicho sobre tu rata?

—Oh, sí, estoy seguro de que se quedó en algún lugar del castillo.

Entre risas y anécdotas del trío de amigos, la mañana transcurrió tranquila, con uno que otro gryffindor llegando antes del domingo de inicio. Por lo que, después de dejar de hablar de la lista de libros que Hermione había leído, y las largas horas que Ron había pasado limpiando su habitación, Harry se topó con pared al morderse la lengua para no hablar de la montaña rusa de emociones que él había pasado las últimas semanas.

Sin duda, aunque sus vacaciones no habían sido en casa, ni tan camperas como sus amigos, no podía negar la enorme alegría que había sentido por haberse quedado en el castillo, en compañía, principalmente, de Abigail. La idea tan solo de mencionar la presencia de la pelirroja en sus tardes de chocolate caliente era una locura. ¿Sus amigos se enojarían? ¿Le empezarían a recordar las cosas malas que Draco y sus amigos les hicieron con los años?
Aunque hace uno días sentía una tremenda valentía de enfrentar, incluso, a Dumbledore de ser necesario, ahora se sentía totalmente vulnerable y sin la capacidad de confesar sus sentimientos por la pequeña Black. Sus amigos lo matarían.

—Ya me aburrí de estar aquí, salgamos a tomar aire —propuso cuando ya no pudo soportar más la sofocante culpa de ocultarles aquello.

—¿Tomar aire? Desde cuando te gusta estar fuera de la chimenea de la torre —dijo Ron interrogante.

—Sí, ¿y desde cuando hablas tan coloquial? —con la misma expresión, Hermione empezó a sospechar de su conducta.

—Están exagerando los dos. Simplemente que... He estado aquí todas las vacaciones, ya me harté de ver el mismo cuadro —trató de sonar desinteresado, logrando convencer a sus amigos.

—Vayamos al Gran Comedor, deben estar sirviendo el almuerzo.

Recobrando el tiempo de bromas perdidas, los tres amigos se dirigieron al salón hablando de cualquier cosa que se les ocurriera, alegres de haberse tomado aquel día para que las cosas volvieran a la normalidad.
Sin embargo, Harry ya no sabía lo que era normalidad para él. Sabía que sus amigos pensaban que la penumbra y la desdicha habían sido su única compañía aquellos días, y que el hecho de volver a estar juntos, y de, al siguiente día, iniciar las clases suponía volver a una normalidad de rutina. Pero el chico sabía, y no podía ignorarlo por más que intentara, que en esa normalidad Abigail no formaba parte. Y que las burlas a los slytherins eran constantes.

𝐈𝐋𝐋𝐈𝐂𝐈𝐓 𝐀𝐅𝐅𝐀𝐈𝐑𝐒 | Harry Potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora