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Eres una elfa nacida de Sauron y Levana, el Señor Oscuro y La luna nacida.

Tus cabellos son rojos cual fuego del Dragón al igual que tus ojos, tu piel es brillante dando apariencia de diamante.

Te encontrabas recolectando frutos a las afueras de Mordor cuando fuiste abordada por tres sujetos que te capturaron.

Pasaron días, meses quizás cuando aquellas vendas fueron retiradas de tus labios y ojos, te encontrabas delante de seis elfos, dos hombres, un enano y un mago.

-¿Donde estoy?.- Preguntaste con tu voz suave e inocente, eras una blanca alma.

-¿Eres tú la hija de Sauron?.- Prestaste atención a la elfa delante tuyo, imponente presencia.

-Si, soy yo.- Algo que siempre te enseño tu padre, era no negar tu procedencia.

-La matamos y listo, un problema menos.- Giraste asustada hacia el enano que habló.

Nunca hiciste mal, tu magia era blanca ¿Por qué condenarte a muerte? ¿Así es la justicia, pagan justos por pecadores?

¡Hipocresía!

-¡No he cometido mal alguno!.- Gritaste, más parecía que tus palabras no significaban nada delante de aquellos.

-Soy Galadriel, ellos son Celeborn, Thranduil, Haldir, Elrond, Legolas, Gandalf, Aragorn, Faramir y Gimli. Y tú, eres un mal para esta tierra.

-¿Por qué?.- No entendías, tu inocencia no lo permitía.

-El oscuro se alza de nuevo, lo vemos desde nuestras tierras.- Habló el hombre, Faramir.

-¿El oscuro?

-¿Que haremos, mi señora?

-Destruirla.

-No pueden ¿Quienes son ustedes para decidir mi destino? ¡Mi vida y mi muerte! ¡No son nadie! ¿Son inocentes sus manos para juzgar?

-Cállate, monstruo.- Espetó con brusquedad Legolas lanzando una flecha que cayó justo en tu muslo.

-¡Ah!.- La herida dolía en tu pierna, te sentías traicionada por los tuyos , cayendo en la desesperación y el miedo.

Solo querías los abrazos de tu madre y la seguridad de tu padre.

-¿La matamos? ¡Tengo mi hacha lista!

-¡No! ¡No!.- Te arrastras por los suelos lejos de aquellos que juran hacerte daño.- No hay mal alguno ¡Mi padre solo prepara su marcha a Tierras lejanas!

-¿Lejanas dices?.- El mago se vio interesado, no parecías un ser de maldad como creía, de hecho sentía que cometía un gran pecado al tenerte en aquel estado.- ¿Ha sido perdonado?

-¡Si!

-¡Mentiras! Todas mentiras.

-  Legolas, calma.- Pidió Aragorn.

-Recuerda que su mal también surge en la voz, mellon, no caigas ante su disfraz.- Volvió la elfa.- El mal debe ser erradicado.

Viste una sombra debajo de  una repisa y arrastras rápidas fuiste allí, sintiendo la seguridad de la oscuridad.

-Cometemos un error.- Se hizo hablar por primera vez, Elrond viéndote con ojos llenos de pena y vergüenza no creyendo que su miedo hubiera cavado tanto para herir a un ser inocente.- Déjame ayudarte, inocente flor.- Él trato de acercarse pero ya no confiabas, te hirieron sin conocerte.

-¡No! ¡No te acerques!

-Solo quiero ayudar.

-¡Ada! ¡Ada!.- Rogaste con miedo.- ¡Ada ven por mi, sálvame! ¡Nanet! ¡Ada tengo miedo!

Una onda caliente recorrió los bosques y aguas. La estruendosa erupción del Volcán hizo eco en cada parte de Arda.

Todos fueron testigos del manto oscuro que alzó en las lejanías, se aproximaba veloz con rugidos de bestias aladas.

-Ada...- Los presentes giraron hacia la elfa que lloraba con mirada esperanzada pero, cualquier palabra o acto fue desecho cuando el estruendo del hierro chocó contra las maderas, de aquella alcoba se escuchan cadenas chocar contra si.

Las cortinas fueron corridas con una simple brisa, dejando a la vista un ser impotente.

Con cabellos oscuros más que la noche misma, ojos grises, piel brillante de diamante, armadura de hierro, Sauron.

Sauron ha llegado por su hija.

 

 

IMAGINAS ESDLA & El Hobitt. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora