Si bien la sensación de mi cuerpo pasaba a ser nada más que una mera deserción de mi ser y de lo que implicaba su existencia, una negación involuntaria de la postulada vida, me traía a un escenario entintado de una escala de grises en la que mi cuerpo indefenso se había tumbado, sin capacidad de movimiento, sin capacidad de pensamiento, derrumbado en un limbo del pensamiento que dejaba a esa otra parte de mí, vagando vehemente en un espacio irracional e incomprensible que, sin importarme su proceder o significado, me dejaba libre. No me vuelve independiente de mis movimientos, pero si de mi racionalidad.
Estos trazos que daban forma a aquella parte inmaterial de lo que soy, esta extraña expresión de lo que supongo tiene que ser lo que he escuchado denominar como «alma». Que siendo arrastrado y consumido por el suelo, el éxtasis notorio y ardiente que germinaba de mi cuerpo, uno cuyo se sentía hueco, se apartaba independiente de ese capullo el cual había sido para ese plasma intocable que solía albergarse dentro mío. Sentirle partir, observarlo alejarse, amenazar su despedida, todas ellas, no me hicieron sentir mal, son ahora, sensaciones un poco abstractas para analizar en la situación en la que me encuentro, es verdad, ya no cargo con mi «alma» pero, mucho más importante, no siento más ese sesgo sentimental que amordazada a la voz de la razón que me pertenecía, ese miedo había sido asesinado además de suplantado por un voraz y salvaje sentido de supervivencia.
—Seguiré vivo a caso.
La entonación casi robótica de mi propia voz rebota en la habitación que había dado a conocer como el «limbo», así como en la expresión abrahàmica de lo que suponía la vida después del final de la misma
—Acaso estoy vivo.
Sin importar como piense o como lo intente, mi voz, suena sin sentido, es difícil entonar la expresividad de mis palabras, monótono, casi automático, como cuando se miente por instinto. «Oprime inconscientemente todo fervor de ilusión y sensación que de ti nazca» parecía repetirme. Con una voz hueca y rota, con mi consciencia siendo nada más que un candil sollozante a punto de apagarse, con un cuerpo siendo tragado por el suelo, viendo como se me aparta de mi gusto por la sensación, junto con su expresiva ilusión. He sido tragado por el suelo. Además de absorbido por el sueño. Arrullado en una marea oscura en la que el pensamiento no es preciso.
Despierto con la respiración agitada, sin poder ver claramente algo más que el color negro que hace palpitar a mis ojos, intento cubrirlos para comparar mi campo de visión, abro y cierro frenéticamente los párpados para cerciorarme de que puedo ver, toco gentilmente mi globo ocular para no dudar de que tengo los ojos abiertos. No puedo ver, apenas y puedo pensar, mi cuerpo se mueve frenético a impulsos, me es imposible controlar los extraños temblores que nacen de la necesidad de estimulación por cualquier medio que sea posible. La fina corriente en la que flota mi rígido cuerpo me arrastra en una orilla de pensamiento donde lo hipotético es lo único a lo que puede aferrarse mi uso de razón, mire a donde mire, la visión solo rasguña destellos de luz que parecen iluminar un oceano negro. En lo que respecta al resto de mi cuerpo, se encuentra recostado sobre una arena fría, no está mojada, no son pequeños granos que pueda cargar entre mis dedos, solo es un suelo hipotético de lo que alguna vez pude imaginar como lo que podría ser la muerte, no es ni siquiera un pensamiento, no llevo nada de eso conmigo, es solo el vago recuerdo en el que mi miedo lanzó a mi diminuta conciencia al mar imaginario en el que supuestamente navegará luego de haber terminado una condena tan repugnante donde se me había condenado a arrastrar con los lamentos peyorativos a nuestra existencia en conjunto. La relación insana de mi cuerpo con la forma frágil de pensamiento que había arrastrado por consecuencia a nuestro deterioro no ha arrastrado a este lugar, consecuente de una incertidumbre casi que esclarecedora, no obstante, acarreaba también, un torrente de preguntas más banales que filosóficas, incluso les denominaría como estupifeces. ¿Soy no más que un recipiente? ¿Un germen poco común que, meramente por instinto se arrastra por la necedad de sobrevivir?
¿Cuánto tiempo había pasado acostado en este lugar? En la playa de olas inexistentes y silenciosa marea. El tacto moribundo de mis manos arrastrándose en agonía por todo mi ser es como un pequeño recordatorio alertando que aún puedo moverme, estar de pie, no obstante, el rostro está inmóvil, mis ojos apenas parpadean, observando la luna danzar con dulzura sobre el océano que le ovaciona torpemente con saltos impulsivos hacía el cielo, el tambalear de lo que parece ser agua se revuelca intimidante sobre mí, cada vez más cerca de mi rostro. Intento saborear el tacto de todo mi cuerpo, ahora con más calma, apaciguando el impulso repentino y voraz por huir de lo que en él se encontrase. Ya no era un sencillo y calmado cosquilleo que se esparce por mis piernas, si no una presión hasta dolorosa que sostiene mis tobillos contra el suelo, el dolor en la zona progresa, me levanto a observar rápidamente por impulso, e intento llegar a la parte donde siento molestia estirando las manos con prisa. Se acoplan a el espacio vacío de mis dedos manos ásperas y atemorizantes que ahora se revuelcan con mi piel, aferrándose a mí, suben por mi cintura, cual arañas, más de ellas, el tacto es indescriptible, sujetas con fuerza, rasguñando con anhelo. Dudo que su objetivo sea causarme algún tipo de daño, pero me perturba su arrastre frenético a mí boca. Por mero instinto, intento morder en forma de defensa, parece no lastimarles.
Mi cuerpo. Lo único que puedo preservar, ahora es sometido bajo el calmado cantar del océano, aquel que arrulla mi conciencia, libera así la malicia, la temblorosa llama de supervivencia, esa invitación de rebeldía.
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Cántares De Un Vago
General FictionAdormilado por el cantár de su propio ser, vida, muerte, paz y lujuria gritan para hacerle despertar. ¡Grita aquí dentro, todos te vamos a amar!