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Tan pronto como mi cordura se reconecta con la realidad, mis pulmones comienzan a protestar afonicos por aire que les llene, vomitan el líquido que les envuelve, abstracto. Lo que concebía como conocido ahora me era totalmente nuevo, este pensamiento, este espacio que subsiste en secreto cobijado por mantas de ignorancia que, asimismo, los proyectaba como reales una fe cuya mayoría era, no una esperanza, si no un ruego indeciso entre la moneda de juego de azar de probabilidades indefinidas en tiempo y prospecto. Lo que mantenía a este espacio como algo palpable era una majestuosa curiosidad que arañaba una y otra vez la idea de acelerar el tiempo de su pensar. La tranquilidad ya me parecía inquietante, el respirar era doloroso, el oxígeno me era distinto, adictivo, así como el palpar y sentir todo esto a mi alrededor, tan a la altura de como yo pudiese y desease expresar, tan inalcanzable y místico como mi voluntad desease; un pequeño Dios que escuchaba los murmullos suplicantes de el mundo que creo para escapar de su inestable búsqueda de afecto, de su ruego esplendoroso de fantasía, de ciencia ficción y cobardía. Revolcándose como renacido, este cuerpo inerte, casi robótico, se regocija no por la sensación que le causan éstas aguas oscuras, si no porque ahora no reacciona al recuerdo de haber sido salpicado, en este instante le es presentado la quietud asfixiante del líquido donde se encuentra, no nada, tampoco vuelve a respirar, cosa que por instinto debería hacer con regularidad, tiene roto el mecanismo que le hace vivir con normalidad, sus nervios se contraen en una carcajada ahogada que intenta despertarlo de su trance, está tan ensimismado que esa electricidad que corre y vuela dentro de él no le provocan felicidad, siente disipar ese recordatorio noble además de satisfactorio del que yo, su alma, estaba encargado de provocar, ese cuerpo esclavo de mis impulsos huye, volviendo a latir con normalidad, que su vago deseo de supervivencia le lleve a otro lugar, uno donde sea capaz de encontrarse en paz ¡Alguien, por Dios, que le traiga de nuevo la paz que le arrebaté a sus cálidos y quebradizos nervios, a su vértebrada jaula de pensamiento indeseado! Y a mí ¡Que a mí me sea crucificada la voluntad y el uso de razón del cual abusé! ¿¡Por qué quien era yo si no un vago mortal con delirio de profeta caminando entre espinas morales de semillas sociales y cosechas motivacionales!? ¡Que aún me asfixia! ¡Que aún me asfixia esa inconclusa búsqueda de aliados!

Hice mal en creer que yo podría gobernar algo tan mísero como la concepción mortal del humano, no por el hecho de reinar sobre el prójimo, más bien, por llegar al culmine de la vida donde uno se vale por si mismo y acepta esa tácita realidad de conceptos cambiantes que hay que comprender en la constante lucha con definiciones abstractas como ya lo serán el amor, el odio, el amor y por encima de todo, la vida. Era yo merecedor de asimilar este pensamiento porque mi cuerpo y yo, nunca nos permitimos adentrarnos en esa basta laguna de juicio por pena a la vulnerabilidad que nos traía el volvernos conscientes, no solo de la muerte, si no también, de comprender que vivíamos en espacios totalmente alejados el uno del otro; no soy capaz de oler, tocar, olfatear, ver o escuchar, pero me queda el sentimiento y la razón, juntas, como nunca pude haber experimentado de haber permanecido encadenado a él. Esto es una derrota, porque mi sueño era sentir de vuelta todo lo que perdí por no ser capaz de compenetrar en un feroz y agitado mundo, fui expulsado tan pronto quise escapar, sin acceso a una segunda oportunidad, me vuelvo un vago indeciso que vacila a un cuerpo maduro que nuevamente aprende a gatear, una vez más, por mera necesidad de sobrevivir, por aquella inestable confianza en la muerte.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2022 ⏰

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Cántares De Un VagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora