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▂▂▂▂▂▂▂▂▂ IV ▂▂▂▂▂▂▂▂
En medio de las tinieblas provocadas por un cielo cubierto de nubes, que no cedían la luz de los astros. En lo profundo de los arbustos secos, cubiertos de escarcha y nieve; unos ojos tenebrosos estaban acechando a los guerreros, estos, alarmados, solo mantenían sus armas a mano, y no retrocedían ni avanzaban.
Jiraiya mantuvo sus ojos conectados en esos orbes extraños que lo vigilaban. No entendía el cómo ni el porque. Pero esa mirada de predador le helaba la sangre. En los rincones más hondos de su mente, de su memoria, emergió recuerdos perturbadores de su juventud, su inquietud aumentó aún más. Había algo familiar en esos ojos.
Por un mínimo segundo, su mirada se posó en la fémina compañera a su lado y, vio con lujo de detalle algo singular, ella también se sentía afectada por la situación, la mirada de fría determinación de Tsunade estaba mezclada con una especie de temor, sus manos, que siempre sostenían de manera firme su naginata, ahora, temblaban ligeramente.
Entonces, él no era el único en mantener esa sospecha. Ella también temía que se tratase de...
—¡Si no deseas morir, muestra tu rostro!
A pesar de que el semblante de la Onna-bugeisha expuesto, sin su casco, delataba un tinte de inquietud, su voz sonaba autoritaria y firme.
Jiraiya llevó su mano a la empuñadura de su Katana, esperando el momento en que el ser saliera de las sombras.
Esos ojos de reptil dejaron de clavarse en el guerrero Samurái, para posarse en Shizune, que, al igual que su maestra, portaba una naginata. Tsunade y Jiraiya se encontraban con sus armas en mano, lado a lado, listos a recibir el primer ataque.
Esos ojos se acercaban más y más, se oía el inigualable sonido de pasos en la nieve. Por un muy corto lapso de tiempo, parecía que esos ojos tétricos de serpiente astuta se fusionaban con la misma oscuridad y los matorrales.
El «humano» que se aproximaba (pues no existe otra forma de denominar a semejante criatura), clavó su mirada en Jiraiya, él se estremeció. El aliento, que el samurai llevaba contenido, se escapó; ahora podía ver con total claridad al dueño de esos ojos de reptil.