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▂▂▂▂▂▂ XIII ▂▂▂▂▂▂
𝗣𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗜𝗜𝗜:ᴇʟ ᴅíᴀ ᴅᴇꜱᴘᴜéꜱ ᴅᴇ ʟᴀ ꜰɪᴇʙʀᴇ.
» Lo que paso en los siguientes días es para mí una mezcla de sensaciones totalmente nuevas. Durante meses estuve postrada sobre ese futón, víctima de una fiebre cerebral mortal. En los últimos años he intentado forzar mi memoria y volver a revivir el miserable estado en el que me encontraba, pero, por más que haga mis mayores esfuerzos no logro acceder del todo a esos recuerdos. ¡Por los dioses todo es tan confuso en mi cabeza!
—Por favor, no sigas —interrumpió Jiraiya—. Si es muy doloroso para usted...
—No, no. Estoy bien, Jiraiya‐Sama. Solo... Deme unos momentos para recuperarme, recordar todo esto se me hace inevitablemente doloroso.
Tsunade escuchó como la joven Mitarashi intentaba ahogar un sollozo; la joven lloraba.
—Lamento dar este espectáculo tan patético. No me sentía de esta forma desde hace un tiempo. ¿En qué estaba...? ¡Ah, sí! Mi lamentable estado de fiebre cerebral. Por el poderoso Tsukuyomi ¡Difícil es volver a pensar en todo eso!
—¿Qué es lo que logra recordar? Se que se le hace casi imposible, pero... ¿qué clase de sensaciones tiene al intentarlo? —preguntó Jiraiya.
El corazón de Tsunade revoloteó, la voz de Jiraiya poseía un toque de calidez especial; único. Ese tono amable y sincero que utilizaba al reconfortar a las familias enlutadas. La transparencia que poseía al hablar con su discípulo de asuntos personales acompañadas de una voz dada a la magnificencia. El tono repleto de dulzura, candor y melancolía que utilizó para consolarla entre sus brazos hace ya varios años. Recordaba sus palabras, el calor de sus fuertes brazos aferrándose a ella, los mechones de cabello blanco que le cosquilleaban la mejilla, el aroma a tierra húmeda y dulces de limón, su respiración presurosa, su corazón, que resonaba con la intensidad de un tambor, siguiendo el ritmo del suyo...
La mujer guerrera se acurrucó entre sus mantas, se llevó la mano izquierda a su pecho, sintió ese estallido repentido de latidos presurosos, su mano subió a su mejilla y, asombrada, descubrió como estaban calientes a pesar del frio exterior. Su cuerpo fue sacudido por un escalofrió. Jiraiya estaba a solo unos metros de ella, no estaba interactuando con Tsunade y, aun así, el sonido de su voz salpicado de ternura tenía el poder de turbar a la mujer guerrera. Semejantes reacciones hicieron despertar un ligero temor. Algunas preguntas penetraron en su cabeza con la precisión de su bisturí, pero la Senju, decidida a posponer sus reflexiones, las alejó. Permaneció en silencio, expectante a la continuación de la historia de Anko.
