RELATO 1: El monstruo

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Abres los ojos bruscamente. Es de noche y estás en medio de un bosque, descalzo y desorientado.

Miras a tu alrededor. Una leve brisa hace bailar las agujas de los pinos que recubren el cielo estrellado de la noche.

Caminas perdido en un frondoso pinar que parece no tener fin. Se desdibujan los límites del bosque a la par que se difuminan los límites de la realidad.

El roce de la brisa, ya no es suave como al principio. Sientes como poco a poco, ésta se vuelve cada vez más agresiva.

Un viento huracanado alarga la longitud de los pinos cientos de metros en segundos. De repente, te encuentras rodeado de troncos gigantes y sepultado por numerosas ramas que tapan los escasos claros que todavía dejaban entrever las estrellas.

Tu tamaño se ha vuelto tan pequeño comparado a tu alrededor, que tu presencia es casi inexistente. Te sientes diminuto y frágil.

Las estrellas se van apagando lentamente hasta que no queda ninguna, y con ello se apaga también el último atisbo de esperanza que te quedaba. Reina la oscuridad más absoluta.

El miedo se apodera de tí y empiezas a correr. El follaje te apunta amenazante. Una corriente de aire hace que las agujas de los pinos salgan disparadas.

Notas como con cada paso que das, van perforando tu piel lentamente. El tormento que sientes es casi insoportable. Miras tus manos. Parecen coladores. Ni la peor tortura medieval se asemejaría siquiera a este suplicio.

El dolor es cada vez más intenso, pero no dejas de correr. Cuanto más sufres, más rápido corres. Sientes que te están cazando.

Intentas escapar de algo que te persigue, pero no sabes qué es. Puedes sentir su agitada respiración. Las pisadas cada vez están más cerca.

Escuchas unos gritos estremecedores. Unos chillidos tan intensos que por poco te hacen estallar los tímpanos. Entonces, miras hacia atrás asustado y no ves nada.

Volteas hacia delante con desesperación y tan pronto como los gritos desaparecen, comprendes la realidad. El silencio más sepulcral se hace presente.

Extrañamente, en la más total penumbra, experimentas una visión extremadamente lúcida. Algo que nunca antes habías percibido.

Una aura negra y opaca envuelve todo tu cuerpo. Tu alma sucumbe ante la oscuridad y se une a ella con increíble facilidad, creando una mezcla homogénea que muestra tu verdadera naturaleza.

Y es en ese preciso instante, cuando todo se tiñe de rojo. Toda tu piel y ropa está manchada. Observas la sangre caer por tus sucias manos sobre el cadáver que yace inmóvil junto a ti.

Te arrepientes por un brevísimo lapso de tiempo, pero ya es muy tarde.

Y entonces lo entiendes todo. Nadie te perseguía. Intentabas escapar de ti mismo.

El monstruo siempre has sido tú.

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