RELATO 3: El anillo

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Otto era un hombre de mediana edad, alto, de tez blanca, pelo oscuro y ojos azules. Era bastante delgado y lucía una larga cabellera que le llegaba hasta los hombros.

Tenía un hermano, al cual odiaba con todas sus fuerzas. Desde que eran pequeños, constantemente habían tenido una relación tóxica basada en la extrema competitividad. Era mejor que él en todo: tenía un trabajo bien remunerado, una esposa más hermosa y en general, una vida mucho más exitosa. Aunque sus padres nunca se lo habían dicho directamente, sabía perfectamente que su hermano siempre había sido el preferido.

Otto estaba harto de la vida que llevaba. Aspiraba a mucho más de lo que poseía, pensaba que si tuviera más dinero, podría llenar el vacío existencial que rodeaba su miserable realidad. Estaba casado con una esposa que en el fondo repudiaba y con la que tenía dos hijas, a las cuales miraba con lástima por no poder ofrecerles las mismas comodidades que algunos de sus compañeros ostentaban con aires de superioridad.

La madre de Otto falleció cuando él tenía unos tres años y apenas conservaba recuerdo alguno de ella. La única persona a la que Otto había querido de verdad era a su abuela, quien siempre había cuidado de él cuando era pequeño sin importar las circunstancias. Su abuela era muy peculiar, especial y a menudo incomprendida, pero nadie dudaba de su gran sabiduría.

Su padre estaba muy delicado de salud y no tardó en morir. Como era de esperar, su hermano, quien de por sí ya era rico, heredó gran parte de su fortuna y pasó a serlo todavía más.

Otto realmente no sentía amor ni odio por su padre, sino mas bien indiferencia. Nunca le había correspondido con menos de lo que le era exigible como hijo y su padre jamás se había comprometido con él más de lo que le era exigible como padre, pero en el fondo los dos eran conscientes de que ninguno quería al otro.

Entonces, recordó el peor día de su vida: el día que su abuela murió. Los recuerdos de ese acontecimiento todavía permanecían nublados por la tristeza, pero poco a poco se fueron esclareciendo.

Unas pocas horas antes de morir, casi como si fuera consciente de su inminente partida, su abuela le obsequió con el bien más preciado que tenía: su anillo.

Siempre lo llevaba puesto y más de una vez le había asegurado que ese anillo era el tesoro más valioso que iba a presenciar jamás. Era bonito —pensaba Otto—, pero seguro que habría otros mucho más valiosos.

El anillo era de plata y con unos acabados bien pulidos. Destacaba por tener incrustado un gran ópalo negro, el cual se encontraba rodeado por una serpiente que lo envolvía de forma circundante con una cola que se extendía hasta la boca, creando una circunferencia perfecta.  Unas extrañas runas el significado de las cuales jamás había logrado comprender decoraban con grabados los laterales.

Sin duda, debería ser bastante valioso, pero nunca había pensado en venderlo, pues se trataba del único recuerdo que le quedaba de su abuela.

El aspecto del ópalo era especialmente interesante. La gema era de un color oscuro intenso y se parecía mucho a una especie de ojo. Tenía la extraordinaria cualidad de cambiar sutilmente de forma y coloración, de modo que parecía "vivo", pues nunca estaba mirando hacia la misma dirección.

Mientras Otto observaba nostálgico la joya de su difunta abuela, recordó lo que le había contado acerca del anillo antes de abandonar este mundo. El recuerdo de esas palabras había permanecido oculto hasta ese momento. La muerte de su abuela había impactado tanto en él, que algunos recuerdos se habían visto difuminados de su memoria hasta prácticamente quedar en el olvido.

Las palabras de su abuela fueron tan increíbles como descabelladas. Debía estar alucinando a causa de la gran cantidad de fármacos que le habían suministrado para calmarle el dolor, —pensó Otto—, pues de lo contrario no encontraba explicación racional alguna.

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