1: Las Malas Noticias Vuelan

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El amanecer no fue esplendoroso ese día: Una mañana nublada, como era típico en la zona costera de Viña del Mar, y los rayos de sol apenas podían penetrar la densa nubosidad. Febrero, como todos los años, ofrecía el mismo panorama matutino. Las gaviotas revoloteaban y graznaban anunciando el comienzo de un nuevo día y los veleros en la costa levaron sus anclas, dejándose llevar por la marea. Los bocinazos de la avenida España ya revelaban el primer taco matutino, como un ritual de la ciudad.

Avanzando velozmente por las calles de Recreo, un auto color plomo, marca Peugeot Sedan 508, corrió sin detenerse ni respetar las señaléticas de tránsito. Un hombre, vestido con un traje de novio, se apresuraba en llegar al edificio Greco Alto. En el piso 6, departamento 602, una novia se alistaba para el mejor día de su vida.

Dentro del departamento, todo era un caos, las estilista y maquilladora recién habían terminado de preparar a la novia. Quedaban solo 30 minutos para llegar a la iglesia y un celular en una de las habitaciones no paraba de sonar. Una mujer de 47 años que usaba un vestido azul, llamada Alondra Covarrubias, le llevaba el velo a la novia y, al mirarlo, recordó su propio matrimonio, en el cual vestía este mismo atuendo. Hay una tradición que dice que siempre las novias deben llevar algo nuevo, algo prestado y algo antiguo. Ella, como su madre, le regala algo suyo y viejo a su hija, su antiguo velo de matrimonio.

Al sentir el teléfono, Alondra se devolvió a su pieza y revisó la llamada, notando que la madre del novio la ha llamado más de 10 veces...Se detuvo a pensar un momento, pero decidió no prestar atención, porque debía estarla llamando solo para que la novia se apure. Dejó el celular dentro de su cartera de mano, que estaba encima de su cama, y corrió hacia el cuarto de su hija a colocarle el velo, mientras que una chica de 25 años, con cabello negro y con un vestido violeta, esperaba ansiosa en uno de los sillones del living. Miraba cada segundo que la puerta de la pieza de la novia se abriera para así poder salir luego a la iglesia. Rachel Gazmuri, quien es la mejor amiga de la novia, se dice a sí misma:

-¿Por qué se demora tanto si ya la terminaron de arreglar?-.

Se levantó y vio a Alondra saliendo de su habitación.

-Ya están llamando. ¡Tenemos que salir ya!-, le dijo Alondra a Rachel.

Un hermoso vestido blanco envolvía el delgado cuerpo de Anastasia Rinaldi, de 25 años. Su cabello estaba perfectamente peinado y listo para colocar el detalle más importante, mirándose fijamente a su espejo. Las mariposas revoloteaban en su estómago y no podía quitar la gran sonrisa de su rostro, diciendo, emocionada, en voz alta:

- Hoy, 14 de febrero del 2019, es el día más maravilloso de mi existencia. Este día, yo Anastasia Rinaldi me casaré con el hombre de mi vida, ¡y soy muy feliz!-.

El espejo era de cuerpo completo, Anastasia se miraba feliz y orgullosa. Rachel no aguantó más y entró a la alcoba de ella, junto con Alondra.

-¡Amiga te ves hermosaaaaaaaa!-, dijo Rachel, tapándose el rostro con sus manos por la impresión.

-Mi querida hija, ojalá tu padre estuviera vivo para ver esto-, dijo Alondra y ambas abrazaron a Anastasia.

La futura novia se volvió a mirar, emocionada, en el espejo y dejó que su madre le acomode el velo en su cabeza. Trató de controlarse para no dejar caer ninguna lágrima y no arruinar su maquillaje. Recordó a su novio, Damián Lagarribel, quien fue su compañero de enseñanza media y luego de universidad en la carrera de Veterinaria. Ambos soñaban con poner su propia clínica y ayudar a muchos animales. Las imágenes de sus recuerdos volaron en la mente de Anastasia.

-Este día confirmaré mi amor ante los ojos de Dios y de todos-, dijo, tomando sus manos y rezando al cielo.

Cuando Alondra vio su celular, se dio cuenta de que ya estaban muy atrasadas y tenían que salir a la iglesia.

Tragos de ExtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora