6: Huida

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Rafaela lo ignoró y, con una cuchara, cogió un poco de sopa de la olla, luego, cuidadosamente se acercó a León y le dijo:

-Mira, pruébalo. Ya está casi listo-.

León lo probó y aceptó que estaba exquisito. Su estómago sonaba y Rafaela sonrió. Sacó de la alacena dos platos de fondo y le pidió a León que preparara la mesa para almorzar juntos, quien fue al comedor y sacó individuales de uno de los muebles. De pronto, reaccionó, volviendo a la cocina.

-Te pregunté qué hacías acá. Creo haberte dicho que yo te llamaría-Le reclamó, algo ofuscado.

Rafaela tapó la olla y lo miró fijamente, diciendo:

-¿Acaso está mal que le quiera dar una sorpresa a mi novio?-.

León suspiró, caminó hacia ella y la tomó de la cintura, dándole un abrazo apretado. Rafaela quedó un poco sorprendida con su actitud, de repente, vio que la olla se estaba empezando a rebalsar y, corriendo, apagó el gas. León se rió y dijo:

-Pondré los servicios mejor-Y los colocó en la mesa.

Rafaela sirvió la comida y dejó los platos en la mesa del comedor. Ambos se sentaron, León sirvió los vasos con bebidas y le comentó:

-Me sorprendiste llegando a esta hora, y siguió comiendo. Rafaela contestó:

-Sí, es que...necesitaba verte. Te echaba de menos-.

León estaba contento, le recordaba a esos días en que ellos vivían en Valdivia. Rafaela cocinaba siempre platos tradicionales, porque sabía que a él le encantaban, sobre todo cuando había días de lluvia y mucho frío, como era común en esa zona del sur de Chile. Ella observaba a León mientras comía, estaba nerviosa, ya que, sabía que él aún estaba molesto por lo que pasó el día viernes. Así que pensaba en cómo hacerlo olvidar lo que pasó y decidió preguntar:

-¿Te gustaría que volviéramos a vivir juntos?-.

León se quedó helado, miró seriamente a Rafaela y dejó de comer. Esa era una pregunta que ella hacía cada cierto tiempo y le incomodaba bastante, porque era un "tema", que siempre terminaba en discusión.

-Rafaela no quiero hablar de eso ahora. Mejor dime sobre qué hablaron tus padres contigo y de cómo siguen tus muñecas...- Dijo, molesto, León.

El vapor que emanaba de los platos con cazuela iba disminuyendo, al contrario de la frustración de Rafaela, que iba en aumento. Exaltada, tiró su plato de la mesa al suelo, esparciendo todo su contenido en la alfombra del comedor, y gritó:

-¡Ves que no me amas!¡Sólo estás conmigo por lástima!-.

León evitó enojarse y se levantó de la mesa, vio la respiración de Rafaela agitada y le pidió que se tranquilizara, diciendo:

-Ya basta...cálmate. Sabes muy bien por qué no podemos vivir nuevamente juntos-.

Rafaela lloraba de rabia, porque sabía todas las razones, pero, aun así, insistió.

-¡No me importa lo que digan mis padres!, ¡no me importa lo que digan los médicos y sus putas pastillas que me hacen enfermar más!. ¡Yo quiero ser feliz contigo!-Y se arrodilló en piso, llorando.

Cuando se conocieron en Valdivia, León arrendaba un departamento en el centro de esta ciudad. Al llevar un mes de relación, él invitó a Rafaela a vivir juntos. Ella estaba trabajando de farmacéutica en una farmacia de una conocida cadena y vivía en la casa de unos familiares. Fueron días realmente maravillosos, un joven novato en la BPI y una recién titulada de químico farmacéutico. Hace cinco años atrás, todo era perfecto, sin embargo todo cambió cuando a León lo trasladaron a Viña del Mar. Ya llevaban dos años de relación y a León lo ascendieron a detective en la sección de Narcóticos, mientras que a Rafaela la ingresaron en una tienda de la misma cadena en el mall de la zona. Los padres de Rafaela le cedieron un departamento en un sector residencial del cerro Las Delicias, era justo y preciso para los dos. Cuando Rafaela quedó embarazada, fue la felicidad máxima, ambos estaban muy emocionados con la llegada de su primer hijo. Pero luego del accidente...todo se vino cuesta abajo.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2021 ⏰

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