4: Corazones Divididos

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A pesar de ser día viernes y de que el sol en Viña haya salido de manera esplendorosa, Anastasia no se quería levantar de su cama, estaba con mucho dolor de cabeza. El día anterior, tuvo que faltar a clases, no se sentía preparada para ir, Steffano la contuvo estos días. La cabeza de Anastasia daba vueltas, tenía tantas cosas en su mente, que a veces, era difícil ordenar sus ideas. Se sacó la ropa y abrió la llave de la ducha, se metió en ella y masajeó su cabello. Con el relajo de la ducha planeó aclararse un poco más, pues, entre la frialdad de Damián y su posible romance con la profesora Marcia, el interés extraño que mostraba el profesor Félix por ella y los nervios que le hacía sentir León, pensaba que era mucho para una joven de 25 años que debería estar concentrada en terminar su carrera.

Ya en la universidad, se dirigió a su casillero a sacar sus cosas, mientras se ponía su delantal, pero un fuerte mareo la agobiaba, no podía más con dolor de cabeza y el dolor de estómago. El haber llorado dos días casi enteros y toda la tristeza que ha soportado durante estas semanas, por fin están haciendo estragos en el cuerpo de Anastasia. Se sujetó de la puerta de su casillero, conteniendo su malestar para poder ir a clases, pero el desmayo era inevitable. Cuando sentía que caía, fue sujetada por unos fuertes brazos, que la llevaron a la enfermería.

Anastasia despertó asustada, lo primero que visualizó fueron una brillante sonrisa y unos hermosos ojos azules que la saludaron al despertar, era Félix. Anastasia se levantó exaltada de la cama, pero entre la enfermera y él, le dijeron que se mantuviera acostada.

-Mantente un rato descansando, hasta que termine de suministrar el suero-dijo la enfermera.

Félix le contó que se había desmayado y él la trajo hasta la enfermería, y la enfermera acotó:

-Tienes que hacer reposo y comer sanamente, no debes cargar tu estómago y estar tranquila. Todo esto es por tensión nerviosa, tu jefe de carrera ya está al tanto de la situación y te puedes ir a tu casa-finalizó.

Anastasia pensó que la enfermera tenía razón, realmente no se ha sentido bien y no ha comido nada. Miraba cómo el suero iba bajando lentamente, sonreía, porque recordó que algo parecido le pasó en el bar de León, pero ahora no lo veía a él, sino a Félix.

-Yo te llevaré a tu casa-dijo Félix.

-Ah...no se moleste, les puedo decir a Rachel o a Megan que me lleven, o decirle a mi hermano que me pase a buscar-dijo apurada Anastasia, pero Félix insistió.

Con cuidado, bajaron al estacionamiento y llegaron al auto de Félix, un Chevrolet Cavalier de color plomo, el docente abrió la puerta del copiloto para que Anastasia se sentara. Él, posteriormente, se subió, puso en marcha su auto y salieron de la universidad. Ya en camino hacia su casa, Anastasia todavía se sentía algo mareada y Félix sugirió:

-Si quieres, detengo el auto, para que tomes algo de aire-.

Anastasia dijo que no, apoyando su cabeza en el vidrio del auto. Lo que le preocupaba ahora era cómo salir de la duda de si Damián estaba con la profesora Marcia o no. Félix continuó:

-Un guardia me comentó ayer que pasó algo con Damián... ¿es cierto que te dejó llorando otra vez?-.

Anastasia miró sonrojada a Félix y asintió. El silencio inundó el auto, Anastasia no podía mirarlo, ya que le daba vergüenza saber que ya toda la universidad sabía sobre su fallido matrimonio. Félix notaba la incomodidad de Anastasia y trataba de cambiar el tema:

-Cuando lleguemos a tu casa, trata de comer algo liviano, unas galletitas de soda con una agüita de hierba-le dijo, amablemente.

Anastasia lo único que deseaba, en ese momento, era llegar a su casa rápido. Tenía la cabeza revuelta y, a cada minuto, la duda sobre Damián le apretaba el corazón. Hasta que se atrevió a preguntarle a Félix, visiblemente nerviosa:

Tragos de ExtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora