XV

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Cuando despertó todo era blanco, un blanco cegador que lo hizo entrecerrar los ojos.

¿Había muerto?

¿En realidad estaba muerto?

– Alexander Gideon Lightwood

Esa voz parecía venir desde el mismo centro de la tierra, como si fuera transportada por miles de kilómetros de un agujero hueco para llegar hasta sus oídos.

Era oficial, estaba muerto...

– Magnus va a matarme

Fué lo único que se le ocurrió decir.

Y esa oscura y atemorizante voz vibró con una risa contenida.

– Es posible que el brujo lo haga

Alec estaba alerta, la última frase había sonado cercana, como si su dueño estuviera caminando a su encuentro.

– Pero antes, debes hacer una elección

De entre todo el blanco infinito, apareció un hombre, uno rubio con cuerpo de luchador profesional que abusa de los esteroides.

Vestido con un traje blanco, la camisa tenía los primeros botones sueltos, pero lo increíble era el armamento que traía consigo.

Dos espadas cruzaban su espalda, las correas de las fundas cruzaban su pecho, en ellas había runas dibujadas.

Alec buscó su runa de la Alianza.

Ya no estaba.

De hecho, no tenía ninguna runa en su cuerpo, ni siquiera la del poder angelical. Peor aún, su runa parabatai también se había ido.

– ¿Qué debo elegir?

Preguntó aún en shock por no ver en su cuerpo las marcas tan conocidas.

– Si quieres volver o no

A Alexander le parecía estúpida esa propuesta. Era obvio que elegiría regresar.

– ¿Cuál es el truco?

Con los ángeles no se podía ir a la ligera, eran engañosos, no daban nada gratis.

El hombre sonrió, era demasiado amable para ser un ángel.

– Si regresas, no serás más un Nephillim. Tus marcas nunca volverán.

Al chico se le fue el corazón al suelo. No podría volver a pasar la estela por su cuerpo,  no activaría sus armas al decir el nombre de un ángel, no vería a través de un glamour, no pisaría un instituto de nuevo, no podría acudir a Idris, no escribiría un mensaje de fuego. No tendría un parabatai.

– Prometí que volvería... Y lo haré

Se tragó el nudo en la garganta que tenía. Él le había dado su palabra a su hermana de que volvería. En la tierra estaba Magnus, estaba el pequeño Max, sus hermanos, Jace,  sus amigos, todos aquellos que habían depositado su confianza en él.

Alec volvería a iniciar, no importaba si era como un humano, él era un cazador pero una vez abajo, no lo sería nunca más. Y dejar atrás todo de sí, le dolía, pero haría eso por las personas que amaba y las que había jurado proteger.

– ¿Eso es todo?

Preguntó ansioso de volver.

– Solo un pequeño detalle...





























Mi Valiente Cazador (#malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora