Capítulo 11

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Llevábamos revisando los informes de la misión y buscando información en internet de la misma un par horas. Bien, hasta ahí ningún problema. El problema venía con este pequeño inconveniente: lo hacíamos en completo silencio. Durante dos horas. Dos horas. Dos puñeteras malditas horas. Ahora mismo no sé si prefiero el silencio o decirle que soy virgen y que por eso hui de su habitación como si me hubieran puesto un cohete en el… En fin, que prefiero hasta meterme en la boca del lobo antes que seguir soportando este silencio infernal.

Suelto un sonoro suspiro de exasperación.

— ¿Se puede saber por qué no dices nada? —pregunto frustrada.

—No sé de qué me hablas —responde, sin apartar la vista de los papeles.

Me levanto de la cama, en la que llevábamos sentados estas largas dos horas mientras estudiábamos la misión, y tiro los papeles que tenía en mi mano en ella.

— ¿No lo sabes? ¿Estás seguro de eso? —pregunto con desesperación, sin esperar respuesta—. Porque yo creo que lo sabes muy bien.

—Mira Kira, yo sé lo que te pasa, ¿vale? —deja los papeles a un lado, se levanta de la cama y camina hacia mí—. Sé por qué te fuiste antes.

Genial. En serio Kira, ¿quién te enseño a abrir esa hermosa boca cuando no debías? Me retracto de todo lo que dije antes, no quiero entrar en la boca del lobo, quiero silencio. Mucho silencio. Silencio eterno.

Mis manos comienzan a sudar y temblar. Bajo mi vista al suelo en espera de la bomba. Daniel me toma de la barbilla y alza mi cabeza para que lo mire.

—La razón por la que te fuiste antes así de rápido es obviamente —hace una pausa. Dios, creo que voy a desmayarme— porque sigues molesta por lo de Wilda.

¡No! ¡Lo sabe! Espera, ¿qué?

— ¿Eh? —mi cara de desconcierto debe ser todo un espectáculo.

—Tranquila, te entiendo, no pasa nada —dice y me acaricia el brazo de forma paternal.

No sé si echarme a reír o a llorar, por lo que opto por una completa neutralidad en mi expresión facial. Eso, o tal vez estoy tan en shock que no puedo entenderlo. Y es que, señoras y señores, Daniel es muy guapo, y listo, y también tiene unos ojos preciosos; pero al parecer en temas de chicas no está muy puesto. Bueno, consideremos esto un regalo del señor y aceptémoslo gustosos.

—Oh, me has descubierto —mi actuación no puede ser peor, lo admito.

Y entonces se oyen varios golpes en la puerta. Mierda, justo ahora que estoy yo aquí. A pesar de que estemos “trabajando” —a los ojos de los demás—, estas cosas se deben hacer en la sala de entrenamiento, no en los dormitorios.

—Daniel, ¿estás ahí? —pregunta la voz desde detrás de la puerta. Creo que es Wilda. No, estoy segura de que es Wilda.

Me dispongo a esconderme, pero Daniel me toma del brazo reteniéndome. Lo miro con apuro, necesito esconderme, si Wilda me ve aquí me mata, literalmente.

Trapped: Dark eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora