Capítulo 6

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Tras buscar a Daniel en su habitación y no encontrarlo, paso por la sala de entrenamiento.

Abro la puerta con cuidado de no hacer ruido por si molesto. Bueno, la verdad es que no estoy muy segura de lo que voy a decirle. Entonces lo veo, practicado, como lo hace la mayor parte del tiempo. Sus movimientos son ágiles y su puntería perfecta. Está practicando con cuchillos y... ¿tiene los ojos cerrados? Sí. Dios mío, ¡su puntería es perfecta aún con los ojos cerrados!

Entonces se detiene en seco, todavía con la respiración agitada a causa del ejercicio físico. Ante el miedo de ser descubierta barajo la posibilidad de irme. <<Será lo mejor>>, pienso y comienzo a cerrar la puerta para marcharme en silencio.

—¿Qué es lo que querías? —oigo justo cuando voy a cerrar la puerta. ¿Cómo sabía Daniel que yo estaba aquí? O mejor dicho, ¿desde cuándo lo sabía?

Abro la puerta por completo, ahora ya sin cuidar mis movimientos, y entro en la sala. Daniel está de espaldas a mí y no se molesta en darse la vuelta. Creo que está enfadado.

Bien, ¿y ahora qué digo? Las manos me están sudando. Las froto en mi ropa mientras mi mirada permanece fija en el suelo.

—Yo... quería hablar sobre lo de antes —digo. Al ver que no contesta continúo—. No quiero que pienses que yo...

—No tienes por qué darme explicaciones —me interrumpe. Se de la vuelta y me mira

—No quiero que pienses que te tengo miedo.

—¿Es que acaso no es cierto?

—No —contesto cortante—. Deja de intentar apartar a la gente que quiere ayudarte.

—Nadie quiere ayudarme y, en el caso de que fuese así, no necesito ayuda —dice tajante, mientras saca del cuerpo del maniquí todos los cuchillos que había lanzado antes.

—¿Es lo que realmente crees? —pregunto con incredulidad—. A mi me parece que sí la necesitas, y mucha. Para empezar eres la única persona que está en este sitio horrible por voluntad propia y, como si eso no fuera suficiente, no hablas con nadie y todos te tienen miedo. Y lo más triste de todo es que todo pasa porque apartas a la gente y no dejas que te conozcan a ti, solo conocen la fachada que proyectas.

Ya está, eso era lo que pensaba. Por supuesto, obviando la parte de “creo que me gustas”, pero más o menos era algo así. No era lo que tenía en mente decir desde un principio, creo que se me ha ido todo un poco de las manos.

—Muy conmovedor todo —dice con sarcasmo mientras me da un aplauso fingido—. Pero no hables como si me conocieras, porque no me conoces. Y si lo hicieras, te aseguro que no estarías aquí ahora mismo.

Ya está bien, estoy harta. Si quiere quedarse solo que lo haga, a mí me da igual, que se destruya.

—Como quieras, Daniel. Quédate solo como siempre.

Salgo de la sala de entrenamiento dando un portazo y voy corriendo hasta la habitación de las chicas.

Será idiota.

Doy otro portazo al cerrar la puerta de la habitación y me acuesto en mi cama.

—¿Qué ha pasado?

Entonces veo a Sasha en la puerta del baño.

—¿Y las demás? —pregunto, incorporándome sobre el colchón.

—Están en el despacho de Nash, hablando sobre sus trabajos de esta semana —se acerca y se sienta a mi lado en la cama—. Creía que todo iba bien.

—Pues no, no va bien nada.

—¿Qué ha hecho Daniel?

—Nada, nada —agito la mano restándole importancia—. De verdad, todo está bien —afirmo al ver la incredulidad en su cara—. Lo que debo hacer ahora es centrarme en mi misión. Es lo que de verdad me importa ahora.

Sasha se encoje de hombros, aún sin creerse una palabra de lo que he dicho.

—Si tú lo dices…

—Bueno, pequeños, hoy es el día. —Nash parece emocionado con mi primera misión. Yo no lo estoy, me tiemblan las piernas y creo que en cualquier momento me voy a desmayar.

Los tres días pasaron más rápido de lo que me esperaba. Daniel y yo no hemos hablado nada fuera de un “hola” para saludarnos, un “adiós” para irnos y las instrucciones que me daba para los entrenamientos. Y de hecho creo que es mejor así.

Daniel no me conviene. Para empezar está este sitio, en el que él está voluntariamente, y después está el hecho de que todos le tienen miedo, y debe de ser por algo. No quiero más líos en mi vida, ya tengo bastante con estar en este sitio horrible.

—Espero que la hayas enseñado bien, Daniel. Ya sabes que los errores se pagan caro.

Bueno, eso había sonado a amenaza, lo cual me pone más nerviosa de lo que estaba. Si es que eso es posible, claro.

Ya de por sí soy mala en la lucha cuerpo a cuerpo y no sé disparar bien un arma. Pero si a eso le sumamos el hecho de que Daniel no me hable, la misión va a ser un desastre. Y los errores se pagan caro, quizás más de lo que yo me pueda imaginar.

Trapped: Dark eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora