Capítulo 4

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Estamos todos en la sala de entrenamiento. Por alguna razón sé que hoy va a ser un día largo. Dijeron que hoy sería mi iniciación y aún estoy esperando a que me expliquen qué narices es.

— ¿Estás bien? —me pregunta Samuel.

Yo sonrío; aunque no esté feliz en absoluto, me alegra tener a alguien cerca.

—Si —asiento con la cabeza—. Pero… ¿Me puedes decir qué es eso de la iniciación?

—Oh, ¿no te lo han dicho las chicas? Te asignan a uno de nosotros para que te instruya y sea tu pareja de acción cuando haya robos conjuntos o…

—Asesinatos —termino la oración.

Un compañero. Será interesante saber quién será mi compañero, ojalá sea una chica. Siempre trabajo mejor con chicas, como en los trabajos del colegio. Los chicos me ponen nerviosa.

— ¿Y con quién puede tocarme? —pregunto.

—Bueno, la verdad es que no hay muchas opciones. —responde.

— ¿No hay muchas?

—En realidad solo hay una.

En ese instante la puerta de la sala se abre y deja ver a Nash, el jefe intimidante. Me mira y me hace una señal con el dedo. Miro a mi alrededor, sí, es a mí.

Respiro hondo y camino hacia él. Caminamos juntos en silencio, yo detrás de él, por todo el laberinto de pasillos. Nash me impone el suficiente respeto —y miedo— como para no preguntarle hacia dónde nos dirigimos, así que no digo nada.

Empezamos a caminar por un pasillo que se me hace conocido, no sé de qué… Entonces veo algo familiar y caigo en la cuenta: ¡el pasillo de los jefes!

O Dios mío, ¿qué van a hacer? ¿Matarme, amenazarme, violarme, maltratarme? Son demasiadas las posibilidades.

Pero entonces entramos en una de las habitaciones. Un despacho, al parecer.

La habitación estaría totalmente a oscuras si no fuese por dos lámparas colocadas estratégicamente: una sobre el escritorio y otra sobre una mesita de café, al lado de un sofá.

—Siéntate. —me ordena Nash, señalando el sofá iluminado por la tenue luz de la lámpara.

Camino en silencio y hago lo que me ordena. No hace frío en la estancia, pero estoy temblando. Este sitio parece tener el poder de hacerme temblar aunque hagan cuarenta grados centígrados de temperatura.

<<Cálmate, Kira. >>, Me repito una y otra vez interiormente sin despegar la vista del suelo.

Entonces, la puerta se abre y lo veo, Daniel. <<Oh, no>>, pienso <<él no>>. Otra vez. ¿Es una broma? Desde que llego a este sitio lo primero que escucho es: “Aléjate de Daniel”, y lo único que hacen es ponerlo en mi camino una y otra vez. Aunque he de aceptar que tampoco me molesta mucho.

Nash, que estaba sentado en la silla de su escritorio, me hace una seña con el dedo para que me levante y me coloque junto a Daniel, que está de pie frente a él. Cuando ya estoy situada, habla:

—Quiero que los dos sepan que esta unión no me complace en lo absoluto. —Habla con una voz que hace que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.

A pesar de estar frente a Nash y tener a Daniel al lado, me siento un poco más valiente, y ahora mi vista no va al suelo, sino al rostro de Nash. Intento aparentar estar serena, después de todo, si me muestro débil, puede que no lo cuente.

—Pero no tenía otra opción —nos examina a los dos de arriba abajo—. Espero que hagas que, al menos, se acerque un poco a tu nivel, chico —se dirige a Daniel—, y así compensar todo, quién sabe, tal vez nos sorprenda.

Trapped: Dark eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora