• ➪ 1700-1720 [2]

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La muerte no se había separado del vampiro en treinta y siete años, atenta a todo lo que el varón hacía mientras ella lo seguía de cerca.

Carlisle Cullen se daba asco a sí mismo, odiaba al monstruo en el que se había convertido y pasó años queriendo matarse de hambre, intentando ahogarse y lanzándose desde acantilados, más no era tan fácil acabar con la vida de un inmortal como él. El pastor se negaba a alimentarse de humanos, se negaba a acabar con la vida de una persona solo para saciar su sed. En ese momento, la alta figura que lo seguía se encontraba de pie junto a la entrada de una cueva, su esbelta figura femenina portaba un largo vestido hecho jirones que llevaba años siendo su única prenda en aquella forma mortal. La entidad observaba cuán débil y hambriento se encontraba el varón por lo que pronto se giró y comenzó a caminar hacia una manada de venados que tranquilo comía pasto en una pradera. La muerte golpeó a uno de ellos, alertando al resto y pronto viéndolos correr en dirección a la cueva donde el rubio vampiro se encontraba.

Pronto el cuervo que traía consigo el pergamino con la hora de la muerte de cualquier ser vivo pasó por encima de su cabeza, dejando caer el papel en sus manos.

Carlisle estaba tan desesperado por sangre que no dudó en atacar al grupo de herbívoros que pasaban por allí. Los cuerpos de los venados se encontraba a su alrededor, un hilo de sangre goteando por su mentón mientras una idea parecía florecer frente a él. El vampiro descubrió que podía sobrevivir a base de sangre animal, y aquello le parecía mucho menos horrible que acabar con la vida de un humano. Carlisle en ese momento pareció descubrir una nueva vida.

En el transcurso de esos años, Carlisle conoció a Alistair, un vampiro nómada de oscuro cabello que no tenía intención de entablar amistad con el que ahora se consideraba un vampiro vegetariano. Sin embargo y gracias a la encantadora y llamativa personalidad de Carlisle, ambos entablaron una especie de amistad bastante extraña pero pronto partieron hacia caminos distintos.

Marchando hacia Italia y comenzando a estudiar durante la noche, Carlisle Cullen comenzó a perfeccionar el arte del autocontrol y siguió alimentándose de los animales salvajes que encontraba por la zona, todo bajo la atenta mirada de una entidad que sentía fascinación por aquel inmortal pero que aún no se había dado cuenta.

Fue durante 1700 que conoció por primera vez a los Volturi, el dominante clan vampírico que eran liderados por Aro, Caius y Marcus. Carlisle descubrió que aunque todavía se alimentaran de sangre humana, esos vampiros no tenían ni punto de comparación con las escorias salvajes que vivían en las calles de Londres.

Carlisle pasó varias décadas junto a ese clan, intentando que cambiaran su forma de vida, y ellos intentando cambiar la suya a la que se suponía que era su instinto natural.

En 1708, mientras el rubio convivía junto a los Volturi y estudiaba medicina durante las noches, conoció a un joven alto y delgado de ligeramente largo cabello negro. Aquel chico también estudiaba medicina durante la noche, en las clases nocturnas a las que se había apuntado el rubio. Aquel joven nunca le dio su nombre, siquiera lo ponía en los proyectos que debían entregar para conseguir el graduado pero aquello a los superiores no parecía importarles. Carlisle nunca lo vio cambiar su expresión, siempre aquella seria expresión se adhería a él como un tatuaje en ese atractivo rostro.

La muerte se sentía estúpida, ¿realmente estaba estudiando algo que conseguía salvar vidas cuando era ella quien las arrebataba?

Pero no pudo resistirse, y es que por una vez quiso acercarse a aquel vampiro y entablar conversación con él. Descubrió que aquel joven era mucho más interesante de lo que había visto desde lejos, captando aún más la atención de la entidad que se había dejado ver en el mundo terrenal.

Carlisle había conseguido un amigo que él creía humano, y por primera vez desde que se convirtió en aquella monstruosidad, el vampiro se sintió bien y a gusto consigo mismo; la muerte y él quedaban a menudo durante el horario nocturno para charlar o simplemente estudiar medicina en silencio, era algo intuitivo que le pedía que estuviera junto al varón.

Fue una noche de verano, dos años después de haberse conocido que Carlisle preguntó:— ¿Alguna vez sabré tu nombre?

La muerte en su forma masculina observó a su acompañante. Ambos se encontraban sentados en un pequeño jardín propiedad de la ciudad mientras disfrutaban de la suave brisa veraniega, se podía sentir el fuerte olor a rosas y jazmines, y el camino estaba iluminado con pequeñas lámparas de aceite.

La hipnotizante voz que el pelinegro tenía llegó hasta sus oídos:

— ¿Por qué tanto empeño en saberlo?

— No me parece bien seguir llamándole "chico" cada vez que me dirija a usted—sonrió Carlisle.

La muerte se puso en pie y comenzó a caminar con lentitud mientras observaba tranquilamente las flores del jardín. El vampiro quedó sentando en el mismo lugar y observaba al contrario curiosear alrededor, había algo en el alto joven que te invitaba a conocerlo, y aquello era lo que le había ocurrido al rubio, sino no se encontraría allí en ese momento.

— ¿Y si te digo que no tengo un nombre?—cuestionó el pelinegro volviendo a su lugar, quedándose esta vez de pie frente al otro inmortal.

Una sonrisa cruzó el rostro del rubio.

— Entonces deberías elegir uno.

El pelinegro pensó. La muerte no tenía un nombre, pero sí formas de referirse a ella, formas que los mortales a lo largo de los años habían elegido para ella, más no tenía un simple nombre como los seres terrenales.

— Lo dejo a su elección—contestó el pelinegro sin darle mucha importancia.

— ¿Dejar a una persona cualquiera elegir vuestro nombre no es un poco arriesgado?

Un ligero encogimiento de hombros fue lo que obtuvo:— No es como si el nombre fuera a cambiar algo para mi o el resto, simplemente diga uno y lo usaré desde este instante.

Carlisle quedó en silencio durante quince largos minutos, alternando su vista entre el pelinegro frente a él y las rosas rojas que florecían en el jardín. Un brillo cruzó sus ojos en el momento que encontró el nombre perfecto para el "humano".

Eider.

La muerte tomó asiento junto a él mientras que el rubio esperaba expectante una respuesta de su reciente amigo. Fue una suerte en ese momento que la muerte pudiera entender cualquier clase de lengua terrenal y que aquello provocara un sentimiento inexplicable en la entidad.

— Eres consciente de que esa palabra significa "hermoso", ¿cierto?

Carlisle giró la cabeza hacia él y asintió, cruzando sus dorados ojos con los azules del varón.

— Lo sé.

Diez años después, Carlisle Cullen abandonó Italia y a los Volturi, despidiéndose hasta siempre de su buen amigo Eider, quien había sido un apoyo incondicional para él y también había sido de gran ayuda para convertirse en un doctor brillante.

Y por primera vez en todos sus años desde que se convirtió, por la mente de Carlisle Cullen cruzó la idea de que podría haber sido un poco egoísta y haber convertido al pelinegro.

Pero, nuevamente, Carlisle no quería arrebatarla la vida a nadie.

El día en el que la muerte se despidió del rubio vampiro, volvió a ocultarse de los mortales y pasó a ser la entidad que solía ser. Pronto se encontró nuevamente velando por la seguridad del chupa-sangre con el cual había pasado doce años fingiendo ser un humano.

DEATH; carlisle cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora