➪ 2003-2004 [6]

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Casi setenta años habían pasado desde la última vez que los Cullen pisaron Forks, ahora volvían a empezar una nueva vida tras haber pasado varios años en Alaska junto al clan Denali. Carlisle comenzó a trabajar como doctor nuevamente y el resto, salvo Esme, comenzaron el instituto por millonésima vez. Se habían vuelto a instalar en la misma propiedad que hacía años y la vida iba bien para ellos.

Eider había llegado al pueblo dos semanas antes que los Cullen, también adaptándose a aquel lugar y comenzando a trabajar como enfermero, debía aprovechar los años que estuvo junto a Carlisle estudiando por las calles de Italia; Había adoptado su forma masculina, una forma que siempre vestía con aquel traje negro que gritaban elegancia por todos lados. Su pelo negro y largo estaba algo ondulado y echado para atrás, dejando a la vista sus marcadas facciones y sus celestes ojos.

Carlisle casi clava una aguja en el pecho de una paciente cuando vio entrar al que sería su ayudante, disculpándose rápidamente con el humano que se había quejado. La sola presencia del pelinegro emanaba aquella familiaridad que siempre sentía cerca de su amigo y aquella joven que conoció.

Sin embargo su mente no podía o no quería darle una respuesta ante lo que estaba pasando, como si cualquier solución a aquellas caras similares y auras iguales desaparecieran de su mente en el momento en el que lo miraba.

— Eider Jones—se presentó el joven, habiendo tenido que elegir un apellido cualquiera para no levantar sospechas al comenzar a trabajar. Sería la primera vez que la muerte trabajaría como un humano, de igual forma que había sido la primera vez que había estudiado como un humano, y todo había sido por Carlisle Cullen.

Carlisle observó la mano que se estiraba hacia él y notó los guantes negros que cubrían sus manos, su cabeza dio una punzada ante la extrema familiaridad pero la falta de respuestas. Los poderes de la muerte no le permitían reconocerla y aquello causaba un ligero dolor en él porque claramente su subconsciente sabía que todas las personas que conoció eran la misma persona.

Los días pasaban con tranquilidad en el hospital, entre heridas y diagnósticos hasta charlas banales durante los turnos que ambos trabajaban de noche. Su familia había comenzado a notar como Carlisle de embobaba de vez en cuando, mirando a la nada y teniendo a un alto y esbelto pelinegro en su mente. Carlisle había comenzado a pasar tiempo con aquel joven, desde simples salidas al claro cerca de su casa hasta salidas al cine, hipnotizado como si fuera un niño al que acababan de comprar un juguete nuevo.

— Forks es precioso—había dicho el joven una tarde al entrar en la oficina de Carlisle, justo al comenzar su turno.

El rubio sonrió al escuchar su voz aún sin quitar la mirada de los papeles que firmaba.

— Lo es. Es una de las razones principales por las que nos mudamos, además de que posee nuestro clima favorito.

— ¿Nubes y humedad?—cuestionó.

— Digamos que somos una familia un poco extraña.

Eider asintió mientras se colocaba su bata blanca que colgaba del perchero del vampiro, dejando a la vista la pequeña placa que decía su nombre. Carlisle elevó la mirada ligeramente para mirarlo acomodar la prenda en un pequeño espejo que colgaba en la pared. El vampiro debía admitir que el joven "humano" era atractivo.

La buena relación de ambos pronto se dio a conocer en el pueblo, se habían ganado la admiración y respeto de varias personas en el lugar y todos los consideraban un dúo, porque donde estuviera Carlisle Cullen, estaba Eider Jones y viceversa. La familia Cullen tambien había visitado en varias ocasiones el hospital y habían interactuado con el pelinegro, por lo que verlos danzar por el hospital y saludarlo como si fueran amigos de toda la vida no era algo extraño para ellos.

Los que sí parecían adolescentes en busca del chisme eran el trío que poseía dones. La muerte había bajado sus defensas para poder dejar que Alice viera a su figura humana en el futuro del rubio, Jasper sentía las emociones del vampiro cada vez que lo visitaban en el hospital y Edward podía leer los pensamientos de Carlisle hacia Eider.

— Hay que invitarlo a casa—sentenció Alice una tarde que Carlisle estaba en el hospital. La familia se había reunido en el salón como si estuvieran planeando la mayor de las travesuras.

— ¿Estás segura de que es buena idea?—preguntó Emmett—. Es decir, no es por ofender, pero tenemos a Jasper.

Alice chilló:— Ese es el caso: a Jasper no le atrae en lo más mínimo la sangre de Eider, ¡no será ningún problema traerlo a casa!—exclamó.

— Lo podemos invitar cuando sus turnos sean distintos y así sorprender a Carlisle una vez que llegue a casa—asintió Esme.

El grito de Alice hizo sobresaltar al lector de mentes, Emmett se burló de él.

— ¿Alguien tiene el número de Eider?—preguntó Edward. Para sorpresa de ninguno, Alice levantó la mano—. Llamémoslo ahora.

La melodía del teléfono sonó en el hogar de Eider justo antes de que saliera por la puerta en dirección al hospital:— ¿Si?—contestó.

— ¡Eider!—exclamó la voz de Alice—. Estábamos pensado en invitarte a nuestra casa y prepararte una cena ya que eres buen amigo de Carlisle, pero no sabemos cuándo tenéis turnos distintos.

— ¿Sabe él sobre esto?—preguntó el pelinegro desabrochando un botón de su chaqueta negra y tomando asiento nuevamente en su sofá.

No, no, no y no le digas nada. Será una sorpresa—afirmó.

Un suspiro se escuchó a través de la línea, los ojos dorados atentos a la conversación que la vidente tenía con el pelinegro.

Um-mhm, el martes que viene trabajo durante la mañana y Carlisle por la tarde—informó—, aunque ustedes tenéis clases al día siguiente así que no sé si sería bueno para ustedes—actuó.

Emmett se burló por detrás, recibiendo un empujón de Rosalie y la sonrisa divertida de Jasper.

Por eso no te preocupes, nos la arreglaremos. Entonces te esperamos el martes a las siete, ¡adiós!—colgó antes de que tuviera tiempo a arrepentirse.

— Bueno—soltó Esme—, yo me encargaré de la cena.

— Yo decoraré el salón, ya tengo visualizados los adornos que necesito—dijo Alice moviendo sus manos mientras señalaba partes del salón.

— Tan solo nos queda tragar la insípida comida humana—dijo Emmett.

— Y eliminarla del cuerpo después—susurró el ex-soldado.

Era por esta razón que Eider se encontraba en la mesa de los Cullen con un plato de spaghetti carbonara frente a él, con Carlisle sentado en en la punta de la mesa y él a su izquierda, frente a él estaba Alice y el resto de vampiros repartidos por la mesa mientras cenaban. La comida no sabía a nada para la muerte, era como tragar un trozo de plástico por lo que aquella cena era un desperdicio pero le provocó una sensación extraña, podría llamarse ternura.

Una vez que terminaron de cenar, todos desaparecieron salvo Carlisle quien se ofreció a llevarlo de vuelta a casa. El camino de vuelta en el coche del vampiro fue realmente agradable, el silencio reinaba de una forma tranquila mientras las luces pasaban con rapidez a través de los cristales.

— Lo siento por eso—habló el rubio cuando aparcó frente a su casa.

Eider negó.

— Son agradables, ha sido interesante. Tienes suerte de tenerlos—confesó el pelinegro.

— Lo hago, no sé en dónde estaría ahora mismo sin ellos—sonrió nostálgico, de alguna forma recordando a todas las personas que había conocido, en especial a dos—. Me alegra que hayas pasado un buen rato, me encantaría que volvieras algún día, eres bienvenido en mi casa.

Eider bajó la mirada hacia la gélida mano que descansaba en su antebrazo y asintió.

— Sería un placer.

DEATH; carlisle cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora