➪ 2006 [8]

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Los turnos en el hospital cada vez le resultaban más sencillos, aparte de algunos cortes y heridas que coser y desinfectar, no había mucho que hacer, y aquello había provocado que tuviera a Alice encima suya intentándolo convencer de ir de comprar con ella para comprar un traje. Eider no entendía el empeño hasta que no llegó julio.

En el mes de julio, Carlisle visitó el hogar de Eider como ya acostumbraba; se notaba feliz y eufórico mientras le entregaba una carta al pelinegro. El contrario la abrió con lentitud mientras dejaba a la vista una tarjeta de invitación a una boda.

Edward y Bella se casarían el próximo trece de agosto.

— Ya iba siendo hora—comentó el pelinegro.

— Cierto—agregó el rubio. Quedó callado por unos instantes, como intentando descifrar si debía hacer algo ahora o esperar, más sus palabras salieron por sí solas—. Quería hablar contigo.

— ¿Sucede algo malo?—cuestionó.

— No, no, para nada. Es solo que llevamos tres años conociéndonos y eres parte de la familia, mis hijos te adoran, y creo que deberías saber esto de nosotros. Más cuando queríamos que formaras parte de nosotros de esa forma pero como no sabías nada no sabíamos qué hacer ni cómo decirte y—el vampiro comenzó a divagar y hablar con mayor rapidez.

— Tranquilo, ¿qué sucede?

— Somos vampiros—escupió de golpe.

Eider giró su rostro hacia él con una ceja alzada:— ¿Disculpa?

— Queríamos decírtelo con anterioridad pero, como dije antes, no sabíamos cómo y te tenemos aprecio y quizás te ibas y no sé.

Eider tomó la mano del vampiro a través de sus guantes, los orbes dorados se centraron en él mientras dejaba que su poder no influenciara en el mayor y lo dejara pensar con claridad acerca de su persona. Su aspecto lentamente fue cambiando de uno masculino a uno femenino que el mayor ya conocía muy bien. Los ojos de Carlisle se abrieron en grande y la observaron con la boca abierta:— Pensé que decirlo aleatoriamente cuando cenáramos en vuestra casa sería muy extraño, estaba esperando el instante en que me confesarais lo que sois.

— ¿Lo sabías?—preguntó atónito el vampiro.

— Carlisle...—comenzó a decir—, llevó a tu lado desde que fuiste mordido por aquel vampiro en las calles de Londres.

El rostro del chupa-sangre se contrajo.

— ¿Cómo...

— Crees que me resultaría escandaloso el saber que eres un vampiro pero, ¿te escandalizaría a ti que soy yo la que termina por arrebatar la vida a los seres vivos?

Sus manos estaban unidas, parecía que aquello saldría mal pero ambos sabían que no habría fuerza o acción suficiente para provocar que no quisieran estar el uno con el otro. Los sentimientos que había desarrollado el vampiro por aquellas tres personas pelinegras de ojos azules que resultaron ser las mismas le hizo darse cuenta que quería pasar el resto de su vida junto a ella; de igual manera, el rubio le había enseñado a la muerte unas sensaciones que jamás había experimentado, enseñándole a sentir y querer, la muerte haría lo que fuera por pasar su eternidad junto al vampiro.

— La muerte—pronunció Carlisle como si un click lo hubiera hecho reaccionar. Eider asintió sin soltar sus manos—. Has sido tú todo este tiempo, ¿el chico que me ayudó a estudiar en Italia, la joven del hospital hace más de cincuenta años y ahora tu?

— Perdóname por no habértelo dicho antes, quería esperar al momento indicado—comentó volviendo a adoptar su forma masculina.

— No te disculpes por nada—la alegría se notaba en el tono de voz del vampiro—, eso quiere decir que desde ahora podrás estar con nosotros, ¿cierto?

DEATH; carlisle cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora