Aquella noche, Beomgyu apenas fue capaz de conciliar el sueño. Sentía que necesitaba gritar, porque el sentimiento de euforia simplemente no abandonaba su pecho y lo tenía tan intranquilo. Su estómago se consumía por las mariposas que parecían revolotean en él, con las náuseas apoderándose de él.
Había asistido al instituto expectante de lo que podría pasar porque simplemente su mente no quería deshacerse de la vivida sensación en sus labios cuando su profesor lo besó, haciendo que quisiera soltar un chillido incluso si el beso había sido el día anterior.
Se dirigió a su casillero, dispuesto a sacar de ahí el libro que necesitaría para la clase de matemáticas. Entonces cuando el pesado libro ya estaba entre sus brazos y él estaba listo para entrar a clases, sintió que alguien estaba detrás de él. Su primer instinto fue creer que se trataba de HueningKai, su mejor amigo.
Giró sobre sus talones, con una amplia sonrisa en el rostro y a punto de gritar el nombre del rubio hasta que sus orbes se encontraron con quien estaba detrás de él, que no era HueningKai sino su profesor, Yeonjun.
Su expresión se deformó un poco, pero no lo malinterpreten, terminó con un gesto avergonzado porque aún no se acostumbraba a tener algo con el contrario como lo intuyó, porque para su lógica sí ambos tenían sentimientos por el contrario y dado lo que había sucedido el día anterior... Si, podía intuir que estaban en algo.
─Ouch, ¿no te alegra verme? ─Yeonjun preguntó, en un tono entre burlón y serio ─No vine hasta aquí en lugar de entrar a la sala de profesores solo para que me veas de ese modo ¿sabes? ─comenzó a caminar, con la lentitud necesaria para que Beomgyu juntara el valor de caminar a su lado.
─No es eso ─el castaño murmuró, conservando la distancia entre él y el mayor, porque no sabía que tan extraño sería caminar demasiado juntos y además estaban en un lugar público ─Es que...
─¿Es que...? ─preguntó Yeonjun cuando el contrario se mantuvo mucho tiempo en silencio, probablemente pensando que decir, mientras divisaba cada vez más cerca el salón de artes.
─Se ve muy guapo hoy, hyung ─admitió con las mejillas sonrojandose y una ligera sonrisa apareciendo en sus labios, esos que Yeonjun no dejaba de ver con fascinación. No se había dado cuenta de que habían llegado al salón del mayor hasta que éste se detuvo y lo hizo detenerse a él también ─Bueno, creo que debería irme a clases...
─¿Puedes entrar un instante? ─el pelinegro le preguntó, mientras sacaba la llave para abrir la cerradura de la sala ─Llegarás a tiempo a clase, te lo prometo ─insistió, aunque en realidad Beomgyu estaba dispuesto a entrar desde el primer momento.
Cuando el mayor abrió, dejó que Beomgyu entrara primero y pasó detrás de él, cerrando la puerta. El castaño jugueteaba un tanto nervioso con el libro entre sus brazos, porque en realidad no sabía que esperar ahora que estaba ahí.
Sintió su pulso alterarse cuando Yeonjun lo tomó de la cintura, sacándolo completamente de su mente de esa manera, con sus manos extendiéndose y presionando contra su piel, en donde lo único que evitaba el cantacto directo era la delgada tela de su camisa.
─No lo dije antes, pero también pienso que te ves especialmente lindo hoy ─el mayor dijo, con una voz algo baja y una sonrisa de lado, acercando peligrosamente al rostro del otro ─Haces que sea muy difícil resistirme a besarte frente a todos.
─No estamos haciendo algo malo ¿verdad? ─preguntó, con hilito de voz. Incluso si él sabía que no estaban haciendo algo relativamente malo, tenía que escucharlo viniendo de Yeonjun para sentirse seguro en verdad.
Yeonjun levantó una ceja ante la interrogante, acercándose al más bajo con la intención de besarlo. Sin embargo, Beomgyu se alejó de él tanto como el agarre en su cintura le permitió, porque no quería ser ignorado.
─No, bonito, no estamos haciendo algo malo ─respondió, su ceño tensandose un instante mientras observaba al castaño ─Todo el mundo lo tomará mal sí se enteran, así que mantengamoslo como un secreto ¿bien?
Y sí, Beomgyu se sentía mejor de esa manera. No quería que, sí las cosas se ponían muy feas, despidieran al mayor o lo expulsaran a él del instituto aún cuando estaba muy cerca de terminarlo y pasar a la universidad. Desconocía que pasaría cuando saliera de ahí, pero realmente esperaba que después de eso Yeonjun y él pudiesen salir con más libertad.
─Bien ─respondió y enseguida los labios del más alto chocaron contra los suyos, haciendolo cerrar lentamente los ojos y suspirar ante la calidez y suavidad de sus movimientos.
Los pulgares de Yeonjun acariciaban los costados del castaño apenas perceptiblemente, cuando después de unos instantes mordió con suavidad el labio inferior de éste, haciendolo temblar mientras sus belfos se entreabrían. No dudó ni un segundo e introdujó su lengua en la cavidad bucal contraria, chocando con la lengua del más bajo mientras éste se encogía un poco ante el contacto, siempre tan tierno.
Con una nueva lentitud, el pelinegro siguió besando a Beomgyu mientras las manos de éste se aferranban con más fuerza al libro que sostenía, intentando corresponder adecuadamente. Quería hacerlo bien sí ese beso sería lo único que tendrían en las próximas once horas, por culpa del horario escolar que los mantenía ocupados a ambos, o quizás el día entero.
Se separaron cuando el aire faltó para ambos, en medio de un chasquido húmedo, mirándose a los ojos mientras sus respiraciones eran jadeantes y relamían sus labios, más brillosos de lo usual por culpa de la saliva contraria.
─Ahora sí iré a clase... ─dijo, sus labios curvandose hacia arriba con diversión de manera discreta ─¿Nos veremos más tarde...? Es decir, sí no puede no hay problema pero igual... Uh... ─se sentía tan jodidamente nervioso y no tenía idea del porqué, si pediría algo dentro de lo común. Simplemente era Yeonjun, como siempre haciendo que su corazón se acelerara como si fuese a tener un ataque cardíaco ─Me... M-me gustaría tener su número para enviarle mensajes y... y eso...
Yeonjun asintió, sonriendo con un poco de ternura. Sin duda, se estaba volviendo un gran fanático de ver a Beomgyu todo ansioso y torpe por su culpa, por él y nadie más.
Beomgyu le entregó su teléfono, haciendo que escribiera su número para poder guardar el contacto y tan pronto el mayor terminó, se atrevió a ponerse un poco de puntitas para dejar un último y fugaz beso sobre los labios de Yeonjun antes de dejar el aula.
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