XXVI

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«¿De dónde viene ese ruido?», pregunta una vocecita adormecida en mi cabeza, mientras meneo mi cuerpo en mi cálida cama.

«¡Qué desesperante! ¡Cállenlo, por favor!».

—Puta alarma —balbuceo somnolienta.

Alzándome con flojera, agarro el celular con una mano, deslizo el dedo pulgar por la pantalla logrando apagar el ruidoso e insistente pitido.

Recuperando el valioso silencio en mi habitación, devuelvo el celular a la mesita de noche. Recostándome, abrazo la almohada y cuando mis ojos vuelven a cerrarse, unas palabras aparecen fluorescentes en mi pensamiento: «Viaje a Miami».

—¡Miami! —grito levantando la mitad superior del cuerpo de un tirón.

Tomo de nuevo el celular fijándome en la hora y me tranquilizo, apenas me salté unos minutos. Reúno toda mi fuerza a medida que desperezo mi cuerpo, estiro mis extremidades sobre el colchón hasta que consigo ubicar mis pies en la alfombra caminando derecho al baño.


Consciente y fresca como una lechuga, enrollada en una toalla de baño, me encamino a la cocina para preparar mi infaltable café e ir deliberando qué desayunar; con el estómago vacío no funciono.

En tanto la cafetera ejecuta su labor, regreso al dormitorio para vestirme.

Después que estoy vestida y arreglada, realizo la lista de la valija que llevo a Florida: Vestido, sandalias, accesorios, fue lo principal que empaqué la noche de ayer, aquí están. Lo próximo que reviso son mis objetos personales, que no falte ninguno, ni el extra de ropa y calzado, es mejor prevenir que lamentar.

Cerrando la valija para colocarla en el suelo, resuena la puerta del departamento. Situándome en el marco de la puerta del dormitorio, observo como mi compañero de viaje se arroja de culo en el sofá.

—¿Nos vamos? —pregunto elevando la voz para atraer su atención.

—Buen día, y sí, date prisa —contesta girándose en mi dirección.

—¿Y tu maleta? —cuestiono ingresando de nuevo a mi habitación.

—Llevo una mochila y es más que suficiente. Está en la camioneta, y cariño, recuerda que nos regresamos mañana por la tarde.

—No compré el regalo para los novios —rezongo al poner en el suelo la valija.

Arrastrando la maleta detrás de mí por sus ruedas saliendo a la sala.

—Presentía que algo faltaría —musito para mí—. ¿Tú le llevas regalo a la feliz pareja? —consulto llegando a su lado en el sofá, reclino la valija contra este.

—No, pero resolveremos —responde indiferente—, y vámonos, existe un fenómeno llamado tráfico que en esta ciudad abunda.

—Dame tiempo para comer —solicito realizando un puchero intentando convencerlo.

Se eleva del sofá poniendo las manos en posición de jarra observándome pensativo. Camino a la cocina con Alex pisándome los talones, permanece de pie apoyando sus manos en la barra, posicionando la parte posterior de su cuerpo del lado de la sala.

—¿Estoy incluido? —tantea sonriendo ladino.

—No empieces —amenazo mirándolo con los ojos entrecerrados.

Vidas de la Gran Manzana ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora