Capítulo 2

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Sol se agitó furiosamente contra las enormes alas que la envolvían.

  —Rápido, mientras están todos distraídos —escuchó una voz siseante.

  Una lluvia de gotas de lluvia golpeó la cabeza de Sol mientras el dragón que la sostenía se agachaba entre las hojas. Era difícil ver mucho más que escamas negras, pero Sol se dio cuenta de que la estaban arrastrando al bosque, lejos de los túneles y la multitud de dragones.

  «¡Pero tengo que asegurarme de que Nocturno esté bien!».

  Arañó el brazo que inmovilizaba sus alas, pero el Ala Nocturna solo gruñó y la abrazó con más fuerza.

  Las hojas mojadas chapoteaban y se deslizaban bajo sus garras. Por los sonidos a su alrededor, Sol supuso que había tres Alas Nocturnas, incluído su atacante, escabulléndose de la escena mientras todos estaban concentrados en Nocturno y Cieno.

  «Eso es... tenebroso. Tal vez debería intentar averiguar qué estaban haciendo», dejó de luchar y escuchó.

  Los dragones se movían rápida y silenciosamente, incluso sin volar; en solo unos pocos latidos, Sol ya no podía escuchar lo que Gloria y Tsunami estaban gritando. También se movían con determinación, como si conocieran bien el bosque.

  «Una partida de caza», pensó Sol con un escalofrío «estos son probablemente algunos de los dragones que atravesaron el túnel para secuestrar a los Alas Lluviosas».

  «¿Qué querrán de mí?».

  —Aquí —dijo uno de los dragones después de un rato, y todos se detuvieron. Incluso con el agudo oído de Sol, los dragones rugiendo detrás de ellos sonaban como truenos distantes murmurando en el horizonte. La lluvia caía cada vez más fuerte, y los omnipresentes ruidos de insectos de la selva tropical se habían ocultado.

  Sol fue arrojada al suelo, el barro aplastándose entre sus garras y salpicando su cola. Ella se levantó de un salto y siseó al dragón que la había estado cargando. Apenas la miró antes de volverse hacia los otros dos.

  —¿Ahora qué? —él demandó—. Todo el plan está arruinado. No me quedaré aquí para inclinarme ante una Dragonet Ala Lluviosa.

  —Yo tampoco —dijo una de los otros, una hembra que era poco más que una dragonet. Sol supuso que tendría unos nueve años. Estaba sucia, mojada, huesuda y encorvada, y sin embargo, cuando resopló una llamarada, Sol pudo ver que sus ojos brillaban con obstinada ferocidad.

  —Además, probablemente me matarán —dijo el gran dragón—. Viste cómo eran con Prodigio. Si recuerdan que yo era su asistente... quiero decir, fuí yo quien los encerró o les pegó a las paredes por él. Estarán detrás de mi sangre si nos quedamos por aquí.

  —¿A dónde se supone que debemos ir? —siseó el último dragón, otro macho, mucho menos musculoso que el que había estado cargando a Sol. Le faltaban algunos dientes y su cola estaba doblada al final, como si una vez se hubiera roto y luego arreglado incorrectamente—. Nos prometieron la selva tropical. Aquí es donde quiero vivir, pero no como dragones de segunda clase. ¡Imagínese, Alas Lluviosas diciéndonos qué hacer!

  —Bueno, la tenemos, como sugieres —dijo el macho grande al dragonet, moviendo un ala hacia Sol—. Entonces, ¿qué hacemos con ella?

  La dragonet Ala Nocturna azotó su cola y entrecerró los ojos hacia Sol.

  —La usamos como moneda de cambio. Podemos mantenerla como rehén hasta que se lleven a toda nuestra tribu a la aldea de los lluviosas y nos hagan rey a uno de nosotros.

Alas de Fuego: La Noche más Brillante (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora