Capítulo 4

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Esta era una de esas ideas que los amigos de Sol ignorarían por completo si ella lo sugiriera, pero les encantarían como locos si viniera de Cieno o Tsunami. También era algo que nunca jamás le dejarían hacer ella misma. ¡Demasiado peligroso! ¡demasiado arriesgado! envía un dragón con habilidades de lucha o escamas para camuflarse. No la petisa, alegre y tonta hermana.

  «Bueno, soy el única aquí. Y sé que puedo hacerlo».

  Esperó hasta que el sol estuvo en la mitad del cielo, y luego se acercó con cuidado, saltando de árbol en árbol, cubriéndose tanto como pudo. Hubo algunos puntos donde estuvo expuesta y sus escamas doradas atraparon la luz, pero cuando finalmente se posó en una rama a la vista de los Alas Nocturnas, los tres dormían profundamente.

  Nocturno dijo que nunca hubo guardias Alas Nocturnas apostados en su fortaleza. Están acostumbrados a estar tan aislados que nadie los encuentra para atacarlos. Ni siquiera se les ocurrió dejar a alguien despierto para vigilar.

  Ella resopló. Probablemente también pensaron que nadie se atrevería a atacar a un grupo de increíbles Alas Nocturnas todopoderosos.

  Feroz estaba enrollada bajo la curva del vientre de Robusto, con la cola sobre la de él y la cabeza apoyada en su hombro. Sol no tenía idea de cómo Feroz podía dormir con esos ronquidos estrepitosos.

  Cazador yacía más cerca del río, encogido en una bola apretada y tensa, con las alas pegadas a él. A la luz del día, Sol pudo ver lo opacas que estaban sus escamas y lo enfermos que se veían. Incluso Robusto, que era grande y corpulento, parecía desnutrido, y sus ronquidos raspaban pesadamente como si sus pulmones, garganta y nariz estuvieran llenos de garras.

  Sol estudió el suelo alrededor de Cazador hasta que vio una esquina de vidrio negro que sobresalía de debajo de una de sus alas. Mantenía el Espejo de Obsidiana muy cerca.

  «¿Cómo puedo conseguirlo sin despertarlo?».

  Volvió a mirar a los otros dos y luego se deslizó silenciosamente por su árbol hasta que sus garras tocaron la hierba. El río burbujeaba sobre rocas lisas y grises, no mucho más que un arroyo. Pequeñas flores silvestres de color púrpura se doblaban bajo sus garras mientras Sol se acercaba de puntillas al Ala Nocturna dormido.

  Parecía miserable, incluso dormido. Tenía la mandíbula apretada, las garras se movían a la defensiva y su lengua negra bifurcada entraba y salía mientras murmuraba algo para sí mismo. Cuando Sol se agachó a su lado, se dio cuenta de que estaba temblando.

  «Supongo que estaba un poco caluroso en el volcán». El aire no se sentía frío para ella, aquí en las afueras de la jungla, pero tal vez él no estaba acostumbrado. O quizás estaba enfermo.

  Se sentía extraño estar tan cerca de un Ala Nocturna desconocido. Durante los primeros seis años de su vida, Sol había percatado exactamente siete dragones: Cieno, Tsunami, Nocturno, Gloria y sus tres guardianes: Membranas, Desierto y Rapaz.

  Dos de esos siete dragones estaban muertos ahora. Sabía que los guardianes nunca habían sido particularmente amables con los dragonets, pero seguían siendo los únicos padres que ella había tenido y los extrañaba. Sus amigos nunca se habían detenido a llorar por Desierto y Rapaz; ni siquiera estaba segura de que estuvieran tristes por su muerte. Había tratado de no mostrar cuánto la molestaba, pero por la noche, acurrucada junto a Cieno, cuando estaba segura de que él se quedaría dormido, a veces se permitía llorar por ellos.

  Extendió la mano hacia el objeto de obsidiana, pero antes de que ella siquiera la tocara, Cazador gimió en sueños y ella se lo arrebató las garras.

  Ninguno de los dragones se movió durante un largo rato.

  «Tal vez esta es una mala idea. Podría empeorar las cosas si me atrapasen».

Alas de Fuego: La Noche más Brillante (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora