Capítulo 2: Francotirador.

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Abro los ojos con pesadez, inconscientemente llevó una mano a mi nuca: un dolor punzante me hace apretar los dientes. Veo mi mano, está esta roja.

El lugar es horrible, esta lleno de polvo y con duro trabajo entran los rayos de luz por la diminuta ventana. Intento ponerme en pie pero me voy contra el suelo, una cadena une mis pies. «¡Carajo!».

Busco algo sólido para golpear la cadena pero solo hay tierra y ¿un tambor? «Oh, demonios» ese tambor era mio, fue el primer y único regalo que me dio mi padre.

—¡Hija de puta!—grito tratando de llamar la atención de alguien, sin embargo mis gritos no son suficientes.

La herida de mi nuca arde y mis tobillos están al rojo vivo por estar intentando quitar la cadena. Cierro los ojos y pienso en algo para salir de aquí.

—No te trata nada mal la vida—la voz de una mujer joven llega a mis oídos. Abro los ojos y veo a una completa desconocida.

La mujer de cabellos castaños se acerca a mi y sonríe.

—¿Quién carajos eres?—ella me muestra un llavero y chasquea la lengua.

—Te voy a soltar, si tratas de golpearme me encargaré de que no vuelvas a caminar en tu vida—me tira las llaves a los pies y yo las tomo con cautela—. Y si piensas huir te recomiendo que te vayas por el estanque, sera menos doloroso.

Sale del lugar sin mirarme, quito el candado y me pongo de pie. Veo el lugar con más atención y noto manchas marrones en las paredes, una arcada amenaza con hacerme vomitar. Las manchas de sangre seca se extienden desde el suelo hasta el techo.

Salgo de ahí, me estremezco de solo pensar que fue el escenario de más de una muerte.

Al salir noto el aire mucho más frío, veo a los lados y me quedo inmóvil cuando un león ruge a mi costado. En una jaula de anchos barrotes esta el felino, me ve amenazante y gruñe aún más.

—¿Te gusta mi gatito?—un hombre se acerca a la jaula y ríe—. Es muy veloz y capta las ordenes.

Veo al animal con repudio, «Odio los leones» y más si comen personas.

—¿Dónde está ella?—el tipo parece pensar y me señala un grupo de árboles.

Camino mientras observó el lugar una barda de más de dos metros se alza alrededor del terreno, una casa de dos pisos se alza en medio de árboles frondosos. Al llegar al lugar que indicó el hombre achicó los ojos viendo la escena.

Lilian está amarrada de manos y pies, su cara llena de suciedad se levanta con lentitud.

—Acaba con esto—murmura y un hilo de sangre sale de su boca, niego.

—No soy como tú—digo con firmeza. Ella solloza y ríe, su locura es palpable.

—Cuando menos te lo imagines terminaras siendo peor que yo—su mirada va a mi espaldas y volteo para ver que llamó su atención.

En un puente de piedra está Andrew, en sus manos sostiene una arma. Una Saiga reposa en sus brazos, trago saliva al ver que su objetivo está al otro lado del estanque.

Sin pensarlo me acerco y veo a una pareja. Ellos están parados arriba de una tabla a unos dos metros dentro del estanque.

—¡¿Qué haces?!—digo y esté sonríe, acomoda el arma y se posiciona igual que un francotirador, doy un paso hasta él y me ve furioso.

—Sí te acercas más haré que sufran más—dice, se vuelve a posicionar y aprieto los puños. La mujer junta las manos implorando por su vida.

Veo el arma y trago saliva, jala el gatillo en medio de una sonrisa. Los gritos aterrados de la mujer llenan el lugar, el hombre se desploma cayendo al agua. Algo sale desde el fondo del estanque y cierro los ojos al ver el gran cocodrilo atrapar el cuerpo del hombre.

TychoʼsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora