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—¡Laay down your aaarms and surrender to meeee, yeah ! Lay down your aaaarms and love me peacefullyyyy, yeah.
Maldije en mi interior, sintiendo cómo mis tímpanos eran atacados por el canto improvisado y para nada afinado de Jung-Kook, quien más que cantando, estaba berreando aquella canción de Pearl Jam que yo (por estúpida, tal parece) le había mostrado diciéndole que era una de mis favoritas, y ahora, una de las suyas.
—Vamos, Liv, no seas amargada. Canta conmigo —me animó, sosteniendo el paquete de su marca de galletas favoritas como un improvisado micrófono—. I'm the one who loves you so forget the other boys, 'cause my love is real.
Lo peor, es que sólo él y yo podíamos escuchar la melodía, y lo que media clase oía mientras esperábamos la llegada del profesor Ozawa, eran los berridos de Jung-Kook en un lunes que debía ser tranquilo y ameno por la mañana.
Afortunadamente, esa canción duraba menos de tres minutos.
—Yo no canto —me negué rotundamente, y es que no, yo jamás cantaba, me daba una vergüenza impresionante desafinar hasta conmigo misma.
—Súbete al escritorio y baila entonces —sugirió, y sabía que no bromeaba por aquella mirada que me había echado.
—Súbete tú, si tanto alboroto quieres —volví a negarme.
Sabía que debía parecer una vieja amargada y seca de 80 años, pero es que no sabía cómo más reaccionar ante la inquisitiva y molesta mirada de media clase puesta sobre nosotros, incluida la de Tae-Hyung que, sin quitar su típica expresión seria del diario, parecía pasear su mirada de Jung-Kook a mí como una pelotita en un juego de Ping Pong que me tenía de lo más inquieta.
—¡Laay down your aaarms and surrender to meeee, uh ! Lay down your aaaarms and love me peacefullyyyy, yeah —repitió, porque esa canción dice lo mismo durante dos minutos con cuarenta segundos, ahora tomando mis manos mientras las movía a su ritmo, cantando más alto, como si se sintiera en un bar de mala muerte del centro con karaoke donde iban puros ebrios a cantar con desconocidos.
—Jung-Kook, joder, ya entendimos que estás enamorado. Cállate de una buena vez —se quejó Collin, una de las tantas "amistades" del susodicho, mientras lo miraba fastidiado.
Solté una risita al ver el rostro de mi amigo, quien se vio ofendido por el comentario y, como es Jung-Kook, replicó al instante.
—¿Y tú qué, Collin? —escupió con molestia.
Y habían dos opciones, o de verdad estaba molesto porque aquel comentario no le había agradado o, para preocuparse, Jung-Kook sí estaba enamorado. Me incliné más por la segunda.
