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El profesor McCoy me había dado una semana para preparame y mentalizarme para lo que los próximos meses me deparaban junto a Tae-Hyung. Había pasado toda esa semana pensando día y noche en qué haría para poder cumplir con la tarea que, no solo mi profesor de literatura sino todos los docentes en esta escuela, me pedían y prácticamente rogaban para que llevara a cabo. No solo me tenía nerviosa el hecho de que pusieran todo el peso del asunto de mi compañero sobre mis hombros, sino que yo también tenía un pequeñísimo interés en ayudarlo y eso me tenía peor. No sabía si se debía al hecho de saber que por fin y después de mucho tiempo se habían decidido a expulsarlo, pero lo que mi profesor había dicho, me había hecho sentir ligeramente mal por él, y eso que ni una simple mirada nos habíamos dirigido en nuestra vida. Era extraño sentir algo como eso por él, pero tampoco podía ignorar mis sentimientos respecto a su situación. El profesor McCoy me había hecho sentir como si tuviera la responsabilidad moral de aprovechar mis "habilidades" para poder ayudarlo; pero decirlo así, sonaba mal para mí, sonaba como si fuese superior a él y no me gustaba.
Al poner un pie dentro del salón de clases dirigí inmediatamente mi mirada hacia donde Tae-Hyung se sentaba habitualmente, y al hacerlo, lo vi. Allí estaba, sentado sin nadie a su alrededor, haciendo garabatos en su libreta con sus auriculares puestos. Su oscuro flequillo me impedía ver nuevamente gran parte de su rostro, pero aún así, sabía que tendría la misma expresión de indiferencia de siempre, pues él nunca cambiaba.
Me había pasado la noche pensando en qué diantres le diría para llamar su atención. Había llenado mi cabeza de mil posibles escenarios entre el chico y yo, en donde pensaba en qué decir exactamente. ¿Debería presentarme como si nunca nos hubiésemos visto antes o simplemente abordarlo como si nada pasara? ¿Debería cuidar demasiado mi lenguaje verbal o eso no importaba? Y lo más importante: ¿Debería actuar como yo misma o fingir una actitud para agradarle y cumplir con mi objetivo? Y sí, lo sabía, sonaba extraño preguntarme eso cuando usualmente no estaba en mis planes ser del agrado de los demás, pero este era un caso completamente diferente del resto. Desgraciadamente, no iba a hablarle por gusto, y he ahí el problema.
Con un nudo en el estómago y algo cansada por haber dormido tan solo dos horas debido a la ansiedad que me había estado comiendo viva desde entonces, caminé hasta mi butaca y me senté en esta, nuevamente volteando a ver mi enigmático compañero sin siquiera ser consciente de ello.
—¿Conque eres una acosadora, eh?
Di un saltito en mi sitio por el susto, regresando mi mirada hacia el frente y viendo al dueño de aquella melodiosa voz y tan horrible acusación.
—¿Qué quieres? —rodé los ojos mientras me recargaba en el respaldo de la butaca, mirando con pesadez a la persona que me irritaba tan pronto abría la boca.
Jung-Kook Jeon. Él era de esas personas inquietas que jamás faltaba en cada salón. Era el típico alumno que no podía cerrar el pico en toda la mañana, se la pasaba haciendo estupideces en clase y se ponía de pie para rondar por todo el salón cada que el profesor le daba la espalda. Siempre tenía la energía suficiente para acabar con la paciencia de las personas que estaban con él más de 20 minutos, conocía a prácticamente toda la escuela y, por si fuera poco, era asquerosamente carismático; nadie podía odiarlo, ni siquiera yo era capaz de hacerlo. Siempre tenía algo gracioso que decir o alguna novedad que te dejaba pensado cosas como: "¿cómo es que a alguien le sucede eso?". Era competitivo, coqueto, ya había pasado lengua por varias bocas de la escuela y tenía el rostro "atascado de piercings", según los docentes conservadores de la escuela, y contaba con más músculos que neuronas a juzgar por la cantidad de tonterías que decía a lo largo del día. Sí, ese era Jung-Kook.
