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Ay, Dios mío. El último recuerdo que mi mente había almacenado del sueño de la madrugada de hoy y del cual me desperté sumamente confundida, fue uno de lo más vergonzoso, y honestamente, inapropiado para mi gusto. Porque soñar a Tae-Hyung Kim tocando mi clítoris con deseo y excitación mientras me retorcía de placer entre sus dedos no era, precisamente, algo que me hiciera sentir de lo más cómoda y orgullosa. A pesar de que el sueño en cuestión no había sido gráfico precisamente, no por ello era menos incómodo. Y es que el rostro de Tae-Hyung cerca del mío, con la respiración agitada y relamiendo sus rosados labios, no salía de mi cabeza por más que supiera que, pensar en esas cosas, no estaban bien.
Las personas normales no pensaban esas cosas sobre los demás, ¿verdad?
La culpa me carcomía entera, pues a pesar de que la sensación que había experimentado en mi sueño era de lo más agradable, no podía dejar de reprocharme por haberlo disfrutado; por haber despertado con mis partes íntimas empapadas de mis fluidos vaginales a causa del placer psicológico.
Y llegué tarde a la escuela, porque aunque me había levantado y alistado con tiempo, no quería ir a ésta. Sabía que si le decía a mamá que no quería asistir, ella habría accedido sin problema, porque yo nunca falto, y ella dice "si faltas un día, no pasa nada", más considerando mis notas. Pero mi deber moral me obligaba a no faltar ni un solo día a menos que fuese por incapacidad, así que, no queriendo, asistí. Mas cuando mi cuerpo cruzó por la puerta que daba la bienvenida al aula, mis ojos se negaron rotundamente a mirar a mi compañero por un solo segundo. Me negaba a cruzar miradas con él en la situación actual de mis recuerdos.
Rápidamente me senté en la butaca de mi antiguo lugar y saqué mi móvil, queriendo distraer mi mente con alguna otra cosa que no fuese Tae-Hyung Kim y sus dedos en mis partes íntimas.
En mi mente inició un debate mental sobre si de verdad había sido taaan malo como una parte de mí misma lo planteaba. Porque era natural... o no, o tal vez sí, o tal vez no.
La peor parte es que mi cuerpo se sentía exactamente igual que cuando el susodicho me había mostrado un audio de él gimiendo. Era la misma sensación, y por más que lo intentaba no se iba, y a este punto ya se estaba tornando incómodo físicamente. La pegajosidad en mi entrepierna era desagradable y me hacía sentir sucia, literalmente, y el tener una falda puesta en vez de ayudar a que se ventilara el asunto, provocaba que el roce de mis muslos acumulara más humedad en aquel punto tan cálido de mi cuerpo.
Qué difíciles son los ciclos menstruales, maldición. Unos días andas horny y con la vagina mojada, y a los otros sientes que Jack el destripador está tomándose unas vacaciones en tu pobre útero.
Gua, Olivia, tremendos viajes mentales te das.
—¿Qué estás viendo?
Di un brinco en mi sitio, apartando la mirada de mi celular rápidamente y centrándola en la persona que había hecho aquel cuestionamiento y, obviamente, la única que haría algo como eso, llegar de forma tan abrupta a cualquier lugar con cualquier persona: Jung-Kook.
