Suspira

26 5 0
                                    

Agudo. Penetrante. El oxígeno se sentía como una gran bola de agujas diminutas que perforaban los pulmones de Rohan. El sol brillaba alto y el clima era perfecto para sentirse cómodo; parecía como si el mundo se estuviera burlando de Kishibe, tenía la sensación de que su cuerpo daría de sí en cualquier momento. No quería ir, no quería ver a Tomoko, no ni poner un pie a esa casa.

Habría que estar ciego para no ver el significado de aquella cita: seguro tenía que ver con Josuke, últimamente toda la vida del mangaka giraba en torno a él y de la peor forma posible. Desde el accidente todo había ido de mal en peor. A cada paso que daba mayor era la urgencia de salir corriendo e irse lo más lejos de ahí y, al mismo tiempo, mayor era la necesidad de saber que diablos era lo qué le iban a decir.

Aún sentía ese miedo que sintió cuando escuchó la voz de Tomoko al otro lado de la línea. La forma en la que el cansancio y la tristeza teñían las palabras de la otra solo servía para emporar la ansiedad de Rohan. El golpe final vino cuando fue citado a la residencia Higashikata para hablar "de algo muy importante". Se sentía como borrego que camina al matadero por cuenta propia.

El trayecto fue casi instantáneo. Ese día Rohan Kishibe decidió ahorrarse el conducir, prefirió tomar el autobús. Se paró frente a la puerta y tocó el timbre. Realmente no quería entrar ni tener que escuchar a Tomoko, pero era un hombre adulto y, normalmente, los adultos hacen muchas cosas que no quieren hacer.

Pasos sordos. Una mujer de cabello oscuro abrió la puerta. Oh, dios. A pesar de que habían pasado unas semanas dese que la vio en el hospital, Rohan no pudo evitar pensar que se veía tan agobiada. Era como ver a otra persona. Ojos hinchados, cabello recogido. No había rastro de maquillaje. Surcos de lágrimas le cruzaban las mejillas. No se dijeron ninguna palabra, ambos entraron a la casa y después de quitarse los zapatos caminaron a la sala.

— Muchas gracias por venir, Rohan. Lo aprecio mucho- dijo ella mientras se sentaba.

— No te preocupes. — Rohan tragó saliva. Ya no estaba nervioso, estaba aterrado. Era seguro que Josuke no habría muerto porque las malas noticias corren rápido, sobre todo las de ese tipo. Entonces ¿Qué le iban a decir? ¿Ella también iba a reclamarle su actitud respecto a la situación? Fuera lo que fuera, no podía nada ser bueno.

— Bien— Comenzó a decir la mujer. Había una caja nueva de pañuelos en la mesita de centro. Muy lista, Tomoko —Voy a ser clara, el doctor me dijo que Josuke no tiene muchas posibilidades de despertar.

Ambos se miraron a los ojos. Él sintió que acababan de darle un puñetazo en el estómago. La mujer sentía como el llanto quería desbordarse de sus ojos nuevamente. Definitivamente habían sido malas noticias.

— Me dijeron que sería un milagro si despierta — Sus palabras se perdían en medio de gimoteos — Me dijeron que considerara desconectarlo.

Una, dos. Muchas lágrimas. Tomoko rompió el llanto y Rohan quedó aturdido ante las palabras que había escuchado. Incluso él comenzó a lagrimear pensando en toda la situación. Entendía el sentimiento de dolor, la falta de aire, el desear que una buena noticia llegara y de repente el muchacho estuviera curado. Pero la vida real no es tan bonita. El mangaka extendió una mano hacia el hombro de la madre de su novio. No podía comprender el dolor de una madre que sufre por su hijo, pero sí el del amante que sufre por el amado. Ambos se abrazaron con mucha fuerza, como si sufrir en compañía disminuyera el dolor o pudiera arreglar algo.

Pasó un rato antes de que alguno de los dos dijera algo. Como siempre, Tomoko tomo la iniciativa. ¡Vaya! Sin duda era una persona fuerte.

— Yo sé que eres muy especial para Josuke — Un pañuelo alternaba entre los ojos de la mujer — Al principio no estaba muy conforme con que salieran juntos, pero con los años me has hecho cambiar de opinión. Sé que tú también lo amas.

Ahora quien lloraba como magdalena era Rohan. Su maquillaje corría como ríos negros sobre sus mejillas. Dolor. Agonía. De su garganta salían los sonidos de tristeza. No podía decir nada.

— El doctor me dijo que me diera tiempo para pensar. Pero quería comentártelo porque sé que él hubiera querido que lo hiciera — Ahora el pañuelo estaba en la nariz de Tomoko — Me dieron un par de semanas, dicen que sus costillas siguen rotas, pero que ya debería haber despertado.

Rohan tomó la caja de la mesa. Agradecía profundamente el que ella lo hubiera preparado todo. Tardó un par de sonadas de nariz poco glamurosas y algunos momentos para que el hombre fuera capaz de volver a articular palabras entendibles.

—Y... ¿Piensas desconectarlo?

—Aún no lo sé — Dijo su suegra mientras se removía en el sillón. Ninguno de los dos estaba cómodo con el tema — Debo pensarlo. Yo...— De nuevo volvió a soltar lágrimas, solo que esta vez el invitado también se unió en llanto.

La plática siguió su cauce y poco después murió. Ambos eran personas ocupadas y, por mucho que uno quiera, el mundo nunca deja de girar. Rohan se quedó un rato más antes de decidir que era suficientes lágrimas por un día.

— Deberías ir a visitarlo más seguido — Le dijo Tomoko antes de despedirse en la puerta— Estoy segura de que él te extraña.

— Muchas gracias por todo— Respondió Kishibe, evadiendo el tema. Después de todo, ella no necesitaba saber que había apartado ese día para hacer una visita rápida al hospital. 

Larga espera (JOSUHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora