Ojos tristes

36 7 0
                                    

La mañana era hermosa. Tan hermosa que parecía burlarse de las ojeras de Josuke Higashikata. Después de su encuentro con Giorno (quién parecía no tener memoria alguna del evento), el intruso no logró pegar pestaña. No tenía mucha idea de cuántas horas había dormido, pero sospechaba que no habían sido suficientes.

—Te ves terrible— le dijo Mista mientras se sentaba frente a él. En sus manos sostenía lo que parecía ser una taza de café.

—Buenos días a ti también— respondió Josuke.

De puro milagro había logrado mantener su característico peinado, pero definitivamente no era un buen día para su cabello. Su único consuelo era que pronto podría llegar a casa, darse una ducha y correr a su cita en el hospital. El reloj de pared decía que aún tenía suficiente tiempo.

Desde la habitación surgió un Giorno Giovanna vestido de manera impecable. Era sorprendente como podía mantenerse ecuánime, sobretodo después del encuentro nocturno que Higashikata y él habían tenido.

—Me tomé la libertad de llamar a alguien para que venga por ti. Espero que no te moleste.

— Muchas gracias, lamento todos los problemas que he causado hasta ahora.

El rubio hizo un ademán y, por primera vez desde que lo conocía, Josuke vió una leve sonrisa en los labios del Italiano

—Ni lo menciones, eres familia — se río. De verdad que los extranjeros eran personas extrañas.

Un teléfono sonó y las manos pálidas de Giovanna tomaron el aparato, parecía la acción más común y, al mismo tiempo, más elegante que Josuke había visto en su vida.

— Ya llegaron — Giorno miró a su acompañante, quién se rascaba la espalda despreocupadamente en junto al policía. —Mista, por favor acompaña a Josuke al lobby. No queremos que se pierda.

Higashikata sintió el dolor de tremenda pedrada ¿Qué necesidad de ponerle más sal a la herida? El sentido del humor de los italianos era demasiado para él.

El viaje en elevador se sintió incómodamente largo. Pareciera que ambos hombres evitaban mirarse a los ojos; cosa difícil, tomando en cuenta que el pequeño cajón metálico estaba recubierto de superficies reflejantes.

Encontrase a solas entre tantos espejos era difícil. Josuke se veía, reconocía su propia imagen y sabía quién era, pero verse era vergonzoso. Siempre había estado seguro de sí, de qué significaba ser Josuke pero ahora, después de la pelea con Rohan se preguntaba si ser él era bueno.

Ser "Josuke" y seguir su intuición lo había llevado a causar ese accidente terrible, mantenerse fiel a su opinión había desatado esa pelea y ahora, ser él se sentía agotador y doloroso ¿Había alguna forma de tomarse unas vacaciones de todo ?

Josuke se estaba ahogando en su propia cabeza, hasta que Mista lo sacó de sus pensamientos

— Giorno es un hombre sensible— dijo mientras miraba hacia arriba; era la primera vez que Mista menciona el nombre de su jefe — sé que no lo parece, pero lo es. Sufrió mucho para llegar a dónde está, pero yo sé que se lamenta por no haber podido hacer las cosas de otra manera.

Josuke sintió un escalofrío y se encontró con los ojos del otro. Eran oscuros y profundos, como las noches sin luna.

—No me gusta verlo sufrir.

El sonido de las puertas del elevador abriéndose marcó el fin de la conversación. Mista salió primero, seguido de Higashikata y ambos caminaron hasta la puerta.

En medio del lobby se encontraba la silueta esbelta de alguien bien conocido. Cómo siempre, vestido con ropa que seguro costaba lo que el salario mensual del policía y sin un cabello fuera de lugar, un mangaka con lentes de sol esperaba impaciente.

—Josuke— dijo Rohan mientras escrutinaba de pies a cabeza el aspecto del joven — apúrate. Se nos hace tarde.

El otro no sabía dónde meterse. Quería hacerse como los avestruces y meter la cabeza bien adentro de la tierra, o mejor tirar una bomba de humo y salir corriendo. Ahora entendía la sonrisa de Giorno y toda la actitud; vaya que los extranjeros eran aterradores.

Josuke trató de buscar a Mista con la mirada, pero cuando se dio cuenta el muchacho le saludaba desde el elevador con una sonrisa de oreja a oreja. Aquello era una lucha perdida desde antes de haber empezado.

Ahora se encontraba a sí mismo en el hermoso Deportivo de Rohan Koshibe. La radio sonaba pero Higashikata no podía distinguir los sonidos, hacía mucho tiempo descubrió el que estrés era un gran impedimento a la hora de sintonizar sus programas favoritos de la FM.

Rohan miraba hacia al frente, con esa expresión tan suya que rayaba en el enojo pero no salía del fastidio. ¿Estaría enojado? Sí, preguntar era una idiotez, al igual que decir cualquier cosa. Por otro lado, el silencio era incómodo, muy incómodo.

Rohan trato de subir el volumen de la música, pero su expresión cambió escuchar el característico tono de las noticias locales. Finalmente terminó por apagar la radio; Josuke tragó saliva y se armó de valor; si iba a hablar este era el momento.

—Gracias por recogerme

Esa era una carta segura y Josuke sabía que con eso iba a hablar al mangaka.

—Agradécele a Giorno por llamarme.— Rohan guardó silencio por unos segundos y añadió —Tienes demasiados suerte para ser tan idiota.

Rohan, siendo el hombre que era, no podía dejar pasar una oportunidad para insultar al copiloto. Aquello era una realidad a la que Josuke se había acostumbrado hacia varios años; ya casi no le decían idiota, pero cuando pasaba no podía evitar sentirse joven e ingenuo.

Pasaron la mayor parte del camino en silencio. Cada intento de Higashikata por comenzar la conversación era evadido por Kishibe. Era evidente que no quería ni verlo, pero con todo y coraje Rohan había conducido desde su casa hasta el hotel solo para llevarlo a casa de su madre. Podría ser muchas cosas, pero al menos Josuke sentía que se le apretaba el corazón de pensar que, a pesar de todo, era amado.

Cuando llegaron a la residencia Higashikata, Rohan apagó el motor. Ninguno de los dos quería bajarse del automóvil, pero tampoco parecían capaces de mencionar aquello que era evidente.

El conductor se quitó los lentes de sol por primera vez desde que lo vió en el hotel; pocas veces se veía al inigualable Kishibe Rohan sin maquillaje y está era una de esas extrañas veces.

Era entendible. Esos ojos hinchados serían difíciles de delinear, al igual que ocular las ojeras, las bolsas y las venas rojas que rodeaban el iris.

—Lamento mucho todos los problemas que he causado — dijo Josuke sintiendo que se le caía el corazón.

Rohan solo volteó a verlo y soltó un suspiro.

—Si realmente lo sintieras dejarías de darme estos sustos, Josuke.

La expresión del mangaka era de lividez, como la de alguien que está agotado de sentirse mal. El recuerdo de un muchacho rubio que caminaba sin rumbo por la noche invadió la memoria de Higashikata. "Giorno es un hombre sensible" había dicho Mista, pero ver a su propio hombre desquebrajarse de poco en poco era aterrador.

Josuke sentía que se le rozaban los ojos. Quería gritar, disculparse, prometerle que nunca iba a pasarle nada; pero era irreal ¿Cómo prometer algo imposible de controlar? De nuevo las palabras de Mista regresaban a golpearle el ego. A él tampoco le gustaba ver sufrir a Rohan.

Kishibe miró discretamente el reloj en su muñeca.

—Se te hace tarde. — dijo, haciendo un buen esfuerzo por soñar ecuánime. —Date una ducha, te llevo al hospital.

Esa extraña muestra de amabilidad heló la sangre del joven Higashikata. A pesar de que sintiera mucho amor por él, Rohan pocas veces ofrecía su ayuda; era inevitable sentirse extraño o alarmado, pero esa era una oportunidad irrechazable.

—De acuerdo, dame 15 minutos. ¿No quieres esperar adentro? — Josuke abrió la puerta y bajo del auto.

—Apúrate, antes de que me arrepienta.

El chico corrió dentro de la casa. Mientras, en ese bonito deportivo, un joven mangaka soltó el cuerpo y lloró sin entender bien porqué.

Larga espera (JOSUHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora